Anti América. T. K. Falco
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"Sé lo que pasa. Anti América te está haciendo ver estúpida. Así que quieres arrestar al primer hacker que encuentres".
La agente McBride apartó los mechones de su tenue cabello hacia un lado. "No te hagas ilusiones. Eres una ladrona de identidad. ¿Crees que nos importa alguien de poca monta como tú?
"Entonces, ¿por qué sigues inventando mierda sobre mí y Anti América?"
“Queremos que nos cuentes sobre Javier Acosta. ¿Qué demonios estabas haciendo dentro de su apartamento? ¿Qué eres – su psicótica ex novia?
Alanna se lanzó de cabeza contra la agente de la FCCU. “¿Qué me llamaste? Estoy harta de ti”.
Llegó a la mitad de la mesa antes de que la agente McBride la agarrara del brazo y la arrojara contra la pared. Cuando con burla la agente colocó su antebrazo contra el esternón de Alanna, su cálido aliento rozó un lado de su mejilla. El agente Palmer se metió entre las dos hasta que la agente se vio obligada a ceder. Alanna regresó a su asiento, mirando a la agente McBride, que estaba furiosa por la intervención de su compañero.
El agente Palmer señaló en dirección a Alanna. “Cálmese. No lo haga peor para usted".
Tenía razón. Asesinato. Ataques bancarios. Los federales habían acusado falsamente a hackers por mucho menos. No importaría que Alanna no pudiese ser conectada con AntiAmérica, Javier o Paul; oque no tuviese los conocimientos de seguridad de la red para ejecutar los ataques. Los federales querían mantener al público contento y obtener promociones – no arrestar a la persona culpable. Esta agente McBride la estaba provocando para que hiciese algo estúpido. Nada bueno pasaría si perdía el control.
El agente Palmer volvió a sentarse, buscó en su bolsillo y luego golpeó una bolsa de plástico con su iPhone sobre la mesa. "Vamos a hablar sobre la razón por la que estamos aquí. Recibió textos de Javier ayer y hoy. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que lo vio por última vez? "
"Hace unas pocas semanas."
"Todo el que lo conoce dice lo mismo. Ha desaparecido de la faz de la tierra. Abandonó todas sus clases. Nadie ha sabido de él".
"¿Por eso estaban vigilando su apartamento?"
Se frotó los labios fruncidos. "No estoy en libertad de compartir esa información. Todo lo que necesita saber es que Javier es una persona de interés".
"No sabe dónde está, por lo que debe estar atacando bancos para AntiAmérica, ¿verdad?"
"Todo lo que queremos es que venga y nos hable, para que podamos eliminarlo como sospechoso. Si él es tan inocente como usted dice, no hay daño ni falta".
Su pierna temblaba bajo la mesa. "Quieren que lo encuentre para traérselo a ustedes”.
"Este es el trato: tenemos pruebas suficientes de su pequeña operación de phishing como para enviarla a la cárcel. Afortunadamente para usted, tenemos que hablar con Javier. Ya que es la única persona con la que ha tenido comunicación, es nuestra única pista. Queremos que se pongas en contacto con él y nos ayude a traerlo para interrogarlo".
"¿Quedo libre si delato a Javier?"
"Estamos ofreciéndoleque todos los cargos se eliminen bajo la condición de que trabaje como informante confidencial hasta que cumpla con las condiciones de su servicio. Comenzará por rastrear la ubicación de Javier y cualquier información relacionada con Anti América".
Una informante. Los federales la poseerían. Pasaría sus días delatando a Javier y a cualquier otro hasta que no la necesitasen más. Tendría que decirle adiós a todo el dinero que entraba por sus estafas. Por mucho que Alanna no pudiera soportar la idea de lo que le ofrecían, la alternativa era mucho peor.
La gente te exprimirá sise lo permites.
Ella se permitió un largo silencio antes de contestar. "Supongamos que los ayudo. ¿Qué pasa si Javier no está en ninguna parte? ¿Sigo libre? "
El agente Palmer negó con la cabeza. "Lo siento. No funciona así. Para obtener nuestra ayuda necesita ayudarnos con nuestra investigación. Ya sea llevándonos hasta él o dándonos información que nos ayude a encontrarlo".
La agente McBride se acercó más hasta que estuvo casi encima de ella. "Espero que digas que no. Por la evidencia que vi, una pequeña ladrona como tú no tiene por qué andar por ahí libre".
Su compañero se levantó de su asiento y se acercó desde el lado opuesto de la mesa. "Si dice que no, estará desperdiciando su vida. Así que tómese un momento y piénselo cuidadosamente antes de responder”.
La sangre de Alanna se aceleró cuando ambos agentes la miraron. Rehusarse a actuar como su confidente significaba poner sus esperanzas en que un juez al azar se apiadara de ella. De lo contrario, la prisión y los antecedentes penales la destruirían. Los sombreros negros tenían que vigilar constantemente sus espaldas contra los delatores exactamente por esta razón. La mayoría de los jóvenes de su edad se retiraban ante el más mínimo indicio de un período tras las rejas. Poco sabían estos dos que tenía una tercera opción en mente.
Miraba sus zapatos de cuero negro para aparentar que pensaba en la decisión. "Muy bien,lo haré."
La cara del agente Palmer se iluminó. "Tomó la decisión correcta. La agente McBride y yo saldremos para hacer los arreglos. Alguien vendrá pronto para interrogarla y darle instrucciones.
Ella le dio una última sonrisa. "No puedo esperar".
Después que el agente Palmer salió de la habitación, la agente McBride se inclinó sobre ella para darle una última advertencia. "Puede que él te haya salvado, pero yo no. Si te conectamos con los piratas informáticos de Anti América, el trato se cancela y vas a prisión. Si encontramos a tu novio sin tu ayuda, irás a la cárcel. El reloj está corriendo".
Alanna se encogió en su silla cuando la puerta se cerró detrás de ella. Con algo de suerte, su cooperación hizo que la atención se desviara de ella. No podía arriesgarse a que la agente McBride o el resto de los federales hurgaran más profundamente en su vida. El uso del phishing no era la única estafa que llevaba a cabo. Si todo se iba al infierno, no debían saber sobre la carta de triunfo que tenía bajo la manga.
3
DROGAS
Jessica Bright. Nacida en Birmingham, Alabama el 3 de febrero del 2001. Licencia de conducir emitida a la edad de dieciséis años. Sin registro delictivo, sin federales observándola. Era más confiable que Alanna Blake, ladrona de identidades. Jessica no tenía idea que su información personal había sido robada de una compañía de registros médicos aquí en el sur de la Florida. Jessica era la identidad de respaldo de Alanna.
En la mano de Alanna estaba una tarjeta plástica con su cara y el nombre de Jessica. Más temprano en la tarde, fue a la sucursal de su banco local para sacar su caleta de emergencia. De un compartimiento secreto en su cepillo para peinarse había sacado la llave de una caja de seguridad del banco. La caja rectangular de metal contenía todo lo que necesitaba para comenzar su nueva vida: la identificación de Jessica, tarjetas bancarias, efectivo, un celular pre-pagado desechable, una computadora portátil de respaldo y una memoria USB.
La caleta originalmente había sido guardada por si acaso las