Tras La Caída . L. G. Castillo
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Tras La Caída - L. G. Castillo страница 8
Él se echó hacia atrás y la miró atónito. —¿Casados?
Ella se mordió el labio inferior, sin estar segura de cómo abordar el tema. No es que fuera una puritana ni nada por el estilo. Lash no era el primero con el que estaba. El pensamiento de tener sexo antes del matrimonio nunca antes le había importado pese a los sermones de Welita y su padre sobre permanecer casta. Pero ahora las cosas eran distintas. Era un arcángel. ¿No se suponía que tenía que ser un modelo a seguir o algo así?
—Bueno, no sé si los ángeles se casan o tienen algún tipo de unión formal. Me refiero a que no sé si cosas como el matrimonio significan aquí lo mismo que en la Tierra.
Sus labios dibujaron una sonrisa. —Así es. Varias parejas de ángeles hacen votos de compromiso, Uri y Rachel, por ejemplo. —Le metió un mechón de pelo detrás de la oreja—. ¿Es eso lo que quieres?
Ella le miró fijamente a los ojos. —Sí. Quiero unirme a ti, para siempre.
Él tomo su rostro entre sus manos. Sus ojos estaban llenos de tanto amor que a ella le costaba respirar. —No hay nada que desee más que unirme a ti. Hablaré con Michael mañana y haré los arreglos necesarios. —Después se inclinó y la besó.
Lentamente, Naomi sintió cómo volvía a caer sobre la cama y cómo él le acariciaba la parte interna de sus muslos.
Gimió y el sentimiento de culpabilidad reapareció nuevamente. —Lash, tal vez deberíamos esperar hasta que se haga oficial.
Él gruñó y se volvió a poner bocarriba. —Me estás matando, Naomi.
—Lo siento. Es solo que, bueno, tal vez sería mejor si hiciéramos esto de forma correcta.
—¿Por qué ahora? Hemos estado haciendo esto sin parar desde que llegaste aquí. —Se levantó y le lanzó una intensa mirada—. Y si mal no recuerdo, tu fuerte entusiasmo era una de las razones por las que construí nuestro hogar a este lado de la montaña, lejos de oídos y miradas indiscretas. Creo que hasta podrías haberle reventado los tímpanos a Gabrielle, basándome en las miradas asesinas que me ha estado echando últimamente.
Ella se quedó con la boca abierta y su cara empezó a sonrojarse. Además de tener una mejor vista y fuerza, los ángeles también tenían un oído amplificado. La mayoría de las veces, eso era algo positivo. Pero cuando vives en distritos colindantes y quieres privacidad, no lo es tanto.
—Yo... Tú... Bueno... —Se sintió muy avergonzada.
Él se rió entre dientes y le dio un beso en la punta de la nariz. —Estás muy linda cuando te pones nerviosa.
—¡Argh! —Se levantó de la cama y se puso una bata—. Lo digo en serio.
Él se apoyó contra el cabecero de la cama, con los brazos detrás de la cabeza. —Dime: ¿cuál es el verdadero problema?
Ella se sentó en el borde de la cama. Él podía leerla como si fuera un libro abierto. —Es por lo que dijo Rachel sobre ella y Uri. No quiero que eso nos ocurra a nosotros.
Sus ojos se volvieron serios y extendió el brazo para acariciar su mejilla. —No nos pasará. Estoy aquí, contigo. No me voy a ir a ninguna parte.
—¿Pero y si nos metemos en problemas por tener sexo prematrimonial? No quiero correr ningún riesgo.
—Naomi, eso no va a pasar.
—Me sentiría mucho mejor si lo hiciéramos oficial. —Ella se inclinó y le besó con suavidad.
Él la miró y negó con la cabeza, riéndose. —Si de verdad eso va a hacer que te sientas mejor...
—Sí, lo hará. —Ella sonrió—. Cuéntame cómo es la ceremonia.
—Bueno, no es muy diferente de las que probablemente estés acostumbrada a ver. Michael oficia una ceremonia vinculante, y los novios hacen sus votos de compromiso el uno al otro frente a los testigos.
¿Has estado alguna vez en una?
—Uri y Rachel tuvieron su ceremonia hace tiempo. Fue en 1987 o 1988. No estoy seguro. Lo que tengo claro es que fue en los 80. Él llevaba ese extraño peinado que llevaba el miembro de la banda Flock of Seagulls que estaba tan de moda entonces.
Ella se echó a reír al imaginarse a Uri peinado como si llevara un par de alas en la cabeza que combinarían con las de su espalda. Ese estilo causó furor en la década de los 80. El amor de su padre por la música alternativa y las bandas de new wave hicieron que estuviera expuesta a una amplia gama de moda y peinados. —Sí, definitivamente me lo puedo imaginar haciéndolo.
La risa de Naomi se acalló, volviéndose seria otra vez mientras pensaba en la ceremonia. Nunca se había imaginado casada o prometida a alguien, no hasta que conoció a Lash. Sabía que era algo que a Welita le encantaría ver. Y su padre, a él le habría encantado caminar a su lado cogido a su brazo. Las lágrimas le pincharon los ojos al pensar que su familia no estaría allí para verlo.
—Pensaba que eras feliz con todo esto. —dijo él con voz suave.
Ella levantó la mirada hacia él y forzó una sonrisa. —Lo soy. Me estoy comprometiendo contigo. —Ella besó sus labios suavemente.
—Se honesta. No queremos empezar nuestro “para siempre” con secretos, ¿verdad?
Ella suspiró. —Es solo que a veces echo de menos a mi familia. No estarán aquí para verlo. Y mi padre, nunca llegaré a experimentar esto con él.
Ella abrió los ojos de par en par con sorpresa mientras el rostro de él empalidecía. Sin mediar palabra, él se levantó de la cama, fue a la cocina y se sirvió un vaso de agua.
Ella observó que los músculos de su espalda estaban tensos cuando miró hacia otro lado, en silencio. —¿Lash?
Bajó la bebida antes de girarse hacia ella. Sus labios estaban húmedos mientras hablaba. —Ojalá pudiera hacer algo para arreglar eso.
—Oh, Lash. No es tu culpa que mi padre se haya ido o que yo esté aquí. Tan solo necesito recordarme a mí misma que estando aquí puedo cuidar mejor de mi familia.
—Eh, Naomi. —Se limpió la humedad de los labios con el dorso de la mano—. Hay algo que necesito contarte sobre eso.
—¿Qué pasa?
Se lamió los labios nerviosamente y abrió la boca, a punto de decir algo, pero volvió a cerrarla.
—¿Lash? —A ella le entró pánico. Algo iba mal. ¿Por qué estaba actuando de una forma tan extraña?
Él sacudió la cabeza y luego la miró con una sonrisa que no terminaba de ser creíble. —Tienes toda la razón. Juntos podemos cuidar de Welita y de los demás. ¿Sabes qué? Podríamos ir a echarles un vistazo por la mañana.
—¡Eso me encantaría! —Ella sonrió y entonces, de repente, frunció el ceño—. No,