Casi Muerta. Блейк Пирс

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Casi Muerta - Блейк Пирс La Niñera

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conveniente. Paso por allí de camino a casa; puedo mostrarte en dónde es.

      Cassie sonrió con indecisión, preocupada por el precio y también porque su equipaje aún estaba en su auto. Aún así, un alojamiento cercano parecía más tentador que el largo camino hacia el aparcamiento. Incluso había una posibilidad de que Jacqui se haya alojado en esos albergues, en cuyo caso al menos debía ir a verlos.

      Terminó su café y las últimas migas del panini mientras Vadim hacía lo mismo con el vino y enviaba mensajes en su teléfono.

      –Ven conmigo. Por aquí

      Afuera aún llovía, pero Vadim abrió un enorme paraguas y Cassie caminó a su lado, agradecida por la protección. Claramente con prisa, él marchaba adelante por lo que ella tuvo que apresurarse para ir a su ritmo. Le complacía que no perdiesen el tiempo, pero al mismo tiempo se preguntaba si esta pensión estaba fuera de su camino y si se estaba desviando para poder ayudarla.

      Atisbó a los edificios alrededor mientras pasaban, para darse una idea de donde estaban. Nombres de restaurantes, tiendas y negocios brillaban y destellaban en la llovizna; el idioma desconocido hacía que Cassie sintiera como si sus sentidos estuviesen saturados.

      Cruzaron la calle y ella notó que el tráfico había disminuido. Aunque no había revisado la hora por un buen rato, pensaba que serían bien pasadas las siete de la tarde. Estaba exhausta y se preguntaba qué tan lejos estaba el alojamiento para mochileros, y qué haría si no había lugar.

      El cartel a la derecha era de un supermercado, estaba segura. A la izquierda, quizás era de un entretenimiento de algún tipo. El cartel de neón destellaba brillantemente. No era la zona roja, si es que eso existía en Milán, pero tampoco estaba demasiado lejos.

      De pronto, se dio cuenta que habían caminado demasiado lejos, demasiado rápido, y en silencio.

      Deberían haber caminado más de un kilómetro, más de lo que cualquier persona razonable consideraría cercano.

      Fue entonces que empezó a recordar.

      En el primer cruce, había mirado a la izquierda. Distraída y con la lluvia en los ojos no había asimilado el letrero que había visto. No era grande y destellante, sino una cartel más modesto con letras negras y fondo blanco.

      –Pensione.

      Esa era la palabra que Vadim había utilizado. Era “alojamiento para mochileros” en italiano, o en todo caso un equivalente.

      –¿Por qué vas más despacio? —le preguntó él, y ahora su voz era cortante.

      Más adelante, Cassie vio que centelleaban unos focos delanteros. Había una camioneta blanca estacionada del otro lado de la calle. Parecía que Vadim se dirigía directamente hacia ella.

      Él estiró el brazo y, en un instante lleno de terror, Cassie se dio cuenta de que él había detectado su vacilación y la iba a sujetar del brazo.

      CAPÍTULO TRES

      Cassie se dio cuenta demasiado tarde que había sido muy estúpida y parlanchina, y demasiado confiada. En su necesidad de tener compañía, le había confesado a este extraño que estaba completamente sola en el mundo y que nadie sabía en dónde estaba.

      Por la cabeza le empezaron a rondar escenarios de secuestro, tráfico y abuso. Tenía que escapar.

      Aunque Vadim le sujetó el puño ella se liberó, y entonces él logró tomarla de la manga e la chaqueta.

      Frágil y desgastada, la tela se desgarró, por lo que él solo se quedó con una pizca del forro de polyester en la mano. Entonces, era libre.

      Cassie se volteó y corrió por el camino que había venido.

      Bajó la cabeza para evitar la lluvia y cruzó la calle rápidamente mientras cambiaba el semáforo. Escuchó gritos y maldiciones detrás de ella que le decían que el enorme paraguas era un obstáculo más que una ayuda para Vadim. Dobló a la izquierda por una calle lateral mientras un autobús pasaba detrás de ella, suplicando que él no hubiese visto por dónde había ido, pero otro grito le dijo que sí lo había hecho, y que la estaba siguiendo.

      Dobló a la derecha a una calle más concurrida en donde serpenteó entre los lentos peatones, se quitó la chaqueta y el gorro de lana en caso de que los colores lo ayudaran a encontrarla. Envolvió las prendas debajo del brazo y al llegar a otra intersección, miró hacia atrás mientras volvía a doblar a la izquierda.

      Nadie parecía seguirla, pero aún podría alcanzarla, o algo peor, adivinar a dónde iba y esperarla allí.

      Más adelante, como un rayo de esperanza y seguridad, vio el cartel de Pensione que había visto antes. No veía a Vadim por ningún lado.

      Cassie corrió hacia él, rogando poder entrar y estar fuera de peligro a tiempo.

*

      La música de la casa de huéspedes resonaba hasta la calle, en donde había una puerta de seguridad blanca y endeble entornada.

      Cassie la empujó y subió pesadamente la angosta escalera de madera. Voces, risas y el olor a humo de cigarrillo flotaban en el aire.

      Miró detrás de ella pero la escalera estaba vacía.

      Quizás se había dado por vencido en la cacería. Ahora que se había escapado, se preguntó si habría exagerado la amenaza. La camioneta estacionada podría haber sido una coincidencia. Vadim podría haber querido que ella fuera con él a su casa.

      De todos modos, no había hecho lo que le había prometido, y había intentado sujetarla en cuanto ella dudó. Sintió un terror renovado al recordar que apenas había logrado liberarse.

      Había sido una tonta al dejar que se le escapara que estaba sola, que nadie sabía en dónde estaba, que estaba en una misión imposible en busca de una persona quizás nunca pudiera encontrar. Respirando con dificultad, Cassie se reprendió por su terrible estupidez. Había sido un alivio compartir la historia de Jacqui con un extraño que no podía juzgarla. No se dio cuenta de qué más podía estar compartiendo con él.

      La puerta de seguridad al final de la escalera estaba cerrada. Conducía a un pequeño vestíbulo que estaba desocupado y un timbre en la pared tenía pegado un cartel impreso debajo. Estaba escrito en varios idiomas, arriba de todo en inglés.

      “Para servicio, toque el timbre”.

      Cassie tocó con la esperanza de que alguien escuchara el timbre, porque la música allí arriba era ensordecedora.

      Por favor, respondan, rogó ella.

      La puerta del otro lado del vestíbulo se abrió, y entró una mujer pelirroja de más o menos la edad de Cassie. Parecía sorprendida de ver a Cassie parada allí afuera..

      –Buona sera —la saludó ella.

      –¿Hablas inglés? —le preguntó Cassie, rezando porque la mujer fuese bilingüe y entendiera que tenía que dejarla entrar rápido.

      Para alivio de Cassie, ella cambió al inglés con un acento alemán.

      –¿Cómo puedo ayudarte?

      –Necesito alojamiento de forma urgente. ¿Hay alguna habitación disponible aquí?

      La

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