Casi Perdida. Блейк Пирс

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Casi Perdida - Блейк Пирс La Niñera

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tienes—dijo él, y le dio uno.

      –¡Dylan!

      De pronto, Cassie se sintió sin aliento, y su voz era aguda y nerviosa. Tenía la mente acelerada, mientras se esforzaba por entender lo que acababa de ocurrir. ¿Había malinterpretado la situación?

      No. No había manera de que Dylan hubiese comprado los dulces. Luego del comentario bochornoso de Madison, los había sacado a empujones de la tienda. No había habido tiempo para que Dylan pagara, y además la vendedora no era muy hábil manejando la anticuada caja registradora.

      –¿Sí? —le preguntó él inquisitivamente, y Cassie sintió un escalofrío al ver que no había rastro de emoción en sus pálidos ojos azules.

      –Creo…creo que quizás te hayas olvidado de pagar eso.

      –No pagué —dijo con indiferencia.

      Cassie se lo quedó mirando, conmocionada y sin palabras.

      Dylan acababa de admitir fríamente que había robado mercadería.

      Nunca se hubiese imaginado que el hijo de Ryan hiciera algo así. Esto superaba el alcance de su experiencia y no sabía cómo debía reaccionar. Estaba conmovida porque su impresión de una familia perfecta, en la que había creído, estaba muy lejos de la realidad. ¿Cómo podía haber estado tan equivocada?

      El hijo de Ryan acababa de cometer un delito. Peor aún, no demostraba nada de remordimiento, ni vergüenza, ni siquiera una señal de que entendía la dimensión de sus acciones. Él la observaba con calma, aparentemente despreocupado por lo que había hecho.

      CAPÍTULO SEIS

      Mientras Cassie estaba paralizada por la sorpresa y sin saber cómo manejar el robo de Dylan, se dio cuenta de que Madison ya se había decidido.

      –No voy a comer un dulce robado —anunció la niña—. Te lo devuelvo.

      Le extendió el bastón a Dylan.

      –¿Por qué me lo devuelves? Lo tomé para ti porque querías un bastón y en la primera tienda no había, y luego Cassie fue muy tacaña y no te quiso comprar uno.

      Dylan hablaba en tono ofendido, como si esperara que le agradecieran por salvarlas de un apuro.

      –Sí, pero no quiero uno robado.

      Madison se lo devolvió y se cruzó de brazos.

      –Si no lo quieres, no te lo volveré a ofrecer.

      –Dije que no.

      Con el mentón hacia afuera, Madison se alejó.

      –Estás conmigo o estás en mi contra. Tú sabes lo que siempre dice mamá —le gritó Dylan.

      Cassie sintió preocupación ante la mención de la madre y detectó más que un indicio de amenaza en su tono de voz.

      –Bueno, ya es suficiente.

      Se apresuró unos pasos y tomó a Madison del brazo, volviendo hacia atrás para que todos estuviesen enfrentados en la acera empedrada. La situación se estaba saliendo de control, los niños estaban empezando a pelearse y ni siquiera había abordado el asunto del robo. No importaba que estuvieran traumatizados, o que estuviesen reprimiendo emociones, se trataba de un delito.

      Estaba aún más horrorizada de que esa tienda pertenecía a una amistad de la familia. ¡La dueña incluso les había ofrecido llevarlos al pueblo! No se debe robar a alguien que ofrece llevarte. Bueno, no se debe robar a nadie, pero menos a una mujer que se había ofrecido a ayudar generosamente esa misma mañana.

      –Vayamos a sentarnos.

      Había un salón de té a su izquierda que parecía lleno, pero vio que una pareja se levantaba de una mesa cerrada y se apresuró con los niños a la puerta.

      Un minuto después, estaban sentados en el cálido interior con un delicioso aroma a café y a pasteles crujientes y mantecosos.

      Cassie miró el menú sintiéndose inútil, porque cada segundo que pasaba les demostraba a los niños que no sabía cómo manejar la situación.

      En el mejor de los casos, supuso que tendría que obligar a Dylan a volver y pagar lo que había tomado, pero ¿qué pasaba si se negaba? Tampoco tenía claro cuáles eran las sanciones por hurto aquí en el Reino Unido. Podía terminar en problemas si las políticas de la tienda establecían que la vendedora tenía que informar a la policía.

      Luego, Cassie pensó en la cronología de los hechos y se dio cuenta de que podía haber otro punto de vista.

      Recordó que Madison había mencionado que habían asado castañas con su madre justo antes de que Dylan robara los dulces. Quizás ese niño callado había escuchado a su hermana y eso le había recordado el trauma por el que la familia había pasado.

      Podría haber expresado sus emociones reprimidas con respecto al divorcio al hacer algo prohibido de forma intencionada. Cuanto más lo pensaba, más sentido tenía.

      En cuyo caso, sería mejor manejarlo de manera más delicada.

      Observó rápidamente a Dylan, que hojeaba el menú y parecía totalmente despreocupado.

      Madison también parecía haber superado su arrebato de furia. Parecía satisfecha con el modo en que el asunto había sido manejado, luego de rechazar el dulce robado y decirle a Dylan lo que pensaba. Ahora estaba concentrada leyendo las descripciones de la amplia variedad de batidos.

      –Bueno —dijo Cassie—, Dylan, entrégame todos los dulces que robaste. Vacía tus bolsillos.

      Dylan hurgó en su chaqueta y sacó cuatro bastones y un paquete de delicias turcas.

      Cassie observó el pequeño montón.

      No se había robado mucho. Este no era un robo a gran escala. El problema era que él los había robado y que no pensaba que fuese algo malo.

      –Voy a confiscar esos dulces porque no está bien tomar algo sin pagar. La vendedora puede estar en problemas si el dinero de la caja no coincide con las existencias. Y tú podrías haber terminado con un problema mayor. Todas esas tiendas tienen cámaras.

      –Está bien —dijo él con aburrimiento.

      –Voy a tener que contárselo a tu padre, y veremos qué decide hacer él. Por favor, no vuelvas a hacer esto, no importa si estás intentando ayudar, o si crees que el mundo es injusto contigo, o si estás triste por problemas familiares. Eso podría tener serias consecuencias. ¿Entiendes?

      Tomó los dulces y los guardó en su bolso.

      Observó a los niños y vio que Madison, que no necesitaba la advertencia, parecía bastante más preocupada que Dylan. Él la miraba de una forma que solo podía interpretar como desconcierto. Apenas asintió, y ella supuso que eso era todo lo que iba a conseguir.

      Había hecho lo que había podido. Todo lo que podía hacer ahora era informarle a Ryan y dejar que él prosiguiera.

      –¿Estás pensando en un batido, Madison? —Le preguntó.

      –El chocolate no falla —le aconsejó Dylan, y

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