Claves para atravesar la tormenta. Cecilia Lavalle Torres

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Claves para atravesar la tormenta - Cecilia Lavalle Torres

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       Hay días

       Gracias a la vida

       Tiempo de aprendizaje

       Recordar

       El bosque

       Estrenos

       No me lea

       Un día cualquiera

       La vida sigue

       Un guiño de la vida

       Agradecimientos

       Faros que guiaron mi travesía

      Cecilia Lavalle Torres es feminista, periodista egresada de la UNAM, esposa y madre. Radica en Quintana Roo, México.

      Conferencista y capacitadora en derechos humanos de las mujeres es, asimismo, columnista en el Siglo de Torreón y en CIMACNOTICIAS, la agencia periodística con perspectiva de género más importante del país.

      Es autora de un libro de entrevistas y reportajes, de tres libros respecto a la participación política de las mujeres, y de varios manuales de capacitación en temas de igualdad de mujeres y hombres.

      Su labor ha sido reconocida con el Premio Nacional de Periodismo Educativo y en 2010 fue nombrada Mujer Quintanarroense Destacada del Año.

      Página web: cecilialavalle.com

      Facebook: Cecilia Lavalle | @cecilavalle

      D. R. © Cecilia Lavalle Torres

      ISBN: 978-607-8676-34-7

      Editorial Página Seis, S.A. de C.V.

      Teotihuacan 345, Ciudad del Sol,

      CP 45050, Zapopan, Jalisco

      Tels. (33) 3657 3786 y 3657 5045

      www.pagina6.com.mx • [email protected]

      Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, sin autorización previa y por escrito de la autora. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

      Diseño de portada y contraportada: Talía Caraveo Lavalle

      Diseño de interiores y maquetación: Talía Caraveo Lavalle

      Fotografía de la autora: Carlos Caraveo Gómez

      Ilustraciones de interiores: Anahí Echeverría Díaz, Mireya Tejeda Chalé y María José Pérez Puga

      Se editó para publicación digital en junio de 2020.

      A mi hijo Alejandro

      Uno de mis grandes maestros

      ¿Para quiénes son estas letras?

      Me parece que vivimos un gran duelo. Un duelo global, que se suma a nuestros duelos –así, en plural– personales.

      En términos generales se vive un duelo cuando sentimos sufrimiento por la pérdida. Se suele relacionar el duelo únicamente con el dolor por la muerte de alguien que amamos. Pero hay quienes incluyen en este concepto el dolor por distintas pérdidas, incluidas aquellas que podemos considerar positivas, como cambiarnos a una casa más linda o a un mejor empleo; porque de todas maneras puede haber dolor en lo que se deja, en lo que se suelta.

      La pandemia por COVID-19 nos ha representado pérdidas a distintos niveles. Para empezar, hemos perdido las certezas. Sean éstas las que hayan sido. Millones han perdido su empleo. Muchas personas han perdido su patrimonio precario y frágil, o dura y largamente construido. Muchísimas han perdido a seres que aman. Y, a veces, varias pérdidas se han sumado.

      Por eso creo que vivimos un gran duelo.

      Escribo este libro en pleno confinamiento, pensando en las miles de personas que hoy viven el duelo en medio mundo.

      No soy psicóloga ni psiquiatra. No soy terapeuta ni tanatóloga. No tengo ninguna acreditación académica que avale mis conocimientos respecto al duelo. Soy, eso sí, una mujer de 59 años que vive su duelo.

      Hace tres años murió Alejandro, mi hijo mayor, de un cáncer repentino y voraz. A sus 30 años lo tomó por sorpresa y se llevó su vida en ocho meses, tras quimioterapias devastadoras, una cirugía, radiaciones y más quimioterapias devastadoras.

      Su enfermedad y su muerte representaron un enorme golpe para toda la familia: la suya (se acababa de casar), la nuestra (formada por su padre, su hermana menor y por mí), y las extendidas (abuela, tías, tíos, primas, primos). También para sus muchos amigos y amigas.

      A lo largo de ese proceso, pero en especial tras su muerte, no fue sencillo encontrar información respecto al duelo. Información, quiero decir, que me abrazara con el corazón.

      Yo buscaba reflexiones de personas que hubieran navegado por las aguas por donde yo navegaba; quería saber si sentían algo parecido a lo que yo sentía; quería saber qué habían hecho en tal o cual caso; y, claro, quería respuestas a preguntas varias, entre ellas: ¿es normal que me sienta como me siento?, ¿cuánto dura el dolor?, ¿algún día dejaré de estar triste?, ¿podré volver a sentirme feliz?

      Encontré algunos textos. Pocos. En general he debido guiarme por mi intuición o por aprendizajes hechos en otros momentos. Mis mejores aliadas en este proceso fueron las palabras.

      Desde que tengo memoria, las palabras han sido mi principal asidero. Profesionalmente escribo artículos de opinión hace más de 20 años, y siempre tengo a mi lado un cuaderno en el que anoto de todo: un número telefónico, la lista del supermercado o apuntes personales.

      Mi duelo ha sido fuente de reflexiones y enormes aprendizajes. Aprendizajes que no quería, por supuesto. Que no buscaba, desde luego. Pero que tuve que elaborar, asimilar, muy a mi pesar

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