Mensajes para los jóvenes. Elena G. de White
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Es probable que los jóvenes de hoy encuentren a escépticos e incrédulos dondequiera que vayan, por lo cual, ¡cuán necesario es que vayan equipados de modo que puedan dar razón de su esperanza con mansedumbre y temor! Tomás Paine ha pasado al sepulcro, pero sus obras viven para maldecir al mundo, y quienes dudan de la verdad de la Palabra de Dios colocarán estas producciones incrédulas en manos de los jóvenes inexpertos para llenar su corazón de la atmósfera ponzoñosa de la duda. El espíritu de Satanás obra mediante los hombres impíos para llevar a cabo sus ardides para la ruina de las personas.
El peligro de la relación con los escépticos
Vivimos en una época de disipación, y los hombres y los jóvenes son atrevidos en el pecado. A menos que nuestra juventud sea guardada en santidad, y fortificada por principios firmes, y ejerza un mayor cuidado en la elección de sus compañeros y de las publicaciones que nutren su mente, será expuesta a una sociedad cuyas normas son tan corrompidas como fueron las de los habitantes de Sodoma. La apariencia de las personas del mundo puede ser muy atrayente, pero si éstas continuamente sugieren dudas en cuanto a la Biblia, son compañías peligrosas, pues tratarán constantemente de minar los cimientos de la fe, de corromper la escrupulosidad de la religión antigua, evangélica.
Los jóvenes se relacionan a menudo con personas de tendencias escépticas, y sus padres ignoran el hecho hasta que se consuma la terrible obra del mal y los jóvenes quedan arruinados. Se debería instruir diligentemente a los jóvenes para que no sean engañados en cuanto al verdadero carácter de tales personas, y no formen amistades con ellas, ni escuchen sus palabras de sarcasmo y sofistería. A menos que nuestros jóvenes tengan valor moral como para cortar la relación con esas personas cuando descubran su incredulidad, serán entrampados y pensarán y hablarán como tales amistades lo hacen, expresándose con liviandad sobre la religión y la fe de la Biblia.
La confianza propia y la ceguera
Si pudiesen ser abiertos los ojos de los jóvenes engañados, verían la mirada maliciosa y de triunfo con que Satanás contempla su éxito en arruinar a las personas. Trata, por todo medio concebible, de adaptar sus tentaciones a las distintas disposiciones y circunstancias de aquellos a quienes desea enredar. Ensayará todo ardid, y si los que son objeto de estas tentaciones no buscan a Dios, serán cegados para no ver sus engaños, y se sentirán confiados en sí mismos, autosuficientes, ignorando su condición y su peligro. Pronto llegarán a despreciar la fe entregada una vez a los santos.
Hablo a los jóvenes como persona que sabe, a quien el Señor ha puesto de manifiesto los peligros que acompañan la senda por donde van. La confianza en ustedes mismos los conducirá a la trampa del enemigo. Los jóvenes no piden consejo a Dios ni lo hacen su refugio y fortaleza. Entran en sociedad con plena seguridad, confiados en que son enteramente capaces de escoger lo bueno y de comprender los misterios divinos por medio de sus facultades de raciocinio, como si pudiesen descubrir la verdad por sí mismos.
Tememos más por los que confían en sí mismos que por cualquiera de los otros, pues serán atrapados ciertamente en la red tendida por el gran adversario de Dios y del hombre. Alguna persona elegida como amigo familiar y que ha sido manchada con la corrupción de la duda, instilará su levadura de incredulidad en las mentes de esta clase. Conquistará su atención adulándolos ampliamente por su talento, por su superioridad intelectual, incitándolos a ambicionar una elevada posición, y la atrofia moral se manifestará en ellos. Los que se exaltan en su propia opinión, despreciarán la sangre del Sacrificio expiatorio y contrariarán al Espíritu de gracia.
