Mensajes para los jóvenes. Elena G. de White
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Tales jóvenes hallarán eterna perdición. ¿Qué les parecerán sus diversiones en aquel día cuando el Juez de toda la Tierra recompense a cada hombre de acuerdo con sus acciones? Ellos han aportado para el cimiento, leña, heno y paja, y toda la obra de su vida perecerá. ¡Qué pérdida!
¡Cuánto mejor es la condición de los que desempeñan su parte en el servicio a Dios, que miran a Jesús en busca de su aprobación, que diariamente escriben en sus libros de registro sus errores, sus equivocaciones, sus penas, las victorias que han ganado sobre la tentación, su gozo y paz en Cristo! Tales jóvenes no tendrán que hacer frente a la crónica de su vida con vergüenza y desaliento (The Youth’s Instructor, 22 de junio de 1899).
El agente escogido
Nuestra confesión de su fidelidad es el factor escogido por el cielo para revelar a Cristo al mundo. Debemos reconocer su gracia como fue dada a conocer por los santos de antaño; pero lo que será más eficaz es el testimonio de nuestra propia experiencia. Somos testigos de Dios mientras revelamos en nosotros mismos la obra de un poder divino. Cada persona tiene una vida distinta de todas las demás y una experiencia que difiere esencialmente de la suya. Dios desea que nuestra alabanza ascienda a él señalada por nuestra propia individualidad (El ministerio de curación, pp. 67, 68).
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Escalar las alturas
Al perfeccionar un carácter cristiano, es esencial perseverar en el bien hacer. Quisiera impresionar a nuestros jóvenes con la importancia de la perseverancia y la energía en la obra de la formación del carácter. Desde los más tempranos años es necesario entretejer en el carácter principios de severa integridad, para que los jóvenes de ambos sexos puedan alcanzar, al llegar a adultos, la más alta norma personal. Deberían tener siempre presente el hecho de que han sido comprados por precio, y deberían glorificar a Dios en sus cuerpos y espíritus, los cuales son de él...
El progreso diario
Es tarea de la juventud progresar día tras día. Pedro dice: “Poned la mayor diligencia en agregar a vuestra fe, virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas virtudes están en vosotros, y abundan, no os dejarán ociosos, ni sin fruto en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”.9
Al empezar no se tendrán presentes todos estos pasos sucesivos, ni se los contará; pero fijando la mirada en Jesús, y teniendo sólo en vista la gloria de Dios, progresarán. No pueden alcanzar en un día la plenitud de la medida de la estatura de Cristo, y se sumirían en la desesperación si pudiesen contemplar todas las dificultades que hay que afrontar y vencer. Tienen que contender con Satanás, quien tratará por toda estratagema posible de apartar la mente de ustedes de Cristo.
Cómo hacer frente a los obstáculos
Pero debemos hacer frente a todos los obstáculos colocados en nuestro camino y vencerlos uno a la vez. Si vencemos la primera dificultad, seremos más fuertes para afrontar la segunda, y con cada esfuerzo nos haremos más capaces de progresar. Podemos ser vencedores, contemplando a Jesús. Pero cuando fijamos la mirada en las dificultades y esquivamos las batallas serias en favor del bien, nos volvemos débiles e incrédulos.
Dando un paso después de otro se puede subir la más elevada cuesta y llegar al fin a la cima del monte. No se sientan abrumados por la gran cantidad de trabajo que tengan que hacer en el espacio de su vida, pues no se requiere de ustedes que lo hagan todo a la vez. Apliquen toda facultad de su ser a la tarea del día, aprovechen toda preciosa oportunidad, aprecien las ayudas que Dios les da y avancen paso a paso por la escalera del progreso. Recuerden que han de vivir sólo un día a la vez, que Dios les ha dado un día, y los registros celestiales mostrarán cómo han valorado sus privilegios y oportunidades. Ojalá aprovechen cada día que Dios les ha dado de modo tal que, al fin, hagan decir al Maestro: “¡Bien, siervo bueno y fiel!”10 (The Youth’s Instructor, 5 de enero de 1893).
9 2 Pedro 1:5-8.
10 Mateo 25:23.
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En sociedad con Dios
Tienen a su alcance algo más que posibilidades finitas. Un hombre, según Dios aplica el término, es un hijo de Dios. “Amados, ahora ya somos hijos de Dios. Y aunque no se ve aún lo que hemos de ser, sabemos que cuando Cristo aparezca, seremos semejantes a él, porque le veremos como es él. Todo el que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro”.11 Es un privilegio de ustedes apartarse de lo vulgar e inferior y elevarse a una alta norma, a ser respetados por los hombres y amados por Dios.
La obra religiosa que el Señor da a los jóvenes y a los hombres de todas las edades, muestra la consideración que les tiene como hijos suyos. Les da el trabajo de gobernarse a sí mismos. Los llama a ser participantes con él en la gran obra de la redención y elevación de la humanidad. Así como un padre hace a su hijo socio suyo en su negocio, el Señor hace socios suyos a sus hijos. Somos hechos colaboradores de Dios. Jesús dice: “Como tú me enviaste al mundo, yo también los he enviado al mundo”.12¿No escogerían más bien ser hijos de Dios que siervos de Satanás y del pecado, teniendo el nombre registrado como enemigos de Cristo?
Los jóvenes necesitan más de la gracia de Cristo para practicar los principios del cristianismo en la vida diaria. La preparación para la venida de Cristo es una preparación hecha mediante Cristo, para ejercitar nuestras más elevadas cualidades. Es privilegio de cada joven hacer de su carácter una hermosa estructura. Pero hay una necesidad positiva de mantenerse allegado a Jesús. Él es nuestra fuerza, eficiencia y poder. Ni por un momento podemos depender de nosotros mismos...
Hacia alturas cada vez mayores
Por grandes o pequeños que sean los talentos de ustedes, recuerden que lo que tienen es de ustedes, pero que sólo lo tienen en custodia. Dios los prueba así, dándoles la oportunidad de mostrarse fieles. Le son deudores por todas las aptitudes que poseen. Las facultades del cuerpo, la mente y el espíritu le pertenecen, y han de usarlas para él. Ante aquel que lo da todo deben rendir cuenta del tiempo, la influencia, las aptitudes, la habilidad. El que por esfuerzos fervientes trata de llevar a cabo el gran plan del Señor para elevar a la humanidad, es quien mejor usa sus dones.
Perseveren en la obra que han empezado hasta ganar victoria tras victoria. Edúquense para un fin. Tengan en vista la más elevada norma para que puedan realizar cada vez mayor bien, reflejando así la gloria de Dios (The Youth’s Instructor, 25 de enero de 1910).
11 1 Juan 3:2, 3.