Emilia Pardo Bazán: Obra literaria completa. Emilia Pardo Bazán

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mientras jadeaban exánimes de tanto trotar, y humeaba todo su pobre cuerpo bañado en sudor!

      ¡Pues qué diré de la mula en que Trampeta solía hacer sus excursiones a la capital! Ya las costillas le agujereaban la piel, de tan flaca como se había puesto. Día y noche estaba el insigne cacique atravesado en la carretera, y a cada viaje la elección de Cebre se presentaba más dudosa, más peliaguda, y Trampeta, desesperado, vociferaba en el despacho del Gobernador que importaba desplegar fuerza, destituir, colocar, asustar, prometer, y, sobre todo, que el candidato cunero del gobierno aflojase la bolsa, pues de otro modo el distrito se largaba, se largaba, se largaba de entre las manos.

      —¿Pues no decía usted—gritó un día el Gobernador con vehementes impulsos de mandar al infierno al gran secretario—que la elección no sería muy costosa; que los adversarios no podían gastar nada; que la Junta carlista de Orense no soltaba un céntimo; que la casa de los Pazos no soltaba un céntimo tampoco, porque a pesar de sus buenas rentas está siempre a la quinta pregunta?

      —Ahí verá usted, señor—contestó Trampeta—. Todo eso es mucha verdad; pero hay momentos en que el hombre..., pues... cambia sus auciones , como usted me enseña (Trampeta tenía esta muletilla). El marqués de Ulloa....

      —¡Qué marqués ni qué calabazas!—interrumpió con impaciencia el Gobernador.

      —Bueno, es una costumbre que hay de llamarle así.... Y mire usted que llevo un mes de porclamar en todos lados que no hay semejante marqués, que el gobierno le ha sacado el título para dárselo a otro más liberal, y que ese título de marqués quien se lo ha ofrecido es Carlos siete, para cuando venga la Inquisición y el diezmo, como usted me enseña....

      —Adelante, adelante—exclamó el Gobernador, que aquel día debía estar nervioso—. Decía usted que el marqués o lo que sea... en vista de las circunstancias....

      —No reparará en un par de miles de duros más o menos, no señor.

      —¿Si no los tenía, los habrá pedido?

      —¡ Catá ! Los ha pedido a su suegro de Santiago; y como el suegro de Santiago no tiene tampoco una peseta disponible, como usted me enseña... héteme aquí que se los ha dado el suegro de los Pazos.

      —¿Se le cuentan dos suegros a ese candidato carlista?—preguntó el gobernador, que a su pesar se divertía con los chismes del secretario.

      —No será el primero, como usted me enseña—dijo Trampeta riéndose de la chuscada—. Ya entiende por quién hablo.... ¿eh?

      —¡Ah!, sí, la muchacha ésa que vivía en la casa antes de que Moscoso se casase, y de la cual tiene un hijo.... Ya ve usted cómo me acuerdo.

      —El hijo... el hijo será de quien Dios disponga, señor gobernador.... Su madre lo sabrá..., si es que lo sabe.

      —Bien, eso para la elección importa un rábano.... Al grano: los recursos de que Moscoso dispone....

      —Pues se los ha facilitado el mayordomo, el Primitivo, el suegro de cultis .... Y usted me preguntará: ¿cómo un infeliz mayordomo tiene miles de duros? Y yo respondo: prestando a réditos del ocho por ciento al mes, y más los años de hambre, y metiendo miedo a todo el mundo para que le paguen bien y no le nieguen una miserable deuda de un duro...—Y usted dirá: ¿de dónde saca ese Primitivo o ese ladrón el dinero para prestar?—Y yo replico: del bolsillo de su mismo amo, robándole en la venta del fruto, dándolo a un precio y abonándoselo a otro, engañándole en la administración y en los arriendos, pegándosela, como usted me enseña, por activa y por pasiva...—Y usted dirá....

