Anti América. T. K. Falco
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Se tocó la cabeza mientras intentaba parecer amable y en control. ”Hola”.
Él le hizo señas con su mano derecha. “Detente ahí mismo. No te muevas”.
Sus músculos se pusieron rígidos. Su primer impulso fue obedecer su orden, pero su sentido común pesó más y entonces corrió en la dirección opuesta.
“¡Dije que no te movieras!” Gritó.
Al llegar al signo rojo de la salida, abrió la puerta rápidamente, se aferró a la barandilla y corrió escaleras abajo. Al cerrarse las puertas encima de ella cesaron el sonido de los fuertes pasos y los gritos desde el pasillo. Para cuando la persona que la perseguía entró a las escaleras, ella estaba llegando al último descanso. Al llegar a la planta baja, se lanzó hacia la puerta que tenía en frente.
Una ráfaga de aire húmedo le golpeó la cara cuando corrió hacia el estacionamiento. La entrada para los autos se encontraba en el extremo opuesto. Fue directo hacia la puerta de salida a su derecha, cuando giró el mango de la puerta, esta se movió apenas unas pocas pulgadas, algo la trancaba del otro lado.
Retrocedió algunos pasos para lanzarse fuertemente contra la puerta con sus hombros. Afuera, una rubia con cola de caballo, camisa de vestir blanca y pantalones oscuros trataba de recuperar el equilibrio. La mujer la miró como si ella estuviera tratando de atacarla también. Alanna tenía que actuar rápido antes que el calvo la alcanzara.
Cola de caballo estaba boquiabierta cuando ella estiró su brazo derecho “Ni siquiera lo pienses”. Demasiado tarde.
Alanna se le fue encima, lanzándola a la grama. Mientras corría hacia la vereda de concreto contigua, la mujer gritaba en frustración. Alanna siguió la hilera de palmeras frente a la marina a la izquierda del frente del edificio. En esta sección de Brickell rascacielos y concreto se encontraban frente a la bahía. Había poco tránsito en la calle y no había gente en la acera.
Estaba a campo abierto. El Kia de Brayden estaba a una cuadra de donde ella estaba, giró a la derecha en la esquina corriendo a toda velocidad con una sonrisa en los labios. La adrenalina la golpeaba como una droga. En la intersección su cabeza giró hacia el otro lado de la calle. Una van azul aceleraba por la calle unas pocas cuadra más adelante.
La calle donde Brayden se había estacionado apareció frente a ella. Si corría hacia su carro podían salir de allí en un minuto, pero no podía hacerlo. Suponía que quienes la perseguían eran policías o agentes federales; de ninguna manera lo iba a arrastrar hasta su desastre. Miró hacia adelante y siguió corriendo en la misma dirección.
Cuando Alanna volteó hacia atrás, vio al calvo que corría frente a la Cola de caballo. Necesitaba un lugar donde esconderse. En la calle siguiente, un estacionamiento vacío y un restaurante cerrado estaban a su derecha, y a su izquierda un rascacielos y una calle ciega, más adelante habían más calles. Corrió hacia el estacionamiento esperando poder esconderse detrás del restaurante.
Después de rodear la esquina se detuvo para secarse el sudor de la frente. Al lado estaba una pared blanca de madera demasiada alta para treparla, al otro lado había grandes árboles y un edificio de oficinas de ladrillos marrones. Tiró sus ganzúas en el árbol más cercano a ella, era la evidencia de su irrupción en el apartamento que podía ser usada para incriminarla. Una vez que sus preciosos recuerdos desaparecieron entre las hojas, apretó los dientes y continuó su escape.
Cortó a través del asfalto del estacionamiento. El sonido de las pisadas se acercaba. Estaba a medio camino del restaurante cuando comenzó a perder el aliento, sus pulmones, que le quemaban la forzaron a disminuir el paso. Poco después fue arrastrada por dos poderosos brazos que la tomaron por la cintura. Su cuerpo fue lanzado con fuerza contra el suelo del estacionamiento.
Todo su lado izquierdo latía con dolor. El pavimento le raspaba la mejilla a medida que jadeaba buscando aire. Su atacante se paró ante ella. Sus costillas golpeadas y su pierna y el codo raspados la hacían contraerse de dolor mientras trataba de levantarse, al girar su cabeza hacia arriba el calvo le clavó la rodilla en la espalda, Colapsó bajo la fuerza bruta.
Después de yacer boca abajo y quejándose en voz alta por un corto tiempo, se levantó una vez más. Su peso la empujó hacia abajo hasta que su cuerpo quedó extendido. Gente gritó detrás de ella. Toda su esperanza desapareció cuando vio a la Cola de caballo y dos tipos más corriendo hacia ella. El mundo entero se le vino encima.
“¡Quítenseme de encima, maldición!” Gritó.
Un dolor agudo atravesó la cuenca de su hombro izquierdo cuando su brazo fue forzado detrás de su espalda. Un aro de metal le sujetó la muñeca y luego hizo lo mismo con su brazo izquierdo. Luchó hasta que no pudo soportar las esposas hundiéndose en su piel. La sangre le latía en la cabeza. Cerró los ojos para bloquear la agonía y los gritos de sus captores. Lo siento papá. Te decepcioné – de nuevo.
2
SUPLANTACIÓN DE IDENTIDAD EN LA RED (PHISHING)
La gente te exprimirá si se lo permites. Prométeme que no terminarás indefensa como yo, una víctima.
Su padre sostenía una botella de whisky en la mano cuando ella le dio su palabra a los once años. Borracho o no, decía la verdad. Cuando llegó a Miami por primera vez fue testigo de cuánta razón había tenido su padre. Malvivientes se alineaban buscando fugitivos cómo ella para enviciarlas en drogas fuertes. Explotándolos hasta que ya no les sirviesen. A ella le fue mejor que a la mayoría.
Ahora su suerte se había acabado. Llevaba más de una hora sentada sin hacer nada en una fría sala de interrogatorios. El calvo le había leído sus derechos mientras le aplastaba la espalda. Después de recibir instrucciones de Cola de caballo, él y un tipo de cabello gris la empujaron en el asiento trasero de un auto del FBI y la habían llevado a su oficina del centro de Miami.
Le confiscaron el bolso con dinero en efectivo y su identificación. Su nombre, foto, huellas dactilares y ADN fueron registrados en su base de datos. Estaba en el sistema de identificación del FBI oficialmente. Era lo último que necesitaba y seguro que lo que vendría sería peor. Ella se burló de su reflejo en el espejo en la pared gris mientras golpeaba su pie en el suelo de baldosas negras. Si los federales la espiaban, era una forma de hacerles saber que estaba harta de esperar.
Los agentes que la arrestaron se llamaban a sí mismos FCCU, Unidad Federal de Delitos Cibernéticos (Federal Cyber Crimes Unit, por sus siglas en inglés). Era la primera vez que había oído hablar de ellos. Había tantas unidades, equipos y grupos de trabajo de delitos cibernéticos que les había perdido la pista. Al parecer, era el fin de sus estafas de ingeniería social. Las advertencias de Brayden resultaron ser correctas. Rezó para que sus captores de la FCCU no lo hubieran atrapado a él también.
Pasaron quince minutos antes de que un hombre alto y de mediana edad entrara en la habitación. Bronceado oscuro, pelo negro corto y traje gris. Dejó caer una carpeta de color canela,