Tras La Caída . L. G. Castillo

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Tras La Caída  - L. G. Castillo El Ángel Roto

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principio, se quedó impactada porque Gabrielle le estaba pidiendo básicamente que se olvidara de su familia. Lash, por supuesto, estaba enfadado y se ofreció para ir a hablar con Michael y decirle que ella estaba trabajando muy duro y que ver a su familia le ayudaba a superar su transición al Cielo. Tras haberse calmado, ella se dio cuenta de que Gabrielle tenía razón. Su nueva vida y su nueva familia estaba aquí con él y la mejor forma de adaptarse era centrarse en su nuevo papel de arcángel.

      —Naomi. —Lash le tocó el hombro con suavidad—. ¿Estás bien?

      —Sí, solo estaba pensando en Welita. La echo de menos a ella y a Chuy.

      —Yo también los echo de menos... y a Bear —dijo Lash, refiriéndose a la chihuahua de su abuela—. Pequeña bola de pelo loca.

      Naomi se preguntaba qué estarían haciendo en ese momento. Quería saber si allí también era de noche, como en el Cielo. ¿En qué huso horario estaba el Cielo?

      Chuy y su mejor amigo, Lalo, probablemente estarían sentados a la mesa en ese momento, tras haber terminado de trabajar. Chuy estaría con su segundo plato y Lalo con el tercero. Lalo era como un miembro más de la familia, incluso llamaba a su abuela "Welita" en lugar de por su nombre, Anita.

      De hecho, Naomi podía visualizar en su mente a Lalo cogiendo a hurtadillas los trozos de pollo que Welita guardaba para Bear mientras que ella estaba ocupada limpiando la cocina.

      Rachel bostezó ruidosamente al levantarse, arrastrando la silla por el suelo. —Estoy reventada. Venga, Uri. Vámonos a casa. ¿Por qué no jugamos en nuestra casa mañana?

      —No tenéis por qué iros —dijo Naomi.

      Rachel se acercó a ella y le dio un abrazo. —Ya lo sé. Lash y tú deberíais pasar algún rato a solas. Has estado trabajando mucho últimamente. Además, Uri dice que tiene una sorpresa especial para mí esta noche.

      —Cada noche es especial contigo. —Uri la arropó con sus brazos y movió las alas.

      —¡Uri! —chilló Rachel—. ¿Qué estás haciendo? Yo también tengo alas, ¿sabes?

      Uri caminó alrededor de la mesa en dirección al salón, donde había una pared cubierta de ventanales desde los que se veía el valle. Todas las ventanas estaban abiertas, dejando entrar una brisa fresca.

      —Lash, has sido listo al mudarte fuera de la comunidad a tu propia casa. —Caminó hacia el filo de la ventana central y miró hacia abajo—. Las vistas desde aquí son magníficas, pero, ¿por qué tan lejos de todos?

      Por más que a Naomi le gustara vivir con Lash, su habitación se les había quedado pequeña. Lash inmediatamente enmendó la situación construyendo una pequeña casa en la cumbre de una montaña que sobrevolaba los distritos de los ángeles. Lo más importante era que ella podía ver el puente desde su casa, un recuerdo de que Welita estaba a tan solo unos minutos de allí. A ella le encantaba. Pero, en el fondo, se preguntaba si habría otra razón por la que él quería vivir lejos de todos, o tal vez, lejos de alguien en particular.

      Lash envolvió con sus brazos a Naomi y la besó en el cuello. —Oh, digamos que queremos un poco de privacidad. —Su cálido aliento chocó contra su oreja mientras le susurraba—. Y también espacio para las actividades extracurriculares.

      2

      Jeremy se apoyó contra la barandilla del puente con sus ojos de zafiro fijos en dirección a la montaña. A lo lejos, pudo ver el brillo de las luces en la cumbre más alta.

