La Luz de la Esperanza. Janice Wicka

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La Luz de la Esperanza - Janice Wicka Colección Nueva Era

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¿cómo es posible que teniendo tantos defectos hayamos construido, inventado, descubierto y creado tantas y tantas maravillas?

      ¿Nos ayudaron los dioses?

      ¿Vinieron los extraterrestres a echarnos una mano?

      ¿O fue simplemente porque alguien en algún momento se decidió y dio el primer paso?

      Todo camino comienza dando el primer paso

      Reflexión

      A menudo se confunde el camino propio y personal de evolución, con los caminos que nos traza desde el nacimiento el sistema en el que vivimos, sea cual sea este sistema, pero en uno y otro caso de nada sirven los caminos si no se anda sobre ellos, si no se les recorre, si no se da el primer paso y se inicia la marcha. El mundo entero puede recorrerse a pie y la vida misma es un peregrinaje continuo que puede pasarnos por encima si no caminamos, ya que la falta de movimiento e iniciativa puede convertirnos fácilmente en piedras del camino en lugar de peregrinos en pos de una meta.

      Meditación

      Descálzate y pon las plantas de tus pies desnudos sobre la tierra. Concéntrate y siente cómo la energía de la Tierra sube, desde las plantas de tus pies, hacia las partes superiores de tu cuerpo, desde las piernas, ascendiendo por las caderas, el sexo, el torso, los brazos, la garganta, la frente, y, finalmente, la coronilla, para salir por este punto y conectarse con la energía de las estrellas del más lejano universo. Recorre este camino, atrévete a dar el primer paso.

      Análisis

      La rutina, el sedentarismo, la comodidad, la falta de metas, la ausencia o carencia de estímulos materiales, intelectuales o emotivos, pueden llevarnos a la dejadez, la cobardía, la negligencia, el miedo y la pereza espiritual. ¿Por qué luchar, buscar o moverse si todo está aparentemente bien y funciona regularmente? Sencillo, para que tu alma y tu espíritu no se conviertan en piedras que te arrastren, en lugar de que seas tú quien se ponga en movimiento.

      Como bien dice el maestro Jay Tatsay, nadie puede dar lo que no tiene, y nadie puede renunciar a lo que nunca ha tenido.

      La caridad empieza por casa.

      Si no tienes amor para dar, no puedes dar amor; y si no te amas a ti misma, si no te quieres, si no te cuidas, si no procuras por tu ser interno, el alma de tus manos está vacía, o llena de dolor y frustración, que es lo que puedes dar a los demás.

      Para coincidir, para compartir, para identificarte con los demás, antes debes identificarte contigo misma, ya que si no sientes empatía por ti, no puedes sentir empatía por los demás.

      Es cierto que todos tenemos mil defectos, pero también es cierto que tenemos mil virtudes.

      Cometemos muchos errores a lo largo de nuestra vida, pero también realizamos muchos aciertos.

      Podemos compartir penas y dolores, ayudarnos mutuamente, pero también podemos compartir gozos y alegrías.

      Por eso es importante aceptarse a una misma, pero no para insistir en el error, sino para superar nuestras carencias.

      La empatía no es solo la emocionalidad que pueda despertarnos el drama ajeno, sino el reconocimiento y la identificación real entre seres humanos, por lo que si no nos conocemos a nosotros mismos, si nos negamos a reconocer nuestros errores y nuestros aciertos, poco o nada vamos a encontrar en las personas que nos rodean.

      Para amar al prójimo como a ti misma, primero tienes que amarte a ti.

      Ámate a ti misma por sobre todas las cosas

      Reflexión

      El amor es una cosa esplendorosa que no debería llevarnos, de ninguna manera, al desamor, el desaliento y el sufrimiento. Amar a los demás en condiciones de estética y belleza, es fácil, pero amarlos en condiciones de aventura, drama, tragedia o reto, es todavía más sencillo, más sabroso, más excitante, más apasionado, y aún más si se nos prohíbe, porque confundimos el sexo y la adrenalina con eso que llaman amor, tanto porque así nos lo enseñan desde nuestra más tierna infancia, como porque nadie nos enseña a amarnos a nosotros mismos.

      Meditación

      Centra tu pensamiento en la frente y siente un pequeño vacío sobre ella, respira hondo y proyecta tu pensamiento hacia el interior de tu propia persona; revisa tus emociones y tus sentimientos, y cuestiónate cuáles y cuántos de ellos están dirigidos a ti, a tu ser, a tu persona. ¿Te quieres, te amas y te cuidas, o te dedicas a hacerte daño, a despreciarte, a maldecirte, a sufrir y a criticarte sin poner remedio? Y no solo es cuestión de comer sano o hacer ejercicio, sino de amar lo que sientes y lo que haces, de apreciarte y motivarte a ti antes que a nadie, porque solo si te aprecias a ti, podrás apreciar la vida, la existencia y a los demás.

      Análisis

      Si no te amas a ti mismo o a ti misma, no te engañes, no puedes amar a los demás, y confundirás el deseo de que te quieran y te aprecien tu pareja y los demás, engañando y sufriendo desengaños, con el verdadero amor que todo lo da y nada espera, porque en sí mismo es una fuente inagotable de dicha y felicidad. No esperes la perfección, ámate con todo y tus defectos, no practiques el intercambio amoroso contigo mismo, entrégate a tu propio ser sin resabios.

      Solidaridad y caridad

      La caridad a menudo es grosera, sobre todo cuando la persona que da lo hace desde una posición de privilegio y poder, y el que la recibe lo hace con alegría momentánea, pero con desconfianza.

      Nada es gratis en esta vida, y no solo desde el punto de vista económico o monetario, sino en el sentido de la más simple siembra, porque todo requiere una acción, un proceso y una recolección; nada se logra sin esfuerzo, aunque este sea mínimo e inteligente, porque incluso masticar y deglutir lo regalado requiere de acción y movimiento por el que come.

      La riqueza no se regala ni se roba, se distribuye.

      La caridad es jerárquica, mientras que la solidaridad es transversal y entre iguales.

      Recuerda, los dioses no son unos padres que lo solventan todo, sino unos hermanos con los que convivimos todos los días en una relación sana, solidaria e independiente.

      La caridad crea dependencia.

      La solidaridad crea lazos fuertes de independencia, porque se da en todos los sentidos, y no de arriba hacia abajo o de abajo hacia arriba en forma de falso agradecimiento y sumisión dependiente.

      Da parte de lo que tengas, coopera con lo que puedas cooperar, y recibe o pide solo lo que en realidad necesites y no puedas conseguir por tus medios.

      No ayudes a quien no lo necesita.

      No defiendas a quien se pueda defender.

      No protejas a quien se pueda proteger.

      No le des a la planta más agua de la que necesita.

      No hagas por los demás lo que ellos pueden hacer por sí mismos.

      Crece y deja crecer.

      La Luz de la Esperanza está disponible absolutamente para todos.

      IV: Los doce pasos de la vida

      Nacemos

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