Mensajes para los jóvenes. Elena G. de White
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No perdamos nunca de vista el hecho de que Jesús es un manantial de gozo. No se deleita en la miseria de los seres humanos, sino en verlos felices. Los cristianos tienen a su disposición muchas fuentes de felicidad y pueden decir con exactitud infalible qué placeres son lícitos y buenos. Gozarán de las recreaciones que no disipen la mente ni rebajen el ser, que no desilusionen ni dejen tras sí una triste influencia que destruye el respeto propio u obstruye el camino de la utilidad. Si pueden llevar consigo a Jesús y mantener un espíritu de oración, están perfectamente seguros...
Nuestra administración de los talentos
Jóvenes amigos, el temor del Señor se halla a la base misma de todo progreso; es el principio de la sabiduría. El Padre celestial tiene derechos sobre ustedes, pues sin que se lo soliciten y sin que haya méritos de parte de ustedes, les da la plenitud de su providencia, y más aún, les ha dado todo el cielo en una dádiva: la de su amado Hijo. Como retribución por este don infinito, les pide obediencia voluntaria. Por cuanto son comprados por precio, la misma preciosa sangre del Hijo de Dios, él requiere que hagan el debido uso de los privilegios que disfrutan. Las aptitudes intelectuales y morales son dones de Dios, talentos que se les han confiado para que los aprovechen sabiamente, y no tienen la libertad de dejarlos latentes por falta del debido cultivo, o que sean mutilados o atrofiados por la inacción. A ustedes les toca decidir si habrán o no de hacer frente fielmente a las pesadas responsabilidades que descansan sobre ustedes, si sus esfuerzos serán o no bien dirigidos, y si serán o no los mejores de que son capaces.
Vivimos en medio de los peligros de los últimos días. Todo el cielo se interesa por el carácter que están formando. Se ha hecho plena provisión para que participen de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está en el mundo a causa de la concupiscencia. El hombre no es dejado solo para vencer los poderes del maligno por sus propios y débiles esfuerzos. La ayuda está a mano y será dada a todo el que realmente la desee. Los ángeles de Dios, que ascienden y descienden por la escalera que Jacob vio en visión, ayudarán a toda persona que quiera ascender hasta el más elevado cielo. Ellos están guardando al pueblo de Dios y observando cómo da cada paso. Los que ascienden por el camino iluminado serán recompensados; entrarán en el gozo de su Señor (Fundamentals of Christian Education, pp. 82-86).
Un alto ideal que alcanzar
El ideal que Dios tiene para sus hijos está por encima del alcance del más elevado pensamiento humano. La meta a alcanzar es la piedad, la semejanza a Dios. Ante el estudiante se abre un camino de progreso continuo. Tiene que alcanzar un objeto, lograr una norma que incluye todo lo bueno, lo puro y lo noble. Progresará tan rápidamente e irá tan lejos como fuere posible en todos los ramos del verdadero conocimiento. Pero sus esfuerzos se dirigirán a fines tanto más altos que el mero egoísmo y los intereses temporales, cuanto son más altos los cielos que la Tierra (La educación, pp. 18, 19).
Conductos de la gracia de Dios
Es el privilegio de toda persona ser un canal vivo por medio del cual Dios pueda comunicar al mundo los tesoros de su gracia, las inescrutables riquezas de Cristo. No hay nada que Cristo desee tanto como agentes que representen al mundo su Espíritu y carácter. No hay nada que el mundo necesite tanto como la manifestación del amor del Salvador mediante la humanidad. Todo el cielo está esperando que haya canales por medio de los cuales pueda derramarse el aceite santo, de modo que sea un gozo y una bendición para los corazones humanos (Palabras de vida del gran Maestro, p. 345).
8 Eclesiastés 12:1.
7
Las normas de eficiencia
Pesan sobre la juventud graves responsabilidades. Dios espera mucho de los jóvenes que viven en esta generación de luz y conocimiento abundantes. Espera de ellos que impartan esa luz y ese conocimiento. Desea usarlos para disipar el error y la superstición que nublan la mente de muchos. Han de disciplinarse reuniendo toda jota y tilde del saber y la experiencia. Dios los hace responsables de las oportunidades y los privilegios que se les dan. La obra que tienen delante espera sus esfuerzos diligentes para ser llevada adelante progresivamente, como la época lo requiera.
Si los jóvenes quieren consagrar su mente y corazón al servicio de Dios, alcanzarán una elevada norma de eficiencia y utilidad. Es ésta la norma que el Señor espera que los jóvenes alcancen. Hacer menos que esto es rehusarse a sacar el mayor provecho de las oportunidades dadas por Dios. Esto será considerado como traición a Dios, como dejar de trabajar para el bien de la humanidad.
Cómo adquirir idoneidad para el servicio
Quienes se esfuerzan por ser colaboradores de Dios, que buscan diligentemente adquirir para impartir, recibirán constantemente luz de Dios, para que sean medios de comunicación. Si, como Daniel, los jóvenes de ambos sexos conforman todos sus hábitos, apetitos y pasiones con los requerimientos de Dios, se harán idóneos para realizar una obra más elevada. Deberían apartar de sus mentes todo lo vulgar y frívolo. Deberían abandonarse la propensión a los placeres y la liviandad como cosas que están fuera de lugar en la vida y la experiencia de los que viven por la fe en el Hijo de Dios, comiendo su carne y bebiendo su sangre.
Deberían comprender que, aunque estén a su alcance todas las ventajas del saber, pueden no llegar a obtener la educación que los hará aptos para trabajar en alguna parte de la viña del Señor. No pueden ocuparse en el servicio del Señor sin las cualidades indispensables de una piedad inteligente. Si dedican al placer y las diversiones la preciosa mente que debería ser fortalecida por un propósito elevado y noble, degradan las facultades que Dios les ha dado y se hacen culpables a su vista, porque no mejoran sus talentos mediante un uso sabio.
Su espiritualidad empequeñecida es una ofensa a Dios. Manchan y corrompen las mentes de los seres con quienes se asocian. Por sus palabras y acciones estimulan el descuido y la desatención de las cosas sagradas. No sólo ponen en peligro su propia vida, sino que dan un ejemplo perjudicial a todos aquellos con quienes se relacionan. Son enteramente incompetentes para representar a Cristo. Siendo siervos del pecado, descuidados, temerarios y desatinados, hacen apartar a otros del Señor.
Los que se satisfacen con normas bajas, no llegan a ser colaboradores de Dios. A los que permiten que su mente vaya a la deriva, hacia donde irá si no se la vigila, Satanás les sugiere cosas que la absorben en tal forma, que los hace adiestrarse en su ejército para engatusar a otras personas. Pueden profesar ser religiosos, pueden tener una forma de la piedad, pero son amadores de los placeres más bien que de Dios.
La habilidad no es piedad
Hay jóvenes que tienen cierta clase de habilidad, reconocida y admirada por sus conocidos, pero esta habilidad no está santificada. No está fortalecida y solidificada por las gracias y las pruebas de la experiencia, y Dios no puede usarla para beneficiar a la humanidad y glorificar su nombre. Bajo la máscara de la piedad, usan sus facultades para erigir normas falsas, y los inconversos lo consideran como excusa para seguir su errónea conducta. Satanás los induce a divertir a sus compañeros con su tontería y así llamada agudeza. Todo lo que emprenden tiende a la vulgaridad, porque se hallan bajo el control del tentador, quien dirige y modela sus caracteres para que hagan su