      Cerró los ojos durante un momento, esperando a que pasase el dolor. El hecho de haber estado fuera las últimas semanas no le había dejado ver que aún seguía ahí, en lo más profundo de su corazón. Tenía que agradecérselo a Gabrielle. ¿Cómo sabía lo que estaba sintiendo cuando ni él era capaz de entenderse a sí mismo?

      Pensó que alejarse de Lash y Naomi le ayudaría a tener una mejor perspectiva sobre lo que estaba sintiendo. Pero cuando regresó y se quedó a solas en la habitación vacía de Lash, se cuestionó por quién estaba sufriendo su corazón: por Lash o por Naomi.

      Se pasó las manos por la cara con frustración. Se había dejado mucho desde que se fue, casi como si se estuviera castigando a sí mismo. Ni siquiera se molestó en afeitarse. Tampoco se molestó en vestirse con sus trajes favoritos. En lugar de eso, se ponía cualquier cosa que encontraba, como pantalones de pinzas negros y camisetas. Incluso su pelo, que siempre lucía perfecto, estaba diferente, con los mechones del flequillo desaliñados cayéndole sobre los ojos y el resto tan largo que le llegaba hasta la clavícula. El único lujo que se permitió fue la chupa de cuero negra que le combinaba con sus nuevas botas de piel de cocodrilo.

      Levantó la mirada hacia el cielo, que se estaba oscureciendo, intentando localizar el momento en el que todo cambió. ¿En qué momento dejó de ser un amigo leal para convertirse en alguien en quien no se podía confiar? ¿Podía culpar a Lash por no tener fe en él cuando ni él sabía si podía confiar en sí mismo con respecto a Naomi?

      Jeremy se alejó de la barandilla y caminó por el puente mientras sus brillantes botas negras crujían sobre la madera. «Yo solo estaba haciendo mi trabajo. Eso es todo».

      Vigilar a Lash y asegurarse de que llevaba a Naomi a Shiprock, eso era lo que le habían dicho que hiciera, y eso fue lo que hizo. Siguió las órdenes a la perfección. Así que, ¿y qué si se había pasado a verlos un poco más de lo que le habían pedido? No había nada malo en ello. Y puede que hubiera sentido un poco de celos... No, preocupación. Sí eso era; estaba preocupado cuando vio la obvia atracción entre ellos dos. Tenía que advertir a Lash que la dejara. Pensaba que arruinaría su oportunidad de regresar a casa.

      Jeremy se quedó paralizado al recordar las palabras que le dijo a Lash.

      «Ella no es para ti».

      ¿Por qué le había dicho eso?

      «Tú sabes por qué», susurró una voz en su cabeza.

      Dio un golpe en la barandilla con la mano. Sabía perfectamente por qué. Deseaba poder olvidarlo todo y volver a empezar con Lash y Naomi. Pero no podía.

      Mientras batallaba contra los recuerdos que tenía de ella, agarró la barandilla tan fuerte que los nudillos se le pusieron blancos. Antes le había resultado más fácil, cuando tan solo debía concentrarse en completar una misión. Pero ahora, luchaba por alejar de su mente lo que sintió la primera vez que la vio: ese cabello largo y oscuro cayendo hacia adelante, sobre su hermoso rostro, mientras rodeaba a Deborah. Fue como si la luz golpeara su pecho y reanimara un corazón que no sabía que había estado sin vida. Fue solo cuando Lash apareció, obviamente amenazado por la forma en la que él la miraba, cuando se retiró y se centró en la tarea que le habían encomendado. Desde entonces, había estado apartando los sentimientos que habían surgido en él; unos sentimientos que no tenía ni idea de dónde venían hasta que Raphael le contó que era su hijo y que hacía mucho tiempo estuvo prometido a Naomi.

      —¿Estás listo?

      Jeremy se dio media vuelta al escuchar la voz. —Gabrielle. Pensaba que estaba solo.

      Ella se acercó desde la sombra. Una brisa sopló haciendo que las suaves ondas rubias se movieran alrededor de su serio semblante. —Has estado aislado durante unas semanas. ¿Estás preparado para tu nueva tarea?

      Jeremy

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