Claves para atravesar la tormenta. Cecilia Lavalle Torres
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Cuando la tormenta comienza:
• Respire
• Muévase, pero no demasiado
• Guarde silencio, pero no mucho
Cuando arrecia la tormenta
A quienes se nos anunció la tormenta, nos corresponde vivir un proceso, más o menos largo, en el que habrá etapas de mucha angustia, mezclada con periodos de tranquilidad; o de intenso trabajo físico, intercalado con etapas de larga espera.
En este punto ya llueve a cántaros, estamos sorteando olas grandes y pequeñas, nuestro afán es sujetar el timón de la mejor manera posible y no entrar en pánico o caer en la desesperanza.
Para Alex, lo que en principio sería una sesión de quimioterapia “sin las consecuencias que se ven en las películas”, fueron en realidad cinco, con reacciones como las que se ven en las películas.
Para su padre y para mí, lo que serían quince días en Estados Unidos se convirtieron rápidamente en “no sé cuánto tiempo nos necesite”, e implicó reorganizar nuestra vida de punta a punta: buscar amistades que suplieran algunas de nuestras tareas, realizar labores en línea, delegar lo delegable y controlar lo controlable a distancia.
Mis aprendizajes en esta etapa se relacionan con la actitud; pero, sobre todo, con la importancia de la perspectiva que asumimos.
Vaya un día a la vez
Lo que vivimos puede ser muy abrumador: familiares o amistades con COVID-19, acaso en el hospital, o con otras enfermedades como cáncer, o padeciendo las quimioterapias, o enfrentando una operación riesgosa; o un divorcio, que nuestra hija o hijo abandonen el nido para vivir su propia vida, la pérdida del empleo, el cierre de nuestro negocio, la jubilación no deseada (incluso la deseada). En fin, las razones pueden ser muchas y de distinta naturaleza, pero el punto de coincidencia es que nos resulta abrumador.
En mi experiencia, en busca de certezas miramos a largo plazo y, dado que el escenario no es alentador, aparecen en escena las fantasías catastróficas, que pueden ser terribles (a veces, nuestra imaginación no tiene límites).
Es posible que lo que pensamos tenga ciertas dosis de posibilidades reales, pero en este punto aparecen con lentes de aumento, y eso puede paralizarnos.
Mi amiga Lía me dio esta Clave: “Un día a la vez”.
Cobró significado lo que mi abuela decía: “a cada día su afán”.
Entonces, no se pregunte: ¿Qué voy a hacer? ¿Qué va a ser de mí? Cambie esas preguntas por estas: ¿Qué voy a hacer hoy? ¿Qué va a ser de mí hoy? Sólo hoy.
Si necesita planificar, mi sugerencia es que sea a corto plazo, y que las ideas terminen con la pregunta: ¿Qué tengo que hacer hoy? No en una semana, no en un mes. Hoy.
Y cada vez que se pregunte con angustia: ¿Qué voy a hacer? Piense sólo en lo que puede hacer hoy.
Esta Clave para mí fue fundamental en momentos en que requería, no sólo de toda mi entereza, sino también de la mayor claridad que fuera posible.
Aprendí también que, si la situación se complica por cualquier motivo, es muy útil reducir el plazo. ¿Qué tengo que hacer en la siguiente media hora?
La sola pregunta ayuda a centrarse en el aquí y ahora, y le resta poder a la angustia, porque ésta crece en la incertidumbre; y las certezas, así sean pequeñitas, actúan como un buen antídoto.
Dosifique la información
Sugiero ver noticias en dosis moderadas y precisas, como si fuera un antibiótico de última generación.
Esta Clave aplica para enfermedades graves, como el cáncer (en particular si se trata de un tipo poco común, como fue el caso de mi hijo); pero también para asuntos económicos o de cualquier otra índole.
Sin la experiencia necesaria podemos sumergirnos en el ciberespacio y pasar de noticias malas a peores, falsas y de regreso. Hay una enorme cantidad de datos cuya veracidad no somos capaces de distinguir o traducir a un lenguaje que nos sea comprensible y útil. De modo que podemos pasar muchas horas buscando faros para terminar con más oscuridad, más angustia, más miedo.
Si necesita información, pregunte a alguien que considere que tiene más experiencia en el tema, o delegue la búsqueda en alguien de su confianza que esté en posibilidades de tener mayor objetividad.
En cualquier caso, tiene que precisar qué es lo que está dispuesta a escuchar. ¿Quiere sólo las buenas noticias? Entonces pida que sólo le informen si hay buenas noticias. ¿Quiere la verdad pura y dura? Dígalo también. Las personas a quienes preguntamos deben saber qué parte estamos dispuestas a escuchar.
Y que conste que puede haber personas capaces de decir esa verdad de manera suave (son las mejores), pero hay otras que la sueltan como fardo que les pesa.
Si usted, como yo, es de las personas que quiere la verdad, sea cual sea, debe preparase para recibirla incluso si no es de la mejor manera.
Con respecto a la pandemia que vivimos, mi Clave ha sido la misma: Dosificar las noticias.
Una vez que tenemos la información necesaria y, sobre todo, tenemos claridad en lo que nos corresponde hacer, lo demás debemos dosificarlo.
No necesitamos saber cada ínfimo detalle del virus, a menos que se forme parte de las personas especialistas en virología o epidemiología. No necesitamos saber más sobre métodos de intubación y riesgos, a menos que seamos especialistas en medicina intensiva o algo similar y vayamos a estar en esa línea de atención. No necesitamos saber cada detalle de casi todo, a menos que seamos periodistas cubriendo esa información.
Si usted no está en el centro de operaciones o en el de toma de decisiones, ni tiene la capacidad para influir en ellos, dosifique las noticias. A mayor exposición mayor angustia.
Elija lo mejor
En general se nos da muy bien el fatalismo. Con el COVID-19, si nos dicen que 80% de la población se contagiará, ¿por qué pensamos que formaremos parte de ese porcentaje, y no del 20% que NO se enfermará? Si hay un 80% de posibilidades de pasarlo sin problemas en casa, ¿por qué nos pensamos de inmediato en una cama de hospital?
Mi Clave es que, si hay opciones, elija la mejor. Siempre. Aún en los momentos más duros, de toda la gama elija lo mejor.