Video Green. Крис Краус
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The way you wear your hat,
The way you sip your tea,
The memory of all that,
No, no! They can’t take that away from me!2
La casa de Martin en Binghamton era una construcción modestamente lujosa en una de esas subdivisiones bautizadas con el nombre de la cosa que el promotor inmobiliario tuvo que destruir. ¿Se llamaba Pradera de los Zorros, Escondrijo del Águila, o Cerro de los Castores? No lo recuerdo. Conocí a su hija en la cocina cuando bajé de su habitación por la mañana tambaleando por la escalera. Parecía notablemente madura para tener doce años y haber perdido a su madre hacía tan poco. Tenía esa omnipotencia irrepetible que llega a los doce años, cuando tienes la edad suficiente para observar el juego tal cual es pero no para estar involucrada en él. Martin había meditado mucho sobre la paternidad individual. Le había explicado que, como los niños, los adultos también invitan a amigos a dormir. Utilizaba su vida sexual como un medio para conectarse con su hija, y la alentaba a que lo ayudara a categorizar y puntuar a sus novias. Esas mujeres iban a ir y venir, pero ella siempre estaría allí.
Wallace Stevens escribió que “la imaginación es el poder que nos permite percibir lo normal en lo anormal, lo opuesto al caos, en el caos”. Bronk, por su parte, estaba bastante cómodo con el caos. Era fan del filósofo nihilista Arnold Schopenhauer; sus poemas regresan con claridad estremecedora a las epifanías desconcertantes del ingenio metafísico, entregado en bruto, sin adornos. Son poemas íntimos, aunque casi todos giran en torno a la intangibilidad. Bronk examina la luz y la forma como un doctor de pueblo explora a sus pacientes en busca de sarampión. Como el patricio de pueblo que era, entrega su rigurosa marca de ontología oscura con una pronunciación lenta y astuta. De hecho, tiene mucho más en común con William Burroughs que con Wallace Stevens.
La vida “personal” (es decir, sexual) de Bronk es un secreto bien guardado entre los amigos literarios de Glens Falls que le sobrevivieron. Sus amistades son bastante discretas al respecto. A pesar de que Bronk nunca se casó, apreciaba la compañía de mujeres. También le gustaba la compañía de hombres y muchachos. Hacia finales de la década de 1960, se hizo amigo de Lorin French y Dan Leavy, dos estudiantes de la escuela secundaria de Hudson Falls. Leavy, French y otros muchachos “no atléticos” fueron visitantes asiduos de su casa en Pearl Street. Gracias a la influencia de Bronk, Leavy y French se convirtieron los dos en artistas profesionales, y muchas de sus obras están incluidas en la colección.
Durante la década de los setenta, Bronk visitó Nueva York asiduamente. Frecuentaba mucho el Tin Angle, el bar en Bowery propiedad de Paul Pines. William Burroughs vivía del otro lado de la calle, en un loft llamado “el búnker”, y poetas jóvenes como Eileen Myles limpiaban las mesas. Paul Pines recuerda que Bronk era “muy escurridizo” en ese momento. Más adelante, Pines vendió el bar, se mudó al Caribe, se aburrió y se instaló en Hudson Falls. Pines recuerda las largas caminatas que él y Bronk daban a lo largo del sendero que bordea el río Hudson. Hablaban sin cesar de poesía y cultura y cosas personales. Bronk conocía los trapos sucios de cada casa por la que pasaban. Era un chismoso tremendo y atesoraba cada detalle de las vidas de sus vecinos, aunque como dice Pines, “sus poemas venían de otro lugar. No usaba esa información”.
La desaprobación de Martin de mi cabello y mi maquillaje realmente me molestó. Había ido a la peluquería en Los Ángeles; me había costado trescientos dólares. Me había maquillado (con productos MAC) en la última área de descanso de la autopista antes de Binghamton… hasta había investigado dónde quedaba la parada. Esa mañana, cuando su hija partió para la escuela, me dijo:
–Noto cierta ambigüedad de tu parte ante el sometimiento.
I’m a little lamb who’s lost in the wood
I know I could, could always be good
To someone who’ll watch over me
Although I may not be the man some girls
Think of as handsome
To her heart I’ll carry the key
Won’t you tell her please to
Put on some speed
Follow my lead
Oh how I need someone to watch over me3
De vuelta en casa, en Thurman, le envié un email a Martin. No hubo respuesta. Dejé un mensaje de voz. Cinco días después, me envió la foto tomada del video con la siguiente nota: ¿Qué música dirías que va bien con las imágenes de una mujer que tira de la cadena unida a sus pezones mientras desliza sus labios de arriba abajo por la polla de un amante?
Y en realidad, sí sentía cierta ambigüedad. No estaba tan interesada en el sexo; quería también hablar de poesía. Entonces, me pregunté por el placer de la esclavitud S/m. ¿Por qué mis pensamientos sobre William Bronk no podían ser tan placenteros como un par de labios alrededor de su polla?
En Francia, hay una organización a la vez formal e informal que se encarga de la perpetuación de la obra de un artista muerto conocida como Sociedades de los amigos. Constituida jurídicamente como una sociedad de responsabilidad limitada, Societés des amis reúne las obras inéditas, la correspondencia, los diarios y los cuadernos del escritor fallecido. Recaban recuerdos y tributos sus miembros y el resto de sus amigos y colegas. Buscan notas tomadas por antiguos estudiantes en las conferencias del amigo muerto, y archivan todas las reseñas críticas que aparecieron sobre su trabajo mientras vivía. Luego, publican todo este material en una edición limitada conocida como los cahiers, que pueden servir de base, en el futuro, para nuevas publicaciones. Estos amigos suelen ser escritores también, y realizan el trabajo sin recibir honorarios. Las Societés existen para mantener viva la memoria de un artista, y asegurar que su obra sea preservada y transmitida en el futuro.
¿Por qué hacen esto los amigos? Solo puede ser porque creen que, de alguna forma, la vida y el trabajo del amigo les pertenece… que a pesar de su singularidad, la obra del amigo muerto no ocurrió en soledad. Esa muerte habla de ellos porque compartieron un lugar en el tiempo. De esta forma, la reputación póstuma del escritor es creada por sus amigos a través de la actividad colectiva. Esta práctica, por supuesto, implica una creencia en la continuidad…
Cuatro meses después de la muerte de Bronk, antes de que la casa se vendiera, Sheldon Hurst, Paul Pines y el hijo de Pines entraron en ella para documentar todo con una cámara de video. A Hurst, Bronk le había confiado la conservación de su colección de arte, y quería estar seguro de poder recordar cómo estaban colgadas las obras. Los tres deseaban además recordar la casa de su amigo tal y como había sido antes de que él muriera. Hurst me prestó la cinta. Parecía