El Fantasma De Girolamo Riario. Ivo Ragazzini

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El Fantasma De Girolamo Riario - Ivo Ragazzini

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      —¿Le dijo el fantasma qué habían hecho?

      —No lo dijo, pero sabía bien quiénes eran los conjurados y reclamaba venganza contra ellos —respondió con firmeza el testigo.

      —¿Le dijo quiénes eran los sicarios y conjurados?

      —Sí. Y sabía quiénes eran los verdaderos instigadores.

      —¿Quiénes eran? —preguntó curioso el investigador.

      —No se lo voy a decir.

      —¿Por qué?

      —Es una larga historia y no creo que usted me entienda.

      —No es así, pero respeto su parecer. En todo caso, ¿tiene alguna idea de quién podría ser la mujer a la que quería defender? —preguntó el investigador curioso.

      —Sí. Era Catalina Sforza, en esa época señora de Imola y de Forlí —respondió el testigo.

      —¿Y el fantasma quién sería por tanto? ¿Uno de sus tres maridos?3

      —Ese fantasma no era uno cualquiera de sus tres maridos, sino Girolamo Riario, primer marido de Catalina Sforza y sobrino del papa Sixto IV,4 que fue asesinado en ese palacio hace 500 años por una conjura, mientras Catalina se encerraba y parapetaba en la habitación contigua y pedía ayuda desesperadamente. Es una historia que sigue sin aclararse y misteriosa en bastantes puntos hasta hoy —respondió de golpe el testigo.

      El investigador quedó ligeramente sorprendido por algo de lo que acababa de oír y luego preguntó:

      —¿Y no podía ser Jacopo Feo? ¿No fue él también marido de Catalina Sforza y murió en una emboscada por un golpe de espada en la cabeza?

      —No. Era Riario y fue asesinado en ese palacio. Jacopo Feo fue asesinado en la calle en un lugar muy distante a ese, en mitad de la calle del actual corso Garibaldi, donde en su momento estaba el puente de los Morattini5 —respondió el testigo.

      —¿Y entonces por qué al fantasma le faltaba parte de la cabeza?

      —Porque alguien se la había puesto así — respondió el testigo.

      —¿Por qué razón iba a hacer una cosa así? —preguntó el investigador.

      —Me parece usted un ingenuo. Puede haber muchos motivos en el mundo para poner así a alguien —respondió sonriendo el testigo.

      —Dígalos.

      —Ya le he dicho que es una larga historia.

      —Intente resumirla —lo apremió el investigador.

      —Está bien. Oficialmente Riario fue asesinado por la tarde en la Sala de las Ninfas de ese palacio por tres conjurados a los que consideraba amigos de confianza. Uno de ellos, mientras los demás esperaban fuera, entró con una excusa en aquella sala que ya no existe y lo apuñaló.

      »Después de la primera puñalada, Riario cayó al suelo y trató de esconderse detrás de una mesilla, pero enseguida lo alcanzaron y liquidaron los otros dos conjurados, que lo sujetaron y apuñalaron hasta matarlo, mientras Catalina Sforza se parapetaba con unos sirvientes en la habitación de al lado y gritaba pidiendo ayuda.

      »Después de cerca de media hora, fue arrojado de mala manera al exterior por la ventana por otros conjurados, que entretanto se habían apoderado del palacio comunal y su cuerpo fue despedazado por otros amotinados que gritaban libertad mientras lo arrastraban por la plaza —respondió el testigo de un tirón.

      —Parece una historia muy fea —respondió el investigador, pensando en ella por un momento. Luego, tratando de intuir más o menos cómo pudieron haber pasado las cosas, añadió—: Por tanto, si lo he entendido bien, ¿podría ser que Riario, cuando fue arrojado por la ventana, cayera de cabeza como un peso muerto y se la rompiera?

      —No. No he dicho eso ni tampoco me cuadra. Más bien creo que Riario cayó de pie y no de cabeza —explicó el testigo.

      —¿Entonces cómo se produjo la fractura de la cabeza?

      —Existen muchos modos de romperle al cabeza a alguien —respondió el testigo.

      —Entonces, ¿cómo habrían pasado las cosas?

      —Hay que conocer un poco otros hechos para entender bien todo.

      —¿Y usted los conoce?

      —Bastantes sí —respondió el testigo.

      —¿Y cómo consiguió saber todas estas cosas? ¿Es que se las contó el fantasma? —preguntó sonriendo un poco el investigador.

      —No. Soy hijo del hijo del hijo del hijo de gente de Forlí desde hace muchas generaciones y algo he heredado de ellos —respondió el testigo.

      —Vamos… cómo puedo creerle… —El investigador sonrió de nuevo—. ¿Tal vez está intentando ocultarme la realidad?

      —No.

      —¿Entonces se lo ha contado todo el fantasma? —pregunta el investigador.

      —No, él solo ha dicho algunas cosas. Otras, en cambio pasaron después de su muerte y tal vez tampoco él las sepa —explicó el testigo.

      —¿Y usted sí las sabe?

      —Ya le he dicho que bastantes sí.

      —Perdone, pero ¿quién es el fantasma? ¿Usted o él? —preguntó en broma el investigador.

      —Él, naturalmente.

      —¿Y usted quién es?

      —Un ciudadano de este lugar —respondió el testigo.

      —¿Y cómo consiguió saber todo esto?

      —Lo sé y basta —respondió el testigo, que no parecía querer entrar en detalles.

      —¿Tal vez ha leído todo en libros de historia?

      —Algunas cosas he tratado de comprobarlas en libros de historia, pero muchas no están escritas en ningún libro de historia —respondió el testigo.

      —¿Y entonces cómo las sabe? —insistió el investigador.

      —Ya se lo he dicho. Soy hijo del hijo del hijo de gente de estos lugares y he heredado algo…

      —Es usted muy curioso. ¿Qué más le ha dicho el fantasma? —preguntó el investigador que cada vez se sentía más envuelto en esta historia.

      —Prometía venganza y muerte a quien lo mató y le hizo todo esto.

      —¡Usted le preguntó algo?

      —Sí.

      —Usted también es muy valiente. ¿Qué le preguntó?

      —Le

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