Damas de Manhattan. Pilar Tejera Osuna
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![Damas de Manhattan - Pilar Tejera Osuna Damas de Manhattan - Pilar Tejera Osuna Mujeres en la Historia](/cover_pre663382.jpg)
Para dar servicio a la riqueza multicultural del distrito, en 2004 la Henry Street School for International Studies abrió sus puertas en el número 220. Asimismo, la escuela Inferior Henry Street School (para estudiantes infantiles) recibe en sus aulas a alumnos procedentes del Bronx, Manhattan, Brooklyn y Queens. La escuela cuenta con el apoyo de la Sociedad de Asia y la Fundación Bill y Melinda Gates. Como decíamos, una típica calle neoyorquina con todos los ingredientes de esta cosmopolita ciudad.
Pero el barrio no fue siempre tan apacible, tan prometedor ni tan limpio como lo vemos hoy. Las pésimas condiciones de vida de los inmigrantes hacinados en viviendas miserables llevaron a una mujer a ponerse manos a la obra y fundar, en esta calle, un centro para ayudar a los necesitados. La institución, que aún sigue en pie y desarrolla todo tipo de programas sociales, fue toda una leyenda y es motivo de orgullo no solo de los vecinos que se benefician de él, sino de la ciudad de Nueva York.
Corría el año 1889 y Lillian Wald, con veintidós años recién cumplidos, aterrizaba en Manhattan para asistir a la Escuela de Enfermería del Hospital de Nueva York. Descendiente de una familia de profesionales judíos de origen alemán y criada en una vida de privilegios en su Cincinnati natal, no le pasó desapercibido el inframundo que poblaba el Lower Manhattan. La zona se había convertido en una especie de torre de babel. Italianos, irlandeses, alemanes, judíos y más tarde los chinos, habían ido tejiendo un mapa multicultural y racial manteniendo intactos sus vínculos con sus puntos de origen. Lenguas y modos de vida dispares, costumbres alimenticias, usos y costumbres, religiones y hasta sistemas policiales diferentes regían el Lower Manhattan dividido en auténticos guetos tan dispares como peligrosos. A ello se sumaba la pobreza que había ido minando la zona. Las enfermedades y el hacinamiento en tenements o habitáculos interiores compartidos por varias familias eran habituales. Los niños descalzos y desnutridos, las calles transformadas en barrizales, la explotación en las fábricas y los malos olores caracterizaban aquellas deprimidas barriadas.
Tras graduarse en 1891, Lillian Wald completó su formación en el Colegio de Medicina de la Mujer. Durante un tiempo compaginó sus estudios trabajando en el Asilo Juvenil de Nueva York, un orfanato donde las condiciones sanitarias eran nefastas. Aquella experiencia supuso un punto de inflexión en su vida. Dos años después de su llegada a Nueva York decidió dejar la escuela de medicina para inculcar nociones de enfermería a las familias inmigrantes del Lower East Side. Empezó haciéndolo en la Escuela Técnica Hebrea para Niñas al tiempo que visitaba y atendía a los enfermos hacinados en la zona. Pero al comprender que necesitaba estar más cerca de los pacientes se mudó, junto con otra enfermera, Mary Brewster, a una espartana habitación de un edificio de viviendas situada en la calle Jefferson. Pasado un tiempo se animaron a comprar un apartamento en el 265 de Henry Street. Aquello fue posible gracias al apoyo de un banquero y filántropo judío, Jacob Schiff, con gran interés en que se prestara ayuda a los «pobres judíos rusos» llegados a la ciudad.
Las cosas marchaban bien y en un momento dado Lillian Wald decidió abogar por los estudios de enfermería en las escuelas públicas. A partir de aquel momento, las cosas cambiaron para siempre en la ciudad de Nueva York y en el país entero. Fue la primera en acuñar el término: «enfermera de salud pública».
Había asomado la cabeza en un mundo hasta entonces inexistente y sus iniciativas no cayeron en saco roto. La Junta de Salud de Nueva York decidió apoyar la creación de la Organización Nacional de Enfermería, la primera del mundo y que Lillian Wald llegaría a presidir.
