Mensajes para los jóvenes. Elena G. de White
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Ustedes deberían estar preparados para seguir el ejemplo de estos nobles jóvenes. No se avergüencen jamás de su bandera; tómenla y despliéguenla a la mirada de los hombres y los ángeles. No se dejen dominar por una falsa modestia, una falsa prudencia que les sugiera un curso de acción contrario a este consejo. Por la elección de sus palabras y una conducta consecuente, por su corrección, su ferviente piedad, hagan una profesión eficaz de su fe, decididos a que Cristo ocupe el trono en el templo del ser, y pongan sus talentos sin reservas a los pies del Señor, para que sean utilizados en su servicio.
Completa consagración
Conviene a tu bienestar presente y eterno ponerte enteramente de parte de lo recto, para que el mundo sepa cuál es tu posición. Muchos no se entregan completamente a la causa de Dios, y su posición vacilante es una fuente de debilidad en sí misma y una piedra de tropiezo para otros. Sin principios fijos, sin consagración, son apartados por las olas de la tentación de lo que saben que es recto, y no se esfuerzan santamente por vencer los errores y por perfeccionar un carácter recto mediante la justicia imputada de Cristo.
El mundo tiene derecho a saber exactamente lo que se puede esperar de cada ser humano inteligente. El que es una personificación viva de los principios firmes, inequívocos y rectos, ejerce un poder viviente sobre sus compañeros, y con su cristianismo influirá sobre otros. Muchos no perciben ni aprecian cuán grande es la influencia de cada persona para el bien o para el mal. Todo estudiante debiera comprender que los principios que adopta llegan a ejercer una influencia viva y modeladora sobre el carácter. El que acepta a Cristo como Salvador personal, amará a Jesús y a todos aquellos por quienes él murió; pues Cristo será en él un manantial de agua que brota para vida eterna. Se entregará sin reservas al dominio de Cristo.
Afirmar la propia libertad
Establezcan como ley de su vida, de la cual no los harán apartar las tentaciones ni ningún interés ajeno a la vida cristiana, el honrar a Dios, porque “de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él, no perezca, sino tenga vida eterna”.7 Dios solicita de ustedes, como agentes morales libres, redimidos, rescatados mediante un precio infinito, que afirmen su libertad y utilicen las facultades que les ha otorgado el Cielo, como súbditos libres del reino celestial. No continúen en la servidumbre del pecado, sino muestren su lealtad a Dios como súbditos leales del Rey de reyes.
Muestren, mediante Jesucristo, que son dignos del sagrado cometido con que el Señor los ha honrado al otorgarles vida y gracia. Deben rehusarse a estar sujetos al poder del mal. Como soldados de Cristo debemos aceptar, deliberada e inteligentemente, sus condiciones de salvación en cualquier circunstancia, tener en alta estima los principios rectos y actuar de acuerdo con ellos. La sabiduría divina debe ser lámpara a sus pies. Sean leales consigo mismos y sean leales a su Dios. Será sacudido todo lo que vacile, pero si están arraigados y cimentados en la verdad, permanecerán firmes con las cosas que no pueden ser sacudidas. La ley de Jehová es inmutable, inalterable, pues es expresión del carácter de Jehová. Resuelvan que ni con palabras ni influencias arrojarán la menor deshonra sobre su autoridad.
Entrega completa
Tener la religión de Cristo significa que ustedes han entregado a Dios, de un modo absoluto, todo lo que son y tienen, y que han consentido en ser guiados por el Espíritu Santo. Mediante el don del Espíritu Santo se les dará poder moral, y no sólo tendrán los talentos que anteriormente se les habían confiado para el servicio de Dios, sino que la eficiencia de los mismos será grandemente multiplicada. La entrega de todas las facultades a Dios simplifica mucho el problema de la vida. Debilita y abrevia mil luchas con las pasiones del corazón natural. La religión es como un cordón de oro que liga a Cristo los espíritus tanto de los jóvenes como de los ancianos. Mediante ella, los voluntarios y obedientes son llevados en salvo a la ciudad de Dios, a través de senderos oscuros e intrincados.
Hay jóvenes que sólo tienen aptitudes comunes, y sin embargo, mediante la educación y la disciplina, con maestros que actúen de acuerdo con principios puros y elevados, pueden salir del proceso de preparación aptos para ocupar algún puesto de confianza al cual Dios los ha llamado. Pero hay jóvenes que fracasarán porque no han resuelto vencer las inclinaciones naturales y no están dispuestos a prestar oídos a la voz de Dios registrada en su Palabra. No han levantado alrededor de su ser barricadas contra las tentaciones ni han resuelto, contra todo riesgo, cumplir con su deber. Se asemejan a aquel que al emprender un viaje peligroso rehúsa toda guía e instrucción por las cuales pudiera evitar accidentes y ruina, y avanza por un camino de destrucción segura.
La elección de mi destino
¡Ojalá comprenda cada uno que él es el árbitro de su propio destino! En ustedes yace su felicidad para esta vida y para la vida futura e inmortal. Si lo quieren, tendrán compañeros que, por su influencia, restarán valor a sus pensamientos, sus palabras y sus normas morales. Pueden dar rienda suelta a los apetitos y las pasiones, despreciar la autoridad, usar un lenguaje grosero y degradarse hasta el más bajo nivel. La influencia de ustedes puede ser tal que contamine a otros y la causa de la ruina de quienes podrían haber sido traídos a Cristo. Pueden hacer apartar a otros de Cristo, de lo recto, de la santidad y del cielo. En el juicio podrán los perdidos señalarlos y decir: “Si no hubiera sido por su influencia, yo no habría tropezado ni me habría burlado de la religión. Él tenía la luz, conocía el camino al cielo. Yo era ignorante y fui con los ojos vendados por el camino de la destrucción”. Oh, ¿qué respuesta podremos dar a tal acusación? Cuán importante es que cada uno considere hacia dónde conduce a las personas. Estamos a la vista del mundo eterno, y cuán diligentemente debiéramos computar el costo de nuestra influencia. No deberíamos excluir la eternidad de nuestra consideración, sino acostumbrarnos a preguntar continuamente: “¿Agradará esta conducta a Dios? ¿Cuál será la influencia de mi acción sobre la mente de los que han tenido mucho menos luz y evidencia en cuanto a lo recto?”
Preguntas escudriñadoras
¡Ojalá los jóvenes escudriñen las Escrituras y hagan como les parece que Cristo hubiese hecho en circunstancias semejantes! Nuestras oportunidades para obtener conocimiento de origen divino han colocado sobre nosotros grandes responsabilidades, y con solicitud intensa debiéramos preguntar: “¿Estoy andando en la luz? ¿Estoy, de acuerdo con la gran luz que he recibido, guiando a otros por el buen camino? ¿O estoy haciendo senderos tan torcidos que el cojo será desviado del camino?”...
Deberíamos estar imbuidos de un sentimiento profundo y constante del valor, la santidad y la autoridad de la verdad. Los rayos brillantes de la luz celestial están alumbrando tu sendero, querido joven, y te ruego que saques el mayor provecho de tus oportunidades. Recibe y aprecia cada rayo enviado del cielo, y tu senda aumentará en brillo hasta el día perfecto (The Youth’s Instructor, 2 de febrero de 1893).
6 Proverbios 9:10.
7 Juan 3:16.
5
Nuestro día de oportunidad
La experiencia de los que trabajaron para Dios en generaciones pasadas tiene lecciones que debemos aprender los que vivimos