Tras La Caída . L. G. Castillo
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—¿Ves?, eso es exactamente a lo que me refiero. Todos sabemos que soy un desastre. —Lash se levantó y se paseó por la habitación—. Ojalá solamente tuviera un par de recuerdos que fueran suficientes para mí, para darme cuenta de que incluso en el pasado yo era el segundo para ti — dijo señalando a Jeremy.
—Lahash —Raphael se puso en pie y le colocó una mano sobre el hombro—. Lucifer solamente te mostró lo que le beneficiaba a él.
Lash se alejó. —No, Raphael. Fue algo más que eso. Lo sentí incluso antes de los recuerdos. Sé que estabas decepcionado conmigo cuando era serafín y disciplinado con casi todas las asignaciones. Jeremy y yo empezamos ambos como serafines y al año siguiente le dieron el puesto de arcángel. Y yo, bueno...
—Sé justo, Lash —dijo Jeremy—. Contrariaste a Gabrielle desde el principio.
Lash se giró. —¡Tú, cállate!
Naomi se quedó boquiabierta. —¡Lash!
—No, Naomi. Tú no estuviste allí y no lo sabes. —Respiró con fuerza. Estaba cansado de que todo el mundo se pusiera de parte de Jeremy—. En ese momento no lo veía. Pero ahora sí. Me cuestionaban por cada paso que daba. ¿Y a Jeremy? Nunca. Hacíamos las mismas cosas, pero Jeremy siempre quedaba libre de culpa ¿y yo? Yo era el único que se metía en problemas. Era como si él nunca pudiera hacer nada malo.
—¡Eso no es cierto! —Jeremy se levantó de un salto.
—Puede que tengas razón —dijo Raphael con suavidad.
Jeremy se quedó petrificado y Lash se quedó con la boca abierta.
Durante un momento se produjo un tenso silencio en la habitación antes de que Raphael continuara. —Por favor, sentaos y dejad que me explique.
Naomi dio un tirón del brazo a Lash. Él echó un vistazo a las lágrimas que relucían en sus ojos y se derritió. No era su intención ponerla furiosa. —Lo siento. Perdóname.
Ella asintió.
Una vez sentado a su lado, la rodeó con un brazo y volvió a centrar su atención en Raphael.
—Como ya sabes, Jeremiel es tu hermano mayor. Como era costumbre en aquella época, el primogénito tenía ciertos derechos sobre los demás de la familia. Era el heredero de todo lo que nuestra familia poseía. Con su derecho como primogénito, tenía que casarse antes que Lahash y es aquí cuando tu familia entró en juego —dijo mirando a Naomi.
Ella se llevó una mano al pecho. —¿Mi familia?
—Naomi.—Raphael extendió el brazo y le tomó la mano—. Tu primera familia es de la Ciudad de Ai. Tu padre tenía una posada y era un exitoso hombre de negocios. Era un líder reconocido en toda la ciudad. —Le soltó la mano y miró a Jeremy y a Lash—. Vosotros dos sois hijos de una madre humana y de un padre ángel.
—Rebecca —señaló Lash.
Raphael asintió al mismo tiempo que se entristeció al escuchar ese nombre.
—Entonces somos Nefilim —dijo Jeremy, volviéndose a sentar.
—¿Qué? —dijo Naomi atónita—. ¿Los Nefilim no son gigantes malignos?
—Algunas de las historias que llevan contándose desde hace años no son del todo precisas —aclaró Raphael—. Así como hay personas malvadas, también había Nefilim que se aprovecharon de su herencia. En cuanto a mis hijos, les inculqué la humildad y el respeto por aquellos que les rodean. Y, por entonces, ellos no sabían que eran mitad ángeles.
—Tenía entendido que todos los Nefilim fueron eliminados —dijo Naomi.
Raphael sonrió. —Conoces muy bien las Sagradas Escrituras.
—Las clases de catequesis de los miércoles. Me salté una clase una vez, pero Chuy se chivó a Welita. No pude sentarme durante una semana. —Naomi suspiró con una sonrisa al recordarlo.
Raphael respiró profundamente, como si fuera a decir algo difícil. —Entre los humanos, los Nefilim destacaban por su belleza y su fuerza. Mucha gente en la ciudad los veneraba como si fueran dioses. Jeremiel —le lanzó una mirada precavida a Lash—fue favorecido por encima de todos, tanto humanos como Nefilim, por su habilidad y su fuerza. Había muchas familias que deseaban desposar a sus hijas con él, incluyendo a tu familia, Naomi.
—Como no —farfulló Lash.
Naomi le acarició la pierna. —Eso es el pasado. Ahora estoy aquí contigo.
Levantando la mirada hacia ella, Lash acarició con el dedo su mejilla. —Sí, lo estás. —Él se volvió de nuevo hacia Raphael y vio otra vez esa extraña expresión en el rostro de Jeremy. Lo ignoró, ya que no quería que Naomi se volviese a molestar.
—No se trataba de que tú no fueras habilidoso o que carecieses de fuerza, hijo mío. Me temo que es probable que yo haya fomentado que la gente prestara más atención a Jeremiel que a ti. Desde el día en que vosotros os conocisteis, estaba claro que Naomi te quería solamente a ti. Y yo —tragó saliva con dificultad— hice todo lo que estuvo a mi alcance para alejar a Naomi de ti.
Miró a Lash con ojos atormentados. —Ese es un recuerdo que desearía poder olvidar. Créeme cuando te digo, Lahash, que no hay día que pase sin que me arrepienta de mis acciones.
—¿Por qué harías tal cosa? —preguntó Naomi con dolor en su voz—. ¿Por qué habrías querido herir a tu propio hijo de esa forma?
Raphael lanzó una mirada a Jeremy y a continuación la miró a ella. —Porque yo... yo favorecí a Jeremiel. —Hizo una pausa, ancló los ojos al suelo y las palabras aparecieron lenta y cuidadosamente—. Y él te favorecía a... ti.
Lash se levantó de un salto y le gritó a Jeremy. ¡Lárgate!
—Venga, Lash —dijo Jeremy con un tono de voz suave, levantando la mirada hacia él—. Eso fue hace mucho tiempo.
Lash dio un paso amenazante hacia él mirando al ángel dorado que amenazaba con apartar de él a todos los que amaba. Ya lo había hecho en el pasado. ¿Acaso eso iba a evitar que lo volviera a hacer otra vez? —Has estado actuando de una forma muy rara desde que entraste en esta casa. ¿Por qué?
Jeremy tragó saliva. —No quedamos lo que se dice bien la última vez que nos vimos. No estaba seguro de qué esperar.
Sus ojos miraban fijamente a Lash como si tratara de convencerlo.
Lash intentó leer su rostro. Jeremy estaba usando su cara de póquer. «¡Maldita sea! Está ocultando algo».
—¿Qué es lo que no estás diciéndome?
—Por favor, Lash. Eso ya no importa. —Las suaves manos de Naomi tocaron su tenso brazo e hicieron que se girase hacia ella cara a cara—. Durante todo el tiempo que llevas conociendo a Jeremy, o que tú puedas recordar, ¿alguna vez ha intentado quitarte algo?
—Sí. Te dejó morir. Él pudo haberte salvado.