Moby-Dick o la ballena. Herman Melville
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Su traducción a otras lenguas no llegó hasta la década de los años treinta del siglo pasado, pero desde entonces su popularidad en la Europa continental creció muy rápidamente; y en especial a partir de la muy correcta versión filmada por John Huston en 1956, la novela pasó a ocupar un lugar preeminente en la mitología popular. Muy pocos personajes literarios hay hoy tan conocidos como la ballena blanca, o el capitán Ajab, y no es exagerado decir que probablemente no hay un inicio de novela tan famoso como el de Moby-Dick. Millones de personas que ni siquiera han intentado abrir el libro reconocen la alusión a él cuando alguien dice «llamadme...» y añade cualquier nombre, lo mismo que gritan «¡allí resopla!» cuando la expresión se puede adecuar jocosamente a una situación concreta. Las alusiones a la novela están en todas partes, desde bares y restaurantes –en Madrid, en donde escribo estas líneas, existe un conocido local de música en vivo llamado Moby Dick–, hasta juguetes, e incluso cosméticos. Sin embargo, también en este aspecto el libro está en una categoría similar a la de los grandes clásicos: su lectura representa para muchos un reto no fácil de superar. En los Estados Unidos la obligatoriedad de la misma en las escuelas se ha convertido en tópico de tarea tediosa. Su reputación allí es, en este sentido, similar a la del Quijote en el nuestro, peor si cabe, pues su erudición le hace ser un libro más antipático que éste, y su ironía y su humor son más difíciles de captar. Si aquí se dice de algo complejo que tiene «más enjundia que el Quijote», en los Estados Unidos se dice que Moby-Dick es «un libro para hacer una tesis». Su apreciación conserva en este aspecto cierto carácter iniciático, similar a ése que vimos que tuvo en Inglaterra cuando nadie apenas lo conocía. De ahí que su popularidad sea siempre notoria entre los jóvenes y entre las personas de tendencias más radicales, que ven en él un texto revelatorio y revolucionario, inaccesible para la «mayoría burguesa». De ahí también su señalada vigencia, su perenne modernidad –un rasgo más que compartir con la Iliada y la Odisea y el Quijote–. No quiero adelantar nada del contenido del libro, ni orientar el criterio del lector, pero tras leer los primeros capítulos estoy seguro de que éste convendrá en que pocas novelas expresan mejor lo ridículo de los prejuicios raciales, nacionales, religiosos, culturales o sexuales. ¿Qué puede ser más «actual»?
La suerte de Moby-Dick en España no ha sido muy buena. A pesar de los reiterados elogios de ilustres personajes de nuestras letras, y de la innegable popularidad de la novela, las múltiples ediciones españolas no le han hecho justicia. De las doce traducciones al castellano previas a la mía, sólo un par de ellas alcanza un nivel aceptable y hasta el año 2007 no ha existido una verdadera edición anotada1. La presente es una reelaboración de esa que yo realicé, con las notas reducidas a lo que se ha considerado indispensable para que el lector no se pierda en el texto. También he tenido la oportunidad de rehacer la traducción, lo que me ha permitido corregir un par de inexplicables –e inexcusables– errores, y limar bastantes asperezas que, en mi afán por preservar la singularidad de la prosa, había dejado en el texto sin verdadera justificación.
1 Moby-Dick; o La Ballena, F. Velasco Garrido (ed.), Madrid, Akal (colección Vía Láctea), 2007. Quien tenga interés por la traducción de la novela puede consultar mi artículo «El lardo es el lardo. Sobre la traducción de Moby Dick al castellano», Vasos Comunicantes 40 (otoño 2008).
Moby-Dick;o La Ballena
Como muestrade mi admiración por su genio,este libro está dedicadoaNathaniel Hawthorne
Etimología
(Aportada por un bedel tísico de una escuela de gramática, ya fallecido)
[El pálido bedel... raído de levita, corazón, cuerpo y cerebro; le veo ahora. Siempre estaba desempolvando sus viejos léxicos y gramáticas con un singular pañuelo, burlonamente embellecido con todas las alegres banderas de todas las naciones conocidas del mundo. Le encantaba desempolvar sus viejas gramáticas; de algún modo, tenuemente le recordaba su propia mortalidad.]
Etimología
«Cuando aceptáis la tarea de educar a los otros, y enseñarles con qué nombre una ballena ha de ser llamada en nuestra lengua, dejando de lado por ignorancia la letra H, que casi constituye por sí sola la significación de la palabra, expresáis lo que no es cierto.»
Hackluyt
«WHALE. * * * Del sueco y el danés hval. Este animal se denomina a partir de su redondez o de su voltear; pues, en danés, hvalt significa arqueado o abovedado.»
Webster’s Dictionary
«WHALE. * * * Deriva de manera más inmediata del holandés y el alemán Wallen; anglosajón, Walwian, voltear, revolcar.»
Richardson Dictionary
תר hebreo
κητος griego
cetus latín
whæl anglosajón
hval danés
wal holandés
hwal sueco
hvalur islandés
whale inglés
baleine francés
ballena español
pekee-nuee-nuee fijiano
pehee-nuee-nuee erromangoano
Extractos
(Aportados por un ayudante de ayudante de bibliotecario)
[Se verá que este simple esforzado escarbador y hormiga, pobre diablo de ayudante de ayudante, parece haber recorrido los largos vaticanos y los puestos callejeros de la Tierra, escogiendo cualesquiera aleatorias alusiones a ballenas que de todo modo pudiera encontrar en cualquier libro que fuese, ya fuera sagrado o profano. Por lo tanto, no debéis tomar los desordenados asertos sobre ballenas de estos extractos, al menos no en todos los casos y por muy auténticos que sean, por una verdadera evangélica cetología. Ni mucho menos. En lo tocante a los autores antiguos en general, lo mismo que a los poetas que aquí aparecen, estos extractos sólo son valiosos o amenos por proporcionar una panorámica general, a vista de pájaro, de lo que promiscuamente ha sido dicho, pensado, imaginado y cantado del Leviatán1 por muchas naciones y muchas generaciones, incluyendo la nuestra.
Así que adiós, pobre diablo de ayudante de ayudante, cuyo comentador yo soy. Vos pertenecéis a esa pálida y desahuciada estirpe que ningún vino de este mundo confortará jamás; y para la que incluso el jerez pálido resultaría demasiado rojizo y fuerte; mas con la cual a veces a uno le agrada sentarse, y sentirse pobre diablo también; y solidarizarse entre lágrimas; y decirles simple y llanamente, con ojos cargados y vasos vacíos, y con tristeza no del todo desagradable... ¡Abandonad, ayudantes de ayudantes! ¡Pues cuantas más y mayores molestias os toméis para agradar al mundo,