En manos del dinero. Peggy Moreland
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
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28001 Madrid
© 2004 Peggy Bozeman Morse
© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
En manos del dinero, n.º 295 - agosto 2020
Título original: Tanner’s Millions
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com
I.S.B.N.: 978-84-1348-744-1
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
En el antiguo Oeste, los agentes del sheriff solían sentarse de cara a la puerta porque preferían ver venir los problemas de frente, no fuera a ser que los problemas los encontraran de espaldas.
Los policías del siglo XXI suelen hacer lo mismo y, más o menos, por la misma razón.
Los solteros que van a los bares también prefieren esa colocación, aunque en ese caso no es por seguridad sino para ver a las mujeres que entran.
Ry Tanner no era un agente del sheriff ni un policía y, desde luego, no estaba en absoluto interesado en las mujeres.
Por eso, estaba sentado de espaldas a la puerta. Lo único que quería era que lo dejaran solo.
Por eso había ido al River’s End, buscando olvido, y estaba a punto de encontrarlo en el fondo de una copa de whisky.
Era la cuarta noche seguida que acudía a aquel restaurante del centro de Austin, en Texas, que prometía servir buey alimentado con maíz y alcohol puro, sin adulteraciones.
Al estar muy cerca del capitolio del estado y del campus universitario, había muchos jueces y estudiantes.
Ry lo había elegido porque estaba a pocos minutos andando del hotel que en aquellos momentos era su hogar.
Un mes antes, su casa era una villa de estilo español situada en uno de los barrios más exclusivos de la ciudad.
Antes, había sido la vivienda del presidente de una gran multinacional de informática y tenía un centro tecnológico de vanguardia, una piscina olímpica y un garaje para cinco coches cuya temperatura se controlaba por termostato, además de un apartamento independiente para el servicio.
Su ex mujer se había quedado con la casa tras el divorcio, además de con todo lo que había podido.
Ry no echaba de menos la casa y a su ex mujer tampoco, la verdad.
Su descontento tenía unos motivos mucho más profundos. Lo cierto es que no sabía cuándo había empezado exactamente aquella depresión que se había abatido sobre él, pero se lo había comido vivo y le había arrebatado el entusiasmo por vivir y por ejercer su profesión de cirujano plástico.
Desesperado por vivir en paz de nuevo, había vendido su consulta, lo que había supuesto que su matrimonio se fuera al garete. Aquello lo había desequilibrado porque jamás creyó que una cosa diera lugar a la otra.
Suponía