Quizá sean los hijos de padres observadores del sábado, que han tenido gran luz y han sido el objeto de la más tierna solicitud, los que dejen una herencia vergonzosa, los que siembren viento y recojan torbellino. En el juicio, los nombres de los que han pecado a despecho de una gran luz, se hallarán escritos con los de los que estén condenados a estar separados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder. Se perderán y serán contados entre los despreciadores de la gracia de Cristo.
Preferiría ver a mis hijos en el sepulcro, antes que verlos tomar el camino que conduce a la muerte. El hecho terrible de que yo hubiera alimentado hijos para que pelearan contra el Dios del cielo, para que engrosaran las filas de los apóstatas en los últimos días, para que marcharan bajo la negra bandera de Satanás, sería ciertamente para mí un pensamiento horroroso.
Se necesita valor moral
Nuestros jóvenes hallarán tentaciones por todas partes, y deben ser educados de tal modo que dependan de un poder y una enseñanza superiores a los que pueden dar los mortales. Por todas partes hay despreciadores de nuestro Señor que habitualmente arrojan su menosprecio contra el cristianismo. Lo llaman juguete de niños inventado para embaucar la credulidad de los ignorantes.
Los que no tienen poder moral, no pueden defender la verdad; no tienen valor para decir: “A menos que cese esta conversación, no puedo permanecer en su presencia. Jesús, el Redentor del mundo, es mi Salvador; en él se concentra mi esperanza de vida eterna”. Pero es exactamente el modo de hacerlos callar. Si arguyen con ellos, tendrán argumentos para hacerles frente y nada de lo que digan los conmoverá; pero si viven para Cristo, si son firmes en la fidelidad al Dios del cielo, harán por ellos lo que los argumentos no pueden hacer, y por el poder de la piedad los convencerán de la falacia de sus doctrinas.
No hay espectáculo más triste que el que dan los que han sido comprados por la sangre de Cristo, los que han sido dotados de talentos con los cuales glorificar a Dios, al burlarse de los mensajes que generosamente les han sido enviados en el evangelio, al negar la divinidad de Cristo, y al confiar en su razonamiento finito y en argumentos que no tienen fundamento. Cuando sean puestos a prueba por la aflicción, cuando se vean cara a cara con la muerte, todas estas falacias que han acariciado se desvanecerán como la escarcha se derrite al sol.
¡Cuán terrible es estar junto al ataúd de quien ha rechazado los llamamientos de la misericordia divina! Cuán terrible es decir: “He aquí una vida perdida. ¡Aquí está quien pudo haber alcanzado la más elevada norma y obtenido la vida inmortal, pero entregó su vida a Satanás, llegó a enredarse en las vanas filosofías de los hombres y fue juguete del maligno!” La esperanza del cristiano es como ancla para el ser, segura y persistente, y entra hasta dentro del velo, adonde ha entrado por nosotros Cristo, el Precursor. Tendremos que hacer una obra individual en preparación para los grandes acontecimientos que nos esperan.
La tempestad se avecina
Los jóvenes deberían buscar más fervientemente a Dios. La tempestad se avecina, y debemos prepararnos para afrontar su furia mediante el arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo. El Señor se levantará para sacudir terriblemente la Tierra. Veremos desgracias por todas partes. Miles de barcos serán arrojados a las profundidades del mar. Armadas enteras se hundirán, y las vidas humanas serán sacrificadas por millones. Estallarán incendios inesperadamente y no habrá esfuerzo humano capaz de extinguirlos. Los palacios de la Tierra serán arrasados por la furia de las llamas. Serán cada vez más frecuentes los desastres ferroviarios; en las grandes vías de tránsito habrá confusión, choques y muerte sin la advertencia de un momento. El fin está cerca, el tiempo de gracia termina. ¡Oh, busquemos a Dios mientras puede ser hallado, llamémosle en tanto que está cercano! El profeta dice: “Buscad al Señor todos los humildes