Tras La Caída . L. G. Castillo
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Justo antes de que Jeremy se diera la vuelta, este pilló a Gabrielle mirando a Raphael con tal anhelo que hasta tuvo que mirarla dos veces. Sus ojos verdes se angostaron y su cara volvió a ser la de la Gabrielle de siempre, por lo que se preguntó si se estaba imaginando cosas raras.
Ella levantó la vista hacia la montaña que había a las espaldas de él con una sutil sonrisa. —Recuerda lo que te he dicho, Jeremy. Juega tu partida de póquer.
3
Naomi colocó los platos en el fregadero y rápidamente limpió la cocina, tratando de borrar de su mente la imagen de Uri agonizando. No quería ni pensar en la posibilidad de perder a Lash de tal forma.
—¿Qué estás haciendo? —Lash se puso detrás de ella y con un dedo recorrió su cuello.
—Limpiar. —Metió las judías en un tarro y colocó los cartones de bingo en una cajita.
—Lo que dije iba en serio. —Él cogió la caja de sus manos y la volvió a dejar en la mesa.
Unos ardientes ojos color miel se posaron sobre los de ella y lentamente vagaron hasta su boca. Recorrió su labio inferior con el pulgar mientras lo miraba fijamente, maravillado.
Ella respiró entrecortadamente e inhaló su delicioso aroma, que le hizo olvidar a Uri, a Rachel, el Infierno y la muerte. —¿Y qué dijiste?
Se acercó más a ella, rozando ligeramente sus labios con suyos mientras estos le susurraron: —Ya lo sabes.
Él levantó la cabeza y le lanzó esa sexy sonrisa que siempre provocaba que su cuerpo pareciera estar en llamas. Sus largos dedos se entremetieron por su cabello. Levantó un grueso mechón hasta su nariz e inhaló. Su pecho retumbó de placer, haciendo que a ella se le debilitaran las rodillas.
Suavemente, sin apartar la mirada de la suya, él le retiró el pelo sobre el otro hombro. Enroscó los dedos en su nuca y tiró de ella hacia él.
Ella se estremeció cuando su lengua, caliente y húmeda, se arremolinó alrededor de su oreja. Dejó escapar un suave gemido.
—¿Te estoy distrayendo? —Su voz era profunda y sensual.
—N-no —dijo ella entrecortadamente mientras aquellos ardientes labios se presionaban contra su cuello e iban deslizándose hacia abajo. —¿Dijiste algo relacionado con unas actividades?
Él le cogió la mano y la colocó sobre su pecho. Ella pudo sentir el calor abrasador de su cuerpo tonificado debajo de la camisa. —Ajá. —Su pecho resonó, provocando que su mano sintiera un hormigueo.
Puso su mano sobre la de ella y los ojos se le iluminaron de forma provocativa. —¿Te gusta el nuevo y mejorado Lash?
Él guió su mano hacia abajo por su pecho y ella se deleitó al sentir sus endurecidos músculos. —Sí —suspiró ella mientras trazaba con los dedos las líneas de sus abdominales. —Más de lo que tú crees.
—Demuéstramelo —dijo con voz áspera, con deseo.
Enrollando los dedos en su sedoso pelo, ella tiró de él haciendo que sus febriles labios se desplomaran sobre los suyos. Unos calientes y húmedos labios le devoraron la boca; su mentón le rasgaba la barbilla con cada zambullida de su lengua, dejándosela rosada y magullada.
Ella le sacó la camiseta de un tirón, desesperada por sentir su piel y la calidez de su pecho. Se separaron durante un momento para arrojar la ropa al suelo. Seguidamente, Lash se inclinó para levantarla y ella rodeó con fuerza su cintura con las piernas.
Ella sintió el frío de la pared contra su espalda mientras Lash se apretaba contra ella. Ella gimió por su dureza vibrando, queriéndolo, necesitándolo. Podrían hacerlo mil veces y aun así no era suficiente.
Ella arañó su espalda cuando los labios de él recorrieron su cuello hasta sus senos. Inclinó la cabeza hacia atrás gimiendo y apretando las piernas con más fuerza. Lash gimió.
Ella recorrió con la lengua su marcado mentón, disfrutando de su áspera barba de tres días. Él gimió nuevamente y ella jadeó cuando a él se le puso más dura aún.
Antes de que se diera cuenta se produjo un fuerte traqueteo en la mesa y las sillas cayeron al suelo cuando Lash salió atropelladamente de la cocina hacia el dormitorio con ella en brazos.
Cuando la soltó, esta cayó en una nube de suavidad. Lash se puso sobre ella con ojos llenos de pasión. —Eres tan hermosa.
Lentamente, se recostó a su lado y pasó los dedos sigilosamente sobre sus labios, cuello y alrededor de sus senos. Ella gimió por su tacto ligero como una pluma.
—Ven aquí. Ella tiró de él, acercándolo.
Su cuerpo, duro como una piedra, se presionaba contra sus pechos al besarla intensamente.
—Naomi, mi Naomi —murmuró mientras le chupaba el cuello, saboreándola —. Te amo.
Su corazón se llenó de amor por él. Jamás se cansaba de escuchar esas palabras.
—Eres mía. Para siempre —le susurró.
Una sensación perturbadora la invadió al escuchar la expresión "para siempre", que resonó en su cabeza. Entonces se le vino a la mente la imagen del afligido rostro de Rachel.
—Espera, Lash —dijo sentándose en la cama—. Es que estaba pensando en algo.
—Limpiaré todo el lío de la cocina después. —Él le dio un tirón de la espalda y en medio de los besos dijo—: Menos pensar y más hacer.
Ella se volvió a sentar de nuevo. Algo no encajaba. Pero, ¿qué? Nunca antes había tenido esta extraña sensación. ¿Por qué ahora? —Algo va mal.
Él gruñó y se puso bocarriba. —¿Qué podría ir mal? Estamos solos; estamos juntos.
—No es eso.
—¿Qué es entonces?
—¿Deberíamos estar juntos?
Él se levantó de golpe pareciendo aterrorizado. —¿Tienes dudas sobre nosotros?
—¡No, no! En absoluto. —Inmediatamente ella se sintió culpable por hacerle pensar eso—. No es eso a lo que me refiero. Tú eres el único para mí. No podría estar sin ti. —Ella se inclinó y le besó intensamente.
Él suspiró aliviado. —¿Qué pasa entonces?
—Solo me refería a que si deberíamos hacer, ya sabes, esto. —Naomi señaló su desnudo, su glorioso cuerpo desnudo.
Él dio un tirón de ella y acarició su cuello con la nariz. —Mmm...Sin duda.
Naomi se estremeció cuando le acarició los senos. Volvió a caer sobre la cama. Sí, esto estaba bien. Se sentía muy bien. ¿En qué estaría pensando?
Le acarició el pecho. Él se sintió