Claves para atravesar la tormenta. Cecilia Lavalle Torres
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En estas circunstancias, suele haber sobre exigencias al cuerpo, al ánimo, a la energía. El trabajo físico y emocional aumenta. Y a estas alturas es posible sentirse cerca de un punto de agotamiento.
Tras cinco quimioterapias y 30 kilos menos en apenas cuatro meses, decidieron operar el tumor que crecía, sin inmutarse, en el cuerpo de mi hijo. Y lo que al principio pareció una buena idea, dio lugar primero, sólo a dolor y más dolor; y después, a tumores y más tumores.
En mi experiencia, cuando llueve sobre mojado varias emociones se empiezan a disputar el terreno. El enojo, la tristeza, la desesperanza. Y se reavivan otras, el miedo y la angustia que, no se habían ido, apenas estaban agazapadas a muy duras penas.
Las Claves en esta etapa se pueden resumir en andar con cuidado, como si se caminara sobre cristales.
Tome distancia
Las palabras son poderosas. Deben cuidarse.
Lo que piense y lo que siente, no se lo guarde. Escríbalo. O háblelo con la mejor y más serena de sus amistades. Sáquelo de su cabeza y de su corazón. Pero debe extremar precauciones, en especial con la gente que ama.
En este punto de la tormenta, la sensibilidad aumenta en forma proporcional a la disminución de la tolerancia. Pequeños detalles que antes podíamos pasar por alto, ahora pueden dar lugar a una
escaramuza verbal.
Yo recuerdo haber estado muy enojada. Con cualquier ente superior que me escuchara, claro. Me parecía terriblemente injusto que mi hijo tuviera cáncer. Pero también estaba enojada con seres terrenales. Con mi nuera, por ejemplo, porque hacía o no hacía las cosas de cierta manera (es decir, a mi manera). Con mi hijo, porque no tomaba decisiones que a mí me parecían las correctas. Con mi esposo, porque hacía o no hacía lo que fuera.
La Clave fue tomar distancia.
En esta etapa yo pude hablar con dos de mis amigas sabias: Lía y Celina, que me escucharon sin interrumpir, recibieron todo mi enojo y frustración sin juzgar. Y, luego, dejaron ahí, casi como por descuido, algunas palabras sabias.
Eso me permitió desahogarme, claro. Pero también evitó que al desastre que la tormenta ya causaba, se sumara el que yo podía haber causado con mis palabras llenas de enojo.
Es útil no olvidar que todas las personas involucradas viven su proceso de maneras únicas. Como pueden. A veces, lo mejor que se puede.
Entonces, si la “olla de presión” silba, tome distancia. Físicamente si es posible. Cambie de habitación, tome un café o un té, tome un baño largo, haga al menos diez respiraciones largas, de esas que duran cinco tiempos, salga a caminar.
Durante la infancia de mi hijo y mi hija, cuando cualquier integrante de la familia se enojaba mucho, utilizábamos las palabras “Tiempo fuera”. Cualquiera podía invocarlas. Y debíamos retirarnos a otro espacio. Todos.
Mi sugerencia es: si no pudo tomar distancia antes de llegado el punto de ebullición, invoque el Tiempo fuera. Las tormentas siempre se pueden poner peor innecesariamente.
Descanse
A menudo a estas alturas ya hay un cansancio físico considerable. Y dado que en estos momentos la sensibilidad es la primera que brinca para ponerse a cargo del timón, lo mejor que puede hacer para bajar la presión es descansar.
Tome media hora, una hora, lo que le sea posible; todos los días, o cuando pueda, para hacer algo que usted disfruta. Lo que sea. Y descanse sin culpa. La culpa nunca sirve para nada, pero en estos momentos es como una chinche, molestosa e inútil.
De igual modo, haga lo imposible por dormir bien.
Si la pérdida de salud es la causa de la tormenta, la Clave es la misma. Pero el mensaje tiene especial dedicatoria si es usted quien cuida.
La persona cuidadora suele descuidarse a sí misma. No hay tiempo ni energía ni cabeza ni corazón para cuidarse. Entonces, debemos estar muy conscientes que descansar no es un lujo, es una prioridad.
En la medida de lo imposible busque con quien compartir los cuidados. Descansar permitirá que reponga energía y tenga claridad para lo que sea que deparen las siguientes horas o el siguiente día.
Para dormir bien, tomé un té, haga yoga, medite, oiga música relajante, o todo junto. Si es necesario consulte a su especialista y recurra a medicina natural, homeopática o alopática.
Haga lo que necesite hacer. La Clave es tener periodos regulares de descanso y dormir bien. Porque las tormentas son como pruebas de resistencia, no de velocidad. Así que necesitamos estar en las mejores condiciones mientras dure la tormenta.
Flote
Mi amiga Tere decía que en épocas de crisis había que flotar, como un corchito, y dejar que la corriente de agua nos llevara a la salida.
Su Clave a mí me ha sido útil muchas veces en la vida. Pero en este proceso aprendí algo más al respecto.
Flotar no significa desfallecer. Flotar requiere suficiente esfuerzo para no hundirse y, a la vez, para permitir que la corriente de agua haga su trabajo.
Flotar implica aguzar los sentidos, pero desde un estado más calmo.
Flotar permite escuchar la voz interior, escuchar la intuición.
Flotar exige soltar. Reconocer que en las tormentas hay aspectos que están en nuestras manos, y muchos otros que no. Y si ya nos hacemos cargo de lo que sí está en nuestras manos, entonces debemos soltar todo lo que no lo está, pero que cargamos como si lo estuviera.
Y flotar también obliga a confiar. Confiar en que saldremos de la tormenta. En que “esto también pasará”, como señala el mensaje del cuento Sufi.
La tormenta terminará. Sin duda. Aún no sabemos cómo ni cuándo. Pero terminará. Por eso hay momentos en que la Clave es sólo flotar.
Cuando llueve sobre mojado:
• Tome distancia
• Descanse
• Flote
Las horas más oscuras
A veces, la tormenta pasa después de hacerle un gran boquete a nuestra barca; pero no hay naufragio, o no tendremos problemas para llegar a la playa. Otras, lo ya vivido sólo fue el anticipo de horas más oscuras.
Las horas más oscuras llegan cuando estamos en pleno duelo. No es una anticipación. La pérdida