Mensajes para los jóvenes. Elena G. de White

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Mensajes para los jóvenes - Elena G. de White Biblioteca del hogar cristiano

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ustedes a Cristo. Si encuentran que están perdiendo su amor por el Salvador, abandonen su ocupación y digan: “Aquí estoy, mi Salvador; ¿qué quieres que haga?” Él los recibirá con bondad y los amará sin reservas. Perdonará abundantemente, pues es misericordioso y paciente, y no quiere que ninguno perezca...

      Nosotros, y todo lo que tenemos, pertenecemos a Dios. No deberíamos considerar un sacrificio el darle el afecto de nuestro corazón. El mismo corazón debería serle entregado como ofrenda voluntaria (The Youth’s Instructor, 8 de noviembre de 1900).

       Se requiere decisión

      Es peligroso detenerse para contemplar las ventajas de ceder a las sugerencias de Satanás. El pecado significa deshonra y ruina para toda persona que se entrega a él; pero es de naturaleza tal que ciega y engaña, y nos tentará con presentaciones lisonjeras. Si nos aventuramos en el terreno de Satanás, no hay seguridad de que seremos protegidos contra su poder. En cuanto sea posible, debemos cerrar todas las puertas por las cuales el tentador podría llegar hasta nosotros (El discurso maestro de Jesucristo, p. 100).

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      La verdadera conversión

       No se trata de sentimientos, sino de un cambio de vida

      Satanás induce a las personas a pensar que, porque han experimentado un arrobamiento de los sentimientos, están convertidas. Pero su vida no cambia. Sus actos siguen siendo los mismos de antes. Su vida no muestra buen fruto. Oran frecuente y largamente, y se refieren constantemente a los sentimientos que experimentaron en tal o cual ocasión. Pero no viven la nueva vida. Están engañados. Su experiencia no va más allá de los sentimientos. Edifican sobre arena, y cuando soplan vientos adversos, su casa se derrumba.

      Muchas pobres personas andan a tientas en las tinieblas, en busca de los sentimientos que otros dicen haber experimentado. Pasan por alto el hecho de que el creyente en Cristo debe obrar su propia salvación con temor y temblor. El pecador convicto tiene algo que hacer. Debe arrepentirse y manifestar verdadera fe.

      Cuando Cristo habla del nuevo corazón, se refiere a la mente, a la vida, al ser entero. Experimentar un cambio de corazón es apartar los afectos del mundo y fijarlos en Cristo. Tener un nuevo corazón es tener una mente nueva, nuevos propósitos, nuevos motivos. ¿Cuál es la señal de un corazón nuevo? Una vida transformada. Se produce día tras día, hora tras hora, una muerte del orgullo y el egoísmo.

       El carácter práctico de la religión genuina

      Algunos incurren en un gran error al suponer que una elevada profesión sustituye al verdadero servicio. Pero una religión que no es práctica, no es genuina. La verdadera conversión nos hace estrictamente honrados en nuestro trato con nuestros semejantes. Nos hace fieles en nuestro trabajo diario. Todo seguidor sincero de Cristo mostrará que la religión de la Biblia lo habilita para usar sus talentos en el servicio del Maestro.

       La vida santificada

      Hay quienes prestan atención a la verdad y se convencen de que han estado viviendo en oposición a Cristo. Se sienten condenados y se arrepienten de sus transgresiones. Confiando en los méritos de Cristo y poniendo por obra la verdadera fe en él, reciben el perdón del pecado. A medida que cesan de hacer el mal y aprenden a hacer el bien, crecen en la gracia y en el conocimiento de Dios. Ven que tienen que hacer sacrificios para separarse del mundo, y, después de calcular el costo, consideran todo como pérdida, con tal de ganar a Cristo. Se han alistado en el ejército de Cristo. Tienen delante una guerra, y la emprenden animosa y alegremente, luchando contra sus inclinaciones naturales y sus deseos egoístas y sometiendo su voluntad a la voluntad de Cristo. Buscan diariamente al Señor para que les dé gracia para obedecerle, y son fortalecidos y ayudados. Esta es verdadera conversión. El que ha recibido un nuevo corazón, confía en la ayuda de Cristo con humilde y agradecida dependencia. Revela en su vida el fruto de la justicia. Antes se amaba a sí mismo. Se deleitaba en el placer mundanal. Ahora su ídolo ha sido destronado y Dios reina supremo. Ahora odia los pecados que en otro tiempo amaba. Sigue firme y resueltamente por la senda de la santidad (The Youth’s Instructor, 26 de septiembre de 1901).

       Las cuerdas de Satanás

      Los rigores del deber y los placeres del pecado son las cuerdas con las que Satanás ata a los hombres en sus trampas. Sólo los que estén dispuestos a morir antes que cometer un mal acto, serán hallados fieles (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 50).

      22 Ezequiel 36:25, 26.

      23 Juan 3:7.

      24 Romanos 12:11.

      25 Mateo 5:48.

      

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