Pero su sueño era sacar adelante un centro que ofreciera, además de atención médica, servicios sociales y educación en materias que iban desde la lengua inglesa hasta la música. Después de trabajar duramente en el proyecto, el Henry Street Settlemen abrió sus puertas en 1893. La iniciativa contó también con los fondos de Jacob Schiff.
Como si los ojos del barrio se hubieran abierto a las posibilidades de mejorar las cosas, se produjeron más cambios. En 1902, nueve años después de su fundación, el Henry Street Settlement acondicionó uno de los primeros parques infantiles de la ciudad de Nueva York en el patio trasero del edificio para ofrecer un ambiente seguro donde jugar a los niños de las calles. Ese mismo año se financió también la primera escuela pública de enfermeras de la ciudad de Nueva York. El crecimiento del proyecto fue imparable. En 1906, el centro contaba con 27 enfermeras y atrajo nuevos apoyos financieros. Siete años después, contaba con siete edificios repartidos a lo largo de Henry Street así como dos centros satélite con tres mil miembros en sus clases; 92 enfermeras que realizaban anualmente doscientas mil visitas a domicilio. Todo un lujo a principios de siglo.
Había tanto por hacer que a Lillian Wald no le daban los días ni las horas. Se interesó también por el desempleo, los desahucios, la capacitación de las comadronas, la situación de los niños que no iban a la escuela por defectos físicos, el trabajo infantil y hasta por las condiciones laborales de las empleadas en los comercios y las fábricas. Fue precisamente esa apertura de miras, esa camaradería con las enfermeras que le ayudaron a poner en marcha sus iniciativas, lo que tal vez la llevó a establecer relaciones tanto románticas como platónicas con otras mujeres. De ellas obtenía apoyo, consejos y una valiosa inspiración. Entre ellas, la abogada Helen Arthur y Mabel Hyde Kittredge, que la ayudaron en el programa para servir almuerzos en escuelas públicas.
Lillian Wald estuvo a cargo del Henry Street Settlement hasta 1933. Durante sus cuarenta años al frente impulsó campañas de reforma social, de salud pública y de antimilitarismo, así como una cruzada por los derechos humanos. Fue una de las grandes reformistas de la ciudad y una fuente de inspiración para las progresistas. Algunas de sus innovaciones, como la creación de parques infantiles y los programas de almuerzos escolares, redefinieron la educación en todo el país.
Mucho antes de que las grandes instituciones filantrópicas se crearan a lo largo y ancho del país, Lillian Wald ayudó a fundar la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color, la Oficina de Niños de los Estados Unidos, el Comité Nacional de Trabajo Infantil y la Liga Nacional de Sindicatos Femeninos. También se le debe la Escuela de Enfermería de la Universidad de Columbia. Además de todo ello, puso en marcha los seguros de enfermería gracias al acuerdo alcanzado con la Metropolitan Life Insurance Company.
Aunque el Servicio de Enfermeras a Domicilio de Nueva York se disolvió en 1944, la iniciativa fue pionera. Brindó a muchas mujeres una oportunidad a través de la formación y el empleo. Gracias a ello pudieron tener una carrera y su propia riqueza, al margen de sus esposos o de sus familiares, trabajando fuera casa.
El edificio de ladrillo rojo de Henry Street aún se mantiene en pie y sus programas siguen ayudando a cientos de familias.
CUESTIÓN DE PERSONALIDAD
LINA ASTOR
(1830-1908)
El nacimiento del Waldorf Astoria
La 5.ª Avenida es, entre otras muchas cosas, el escenario central en el que transcurre la novela de Edith Wharton: La edad de la inocencia, obra que le valió a su autora el Premio Pulitzer en 1920. En ella se describe la élite social que vivió en Nueva York en los años 1870, ofreciendo un retrato de algunas de las familias aristócratas de Manhattan de finales de siglo. En esta amplia avenida, concretamente en su intersección con la calle 33, se abrió el primer hotel de Nueva York, el Waldorf Hotel —de trece pisos y cuatrocientas cincuenta habitaciones—, el 13 de marzo de 1893, en el sitio donde el multimillonario William Waldorf Astor había tenido su mansión. Su creación se debió a una rencilla familiar en la que tuvo mucho que ver su tía, Caroline «Lina» Schermerhorn Astor, una de esas grandes figuras