La Luz de la Esperanza. Janice Wicka

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La Luz de la Esperanza - Janice Wicka Colección Nueva Era

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      La lucidez nos lleva a despertar como

      parte real del Universo

      Pensar que la humanidad entera va a despertar de un momento a otro, puede ser una hermosa idea, otro sueño más, pero parece que no se corresponde con la realidad que vive actualmente el mundo, con la noticia de que tal vez no esté preparada, ni física, ni anímica ni espiritualmente, para hacerlo, porque su propio cuerpo animal sigue siendo ansioso, violento, carnívoro, fisiológico, reactivo; su mente está llena de falsos conocimientos, construcciones sociales y culturales, apegos y necesidades económicas, programaciones mediáticas y enseñanzas académicas que lo abocan a la dependencia mental y a la esclavitud laboral; y el espíritu ni siquiera se conoce ni se reconoce a sí mismo, porque se confunde con las falsas creencias, las religiones, y la dependencia de dioses, demonios, santos, héroes, guías, expertos, sabios, monjes, santos, con el alma atada a toda clase de prejuicios, guerras, odios, descalificaciones, donde el miedo y la comodidad se venden al mejor, o a cualquier, postor, y el verdadero espíritu brilla por su ausencia.

      Los númenes y las musas existen, son y están, pero no son seres superiores responsables de la humanidad.

      Claro que es más cómodo pensar que hay seres superiores que lo pueden todo, y que están ahí para destruirnos o para salvarnos, pero esta idea primitiva, dependiente y conveniente para las jerarquías terrestres, no tiene nada en común con el despertar, sino todo lo contrario, es decir, que el creer en seres superiores no es más que un sueño inducido dentro de otro sueño que no ayuda en nada a la humanidad ni a sus componentes individuales, a menos que se dediquen al negocio de las creencias y las religiones, que cobran por mantener al ser completa y perfectamente dormido, a sabiendas de la falsa placidez del sueño.

      Pero no todos los sueños son iguales, y tener sueños e ilusiones no es equivalente a estar “dormido” física, mental y espiritualmente, porque hay sueños lúcidos y creativos, dilucidadores y constructivos, con los cuales se puede nutrir a la mente, descubrir los insondables secretos de la ciencia y de la naturaleza, y crear nuevas realidades sólidas y positivas.

      Sueños lúcidos

      No hay que confundir el estar dormido y tener sueños vanos, e incluso pesadillas, con el soñar de forma despierta y lúcidamente.

      Soñar también es vivir

      Reflexión

      No hace falta ser iluso e irresponsable para soñar, para desear, para buscar, para investigar, para observar el mundo desde otra perspectiva. Lo que hacen los otros, aunque sean una inmensa mayoría, no tiene por qué ser lo único, lo normal, lo correcto, lo utilitario, lo material, porque la vida en sí, y mucho menos la existencia, es el sistema de valores en que nacemos, crecemos y vivimos, sino mucho más, como la poesía, como los sueños, como las ilusiones, como la imaginación.

      Meditación

      Descansa, haz la siesta, duerme ocho horas diarias, libera tu mente de lo cotidiano, de las obsesiones, de los falsos sueños, del ego, de la identidad transitoria, del nombre propio, de los malos pensamientos, de todo aquello que te moleste, haga daño o te lleve a la oscuridad. Sueña en libertad, vuela, deja que tu alma y tu espíritu disfruten de su propia existencia.

      Análisis

      Los sueños forman parte de la vida. Pasamos un tercio de nuestra presencia en este mundo durmiendo, y, por lo tanto, soñando, viajando más allá del espacio y del tiempo, viendo el futuro, creando la realidad cotidiana, cambiando el pasado, moviéndonos por esa cuarta dimensión que nos muestra a lo largo y a lo ancho las posibilidades de nuestra existencia. Sí, es posible que el mundo de los sueños sea completamente real y creativo, no renuncies a lo que te ofrece, disfrútalo, conviértelo en parte positiva y creadora de tu existencia.

      La verdad, la razón y la realidad

      La verdad es una, clara y concisa, pero casi siempre se mantiene oculta.

      La razón intenta encontrar o descubrir a la verdad, entenderla, comprenderla.

      La realidad es una creación, una construcción externa e interna, dura o blanda, que nos limita y encierra, o que nos ilumina y abre las puertas.

      Si no tuviéramos el don, o el defecto, de interpretar los que vemos, lo que oímos y lo que sentimos, tendríamos un acceso más fácil y directo hacia la verdad.

      A menudo sucede que las confundimos, las mezclamos y les damos nuevos valores y nuevos sentidos, creyendo, por ejemplo, que cada persona tiene su propia verdad, confundiendo la perspectiva relativa, la interpretación de los hechos y la opinión personal con la verdad.

      Cada cabeza es un mundo, pero la verdad inmanente está fuera de toda cabeza, eterna e inmutable.

      La razón, que todos llevamos dentro, es la capacidad de analizar, ver comparar, aceptar, rechazar, estudiar, conocer y aprender lo que sucede a nuestro alrededor y en nuestro interior.

      La razón busca la lógica de las cosas, pero a menudo se pierde en falacias lógicas, comparando, prejuzgando, impostando, presumiendo, suponiendo, deduciendo, para ahorrarse trabajo y ganarle sentido a las cosas.

      La razón pura, a decir de Kant, no existe, porque los seres humanos somos emocionales, celosos, competitivos, supersticiosos y vanidosos, que queremos tener la razón por encima de los demás, e incluso por encima de todas las cosas.

      Básicamente la razón busca la verdad, cierto, pero a menudo recorre demasiados senderos para llegar a ella y se pierde con facilidad.

      Lo peor de todo, es que muchas veces la razón no puede compartir sus frutos con los seres humanos, ni ellos pueden compartir sus razones unos con otros, y entonces deviene el conflicto, a veces creativo cuando se llega a un acuerdo final, y generalmente destructivo donde cada quien se queda con su propia razón al haber sido incapaz de compartirla o de imponerla al otro, a los demás.

      Entonces la razón se convierte en un arma arrojadiza, en un “yo sé y tú no sabes”, en supuesta ignorancia deleznable de la cual se acusan unos y otros, en un juego o en una guerra donde la razón desaparece de escena mientras los antagonistas se insultan y se pelean.

      La razón se empaña con las creencias, las suposiciones, las morales, el contexto, las tradiciones, las diferentes culturas, y, lo que debería funcionar para todos por ser razonable, no funciona para nadie.

      La razón pretende ser pragmática y útil, repetitiva y científica, epistémica y dilucidadora, clara y funcional, y lucha para apartar las sombras y conseguir mejorar su entorno, por lo que puede ser intensa y pasional, pero como requiere de esfuerzo, estudio, concentración, análisis y comprobación, también puede resultar tediosa, aburrida, demasiado difícil para afrontarla, cayendo fácilmente en la creencia o en el poder de los sabios y los expertos, únicos conocedores de la razón con la que deben guiar a los demás, convirtiendo a la razón en una simple creencia, dogma o ley que los demás aceptan o rechazan sin hacer la menor comprobación.

      Razonar o no razonar, he ahí el dilema.

      Todos y cada uno de los seres humanos, sobre todo individualmente o en grupos reducidos, tienen capacidad de razonar seria y profundamente, el problema surge cuando son demasiados para ponerse de acuerdo y el pensamiento individual y creativo se convierte en creencia de masa, donde la creencia emocional e irracional del grupo se convierte en inmediata realidad para el individuo.

      La

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