Casi Muerta. Блейк Пирс
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Casi Muerta - Блейк Пирс страница 15
Le alcanzó la mermelada a Venetia y se sentó.
–¿Qué tienen para hacer esta mañana? Parece que están prontas para la escuela. ¿Debo llevarlas allí? ¿A qué hora comienza y saben a dónde van?
Nina terminó de masticar su tostada.
–La escuela comienza a las ocho y hoy terminamos a las dos y media porque tenemos clase de canto. Pero tenemos un chofer, Giuseppe, que nos lleva y nos trae.
–Ah.
Cassie no pudo esconder su sorpresa. Esta organización iba mucho más allá de lo que ella había esperado. Sintió como si su rol fuese inútil, y se preocupó por que la señora Rossi se diera cuenta de que podía prescindir de ella y de que no la necesitaría por los tres meses de la asignación. Tendría que volverse útil. Con suerte, cuando las niñas volvieran de la escuela tendrían tareas con las que ella podría ayudar.
Reflexionando sobre su estrategia, Cassie se levantó a prepararse café.
Cuando se volteó vio que las niñas habían terminado el desayuno.
Nina estaba apilando los platos y vasos en el lavavajillas y Venetia había acercado un banquito de la cocina a la alacena. Mientras Cassie la observaba, ella se trepó y extendió la mano lo más alto que pudo para colocar la mermelada de nuevo en su lugar.
–No te preocupes, yo lo haré.
Venetia parecía tambalearse en el banquito y Cassie se acercó con prisa previendo que esto podía terminar en un desastre.
–Yo lo haré.
Venetia se aferró al frasco de mermelada con fuerza, negándose a que Cassie se lo quitara de las manos.
–No hay problema, Venetia. Yo soy más alta.
–Necesito hacerlo
La pequeña niña sonaba intensa. Más que eso, parecía desesperada por hacerlo ella misma. En puntas de pie, con Cassie merodeando ansiosamente detrás de ella y lista para agarrarla si la silla se caía, Venetia reemplazó la mermelada empujándola cuidadosamente hacia atrás, en el lugar exacto en donde había estado antes.
–Muy bien —la halagó Cassie.
Supuso que esta independencia feroz debía ser parte del carácter y la crianza de la niña. Parecía inusual, pero nunca había trabajado para una familia de la alta sociedad.
Se quedó observando mientras Venetia colocaba el banquito exactamente en su posición original. Para entonces, Nina había puesto la manteca en el refrigerador y el pan en la panera. La cocina estaba inmaculada, como si nunca hubiesen desayunado allí.
–Giuseppe estará aquí pronto —le recordó Nina a su hermana—. Debemos lavarnos los dientes.
Salieron de la cocina y se dirigieron a sus habitaciones en la planta alta, mientras Cassie las observaba con asombro. Cinco minutos después, volvieron cargando sus mochilas escolares y sacos, y se dirigieron hacia fuera.
Cassie las siguió, pensando más que nada en la seguridad, pero un Mercedes blanco ya se estaba acercando a la casa. Un momento después, se detuvo en la entrada circular y las niñas se subieron.
–Adiós —gritó Cassie, saludándolas con la mano, pero no debían haberla escuchado porque ninguna de ellas le respondió el saludo.
Cuando Cassie volvió para adentro, vio que la señora Rossi y Maurice también se habían ido. No parecía haber ningún miembro del personal trabajando en ese momento.
Cassie estaba completamente sola.
–Esto no es lo que esperaba —se dijo a sí misma.
La casa estaba muy silenciosa y estar allí sola la inquietaba. Había asumido que tendría mucho más para hacer y que estaría mucho más involucrada con las niñas. Toda esta organización le resultaba extraña, como si realmente no la necesitaran para nada.
Se aseguró a sí misma que recién comenzaba, y que debería estar agradecida de tener un tiempo para ella. Probablemente, esta era la calma que precedía la tormenta, y cuando las niñas volvieran a casa estaría muy ocupada.
Cassie decidió que usaría el tiempo para hacer seguimiento a la pista que había recibido ayer. La inesperada mañana libre que ahora estaba disfrutando podría ser su única oportunidad de descubrir en dónde estaba Jacqui.
No tenía mucho. El nombre de la ciudad no era mucho.
Pero era todo lo que tenía y estaba decidida que sería suficiente.
Utilizando el Wi-Fi de la casa, Cassie pasó una hora familiarizándose con la ciudad en donde vivía Jacqui, o en todo caso, en donde ella le había dicho a Tim, el barman, que estaba viviendo hacía unas semanas.
El hecho de que Bellagio era una ciudad pequeña, no un lugar enorme, jugaba a su favor. Una ciudad pequeña significaba menos hostels y hoteles, y también había más posibilidades de que la gente supiera lo que hacían los demás, y de que recordaran a una hermosa mujer estadounidense.
Otra ventaja era que era un destino turístico, un lugar pintoresco que limitaba con el Lago Como que ofrecía vistas espectaculares, además de varias tiendas y restaurantes.
Mientras investigaba, se imaginaba cómo sería vivir en esa ciudad. Tranquila, pintoresca, animada con turistas durante la temporada alta veraniega. Se imaginó a Jacqui hospedada en uno de los pequeños hoteles o apartamentos de alquiler; probablemente un lugar pequeño con vistas a la calle empedrada, al que se accedía por una escalera empinada de piedra, con un una jardinera llena de coloridas flores.
Cassie pasó dos horas familiarizándose con el lugar y haciendo una lista completa de los alojamientos y hostels de mochileros, los numerosos Airbnb y las agencias inmobiliarias que alquilaban apartamentos. Sabía que probablemente le faltaban algunos lugares, pero esperaba que la suerte estuviera a su favor.
Entonces, llegó el momento de empezar a hacer llamadas.
Sentía la boca seca. Armar la lista había aumentado sus esperanzas. Cada nombre y número representaba una nueva oportunidad. Ahora, ella sabía que sus esperanzas podrían volver a derrumbarse cuando la lista de los lugares en donde Jacqui podría estar alojada se hiciera cada vez más pequeña.
Cassie marcó el primer número, una casa de huéspedes en el centro de la ciudad.
–Hola —dijo ella—. Estoy buscando a una joven llamada Jacqui Vale. Es mi hermana; perdí mi teléfono y no recuerdo en dónde me dijo que se estaba quedando. Estoy en Italia ahora y quiero encontrarme con ella.
Aunque esta no era la verdad, Cassie había decidido que era una razón creíble para sus llamadas telefónicas. No quería embarcarse en una historia larga y complicada, ya que temía que los dueños de las casa de huéspedes se impacientaran o incluso sospecharan.
–Puede haber reservado bajo el nombre Jacqueline. Habría sido en los últimos dos meses.
–¿Jacqueline?
Hubo un breve silencio y Cassie sintió que se le aceleraba el corazón. Entonces, sus esperanzas se desmoronaron cuando la mujer dijo:
–Nadie