Mensajes para los jóvenes. Elena G. de White
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Dios hará una gran obra por los jóvenes si ellos quieren, mediante la ayuda del Espíritu Santo, recibir su Palabra en el corazón y obedecerla en la vida. Él trata constantemente de atraerlos a sí, el Manantial de toda sabiduría, la Fuente de bondad, pureza y verdad. La mente que se ocupa en asuntos elevados, se ennoblece.
Sagrarios profanados
Los que profesan servir a Dios y sin embargo no progresan en conocimiento y piedad, son cristianos sólo de nombre. El templo del ser se llena de sagrarios profanados. La lectura frívola, la conversación trivial, el placer mundano ocupan la mente de un modo tan completo, que no queda lugar para la entrada de la Palabra de Dios. La mundanalidad, la frivolidad y el orgullo ocupan el lugar que debería ocupar Cristo en la persona...
La degradación causada por la entrega a la sensualidad
Los que buscan como bien principal la satisfacción de los apetitos y las pasiones, no son nunca hombres buenos o verdaderamente grandes. Por elevada que sea su posición ante la opinión del mundo, son bajos, viles y corruptos en la estimación de Dios. El cielo ha ordenado que en su mismo rostro lleven impresa la marca de su depravación. Sus pensamientos son de la Tierra, terrenos. Sus palabras revelan el bajo nivel de la mente. Han llenado el corazón de vileza y casi borrado de él la imagen de Dios. La voz de la razón ha sido ahogada y el criterio se ha pervertido. ¡Cuán enteramente degradan la naturaleza del hombre las prácticas sensuales! Cuando se somete la voluntad a Satanás, ¡a cuán grandes profundidades del vicio y la locura descienden los hombres! En vano llama la verdad al intelecto, pues el corazón se encuentra en oposición a sus puros principios (The Signs of the Times, 1º de diciembre de 1881).
Ayuda en la tentación
Por medio de la fe y la oración todos pueden cumplir los requisitos del evangelio. Nadie puede ser forzado a transgredir. Primero tiene que ganarse el consentimiento propio; la persona tiene que proponerse cometer el acto pecaminoso antes que la pasión pueda dominar a la razón o que la iniquidad triunfe sobre la conciencia. No importa cuán fuerte sea la tentación, no es excusa para el pecado. “Los ojos del Señor están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos”. Ser humano tentado, clama a Jehová. Arrójate indefenso e indigno sobre Jesús y reclama su promesa pura. El Señor escuchará. Él sabe cuán fuertes son las inclinaciones del corazón natural, y brindará su ayuda en todo momento de tentación.
¿Has caído en el pecado? Entonces, sin más dilación, procura de Dios la misericordia y el perdón... Todavía se extiende misericordia al pecador. En medio de todos nuestros desvaríos, el Señor nos llama así: “Convertíos, hijos rebeldes, y sanaré vuestras rebeliones21” (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 165, 166).
20 Salmo 119:130.
21 Jeremías 3:22.
16
No me pertenezco
A veces oímos las preguntas: “¿No he de hacer nunca lo que me agrada? ¿No he de hacer jamás mi propia voluntad? ¿He de estar siempre sometido a restricciones? ¿No podré nunca proceder de acuerdo con mis inclinaciones?”
Cuanto menos sigan sus inclinaciones naturales, tanto mejor será para ustedes y para los demás. Las inclinaciones naturales han sido pervertidas; se ha hecho mal uso de las facultades naturales. Satanás ha puesto al hombre en antagonismo contra Dios. Trabaja continuamente para destruir la imagen divina en el hombre. Por tanto, debemos poner freno a nuestras palabras y acciones.
Resultados de la consagración completa
Cuando la gracia de Dios se posesiona del corazón, se ve que hay que crucificar las tendencias al mal, cultivadas y heredadas. Debe empezar en el ser una nueva vida, bajo un nuevo mando. Todo lo que se haga, debe ser hecho para gloria de Dios. Esta obra incluye al hombre exterior y al interior. Todo el ser —el cuerpo, la mente y el espíritu— debe someterse a Dios, para que él lo use como instrumento de justicia.
El hombre natural no está sometido a la ley de Dios; ni lo puede estar por sí mismo, ciertamente. Pero mediante la fe, el que ha sido renovado vive día tras día la vida de Cristo. Día tras día muestra que reconoce que es propiedad de Dios.
El cuerpo y el espíritu pertenecen a Dios. Él dio a su Hijo para la redención del mundo, y a causa de esto se nos ha otorgado una prolongación de la vida, un tiempo de gracia, para desarrollar caracteres de perfecta lealtad. Dios nos ha redimido de la esclavitud del pecado, y nos ha dado la posibilidad de vivir vidas de servicio regeneradas, transformadas.
Todas nuestras facultades le pertenecen
Hemos sido sellados con el sello de Dios. Él nos ha comprado y desea que recordemos que nuestras facultades físicas, mentales y morales le pertenecen. El tiempo, la influencia, la razón, los afectos y la conciencia, todos pertenecen a Dios y deben ser usados de acuerdo con su voluntad. No deben emplearse con la orientación del mundo, pues el mundo está sometido a un jefe que se halla enemistado con Dios.
La carne, en la cual tiene su morada el espíritu, pertenece a Dios. Cada tendón, cada músculo, es suyo. En ningún caso debemos, por descuido o abuso, debilitar un solo órgano. Debemos cooperar con Dios manteniendo el cuerpo en la mejor condición posible de salud, para que sea un templo en el que el Espíritu Santo pueda morar, y amoldar cada facultad física o espiritual de acuerdo con la voluntad de Dios.
La mente debe ser provista de principios puros. La verdad debe ser esculpida en las tablas del ser. La memoria debe ser llenada de las preciosas verdades de la Palabra. Entonces, como hermosas gemas, estas verdades brillarán en la vida.
El precio de una persona
El valor que Dios atribuye a la obra de sus manos, el amor que tiene por sus hijos, se revelan en el don que dio para redimir a los hombres. Adán cayó bajo el dominio de Satanás. Trajo el pecado al mundo, y por el pecado, la muerte. Dios dio a su Hijo unigénito para salvar al hombre. Lo hizo para poder ser justo y, con todo, el justificador de todos los que aceptan a Cristo. El hombre se vendió a Satanás, pero Jesús volvió a comprar a la especie humana...
Ustedes no se pertenecen. Jesús