      Este modo dialogado era un recurso de la oratoria trampetil, del cual echaba mano cuando quería persuadir al auditorio. El gobernador le interrumpió:

      —Con permiso de usted lo diré yo mismo. ¿Qué cuenta le tiene a ese galopín prestarle a su amo los miles de duros que tan trabajosamente le ha cogido?

      —¡Me caso!...—votó el secretario—. Los miles de duros, como usted me enseña, no se prestan sin hipoteca, sin garantías de una clás o de otra, y el Primitivo no ha nacido en el año de los tontos. Así queda seguro el capital y el amo sujeto.

      —Comprendo, comprendo—articuló con viveza el Gobernador. Queriendo dar una muestra de su penetración, añadió:—Y le conviene sacar diputado al señorito, para disponer de más influencia en el país y poder hacer todo cuanto le acomode....

      Trampeta miró al funcionario con la mezcla de asombro y de gozosa ironía que las personas de educación inferior muestran cuando oyen a las más elevadas decir una simpleza gorda.

      —Como usted me enseña, señor gobernador—pronunció—, no hay nada de eso.... Don Pedro, diputado de oposición o independiente o conforme les dé la gana de llamarle, servirá de tanto a los suyos como la carabina de Ambrosio.... Primitivo, arrimándose a un servidor de usted o al judío, con perdón, de Barbacana, conseguiría lo que quisiese ¿eh?, sin necesidad de sacar diputado al amo.... Y Primitivo, hasta que le dio la ventolera, siempre fue de los míos.... Zorro como él no lo hay en toda la provincia... Ése ha de acabar por envolvernos a Barbacana y a mí.

      —Y entonces Barbacana ¿por qué se ha declarado a favor del señorito?

      —Porque Barbacana va con los curas a donde lo lleven. Ya sabe lo que hace.... Usted, un suponer, está ahí hoy y se larga mañana; pero los curas están siempre, y lo mismo el señorío... los Limiosos, los Méndez....

      Y dando suelta al torrente de su rencor, el cacique añadió apretando los puños:

      —¡Me caso con Dios! Mientras no hundamos a Barbacana, no se hará nada en Cebre.

      —¡Corriente! Pues facilítenos usted la manera de hundirlo. Ganas no faltan.

      Trampeta se quedó un rato pensativo, y con la cuadrada uña del pulgar, quemada del cigarro, se rascó la perilla.

      —Lo que yo cavilo es ¿qué cuenta le tendrá al raposo de Primitivo esta diputación del amo?... Ahora se aprovecha de dos cosas: lo que le pilla como hipoteca y lo que le mama corriendo con los gastos electorales y presentándole luego, como usted me enseña, las cuentas del Gran Capitán.... Pero si vencen y me hacen diputado a mi señor don Pedro, y éste vuela para Madrí , y allí pide cuartos por otro lado, que sí pedirá, y abre el ojo para ver las picardías de su mayordomo, y no se vuelve a acordar de la moza ni del chiquillo..., entonces....

      Tornó a rascarse la perilla, suspenso y meditabundo, como el que persigue la solución de un problema muy intrincado. Sus agudísimas facultades intelectuales estaban todas en ejercicio. Pero no daba con el cabo de la madeja.

      —Al caso—insistió el gobernador—. De lo que se trata es de que no nos derroten vergonzosamente. El candidato es primo del ministro; hemos respondido de la elección.

      —Contra el candidato de la Junta de Orense.

      —¿Piensa usted que allá admiten esas distinciones? Estamos a triunfar contra cualquiera. No andemos con circunloquios; ¿cree usted que vamos a salir rabo entre piernas? ¿Sí o no?

      Trampeta permanecía indeciso. Al cabo levantó la faz, con el orgullo de un gran estratégico, seguro siempre de inventar algún ardid para burlar al enemigo.

      —Mire usted—dijo—, hasta la fecha Barbacana no ha podido

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