Por despecho. Miranda Lee
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Dio un trago a su bebida y miró a su alrededor para ver si Lewis seguía observándola.
Pero no era así. No se le veía por ninguna parte.
Olivia no pudo evitar sentirse irritada.
–¿Otro baile? –sugirió Phil
Olivia empezaba a pensar que bailar sin ser observada por Lewis no tenía ningún atractivo. Así que de repente perdió todo interés por seguir allí.
–Lo siento –se excusó ella–, pero tengo que hacer algo ahora mismo.
Dejando a Phil con la boca abierta, cruzó la pista de baile y llegó a la mesa donde estaban las botellas de champán, metidas en un recipiente con hielo. Sacó una, tomó dos copas limpias y se dirigió hacia el edificio principal.
Lewis no estaba en el laboratorio, sino en su despacho. Miraba por la ventana hacia los cuidados jardines. Se había quitado la chaqueta y la corbata, que había dejado descuidadamente sobre el sillón negro de piel. Mientras observaba distraídamente al frente, comenzó a quitarse los gemelos y a remangarse la camisa.
Olivia se quedó en la entrada sin hacer ruido, observándolo.
Era un hombre increíblemente atractivo, admitió finalmente. Algo que ella siempre había sabido, pero a lo que nunca antes se había enfrentado con sinceridad. Ésta era otra de las ventajas de estar un poco ebria. Sonriéndose para sí, Olivia decidió denominarlo como inspiración alcohólica.
–¡Así que estás aquí! –exclamó alegremente la muchacha, cerrando la puerta con un pie y dirigiéndose hacia la mesa.
Él se dio la vuelta y la miró con expresión seria.
–¿Qué demonios estás haciendo? –preguntó al ver que ella llenaba ambas copas con el líquido espumoso, parte del cual cayó sobre la madera oscura.
–Trayéndote aquí la fiesta, jefe –contestó con una sonrisa provocativa, mientras se encaminaba hacia él, alegrándose de que las copas estuvieran sólo a medias–. Es el único día del año en que no trabajamos aquí y eso te incluye a ti. Así que, si crees que vas a esconderte en este maldito laboratorio, estás muy equivocado. Toma esta copa –ofreció ella, llevando la suya a los labios con ojos brillantes–. Feliz Navidad, Lewis.
–Olivia, tú no estás únicamente feliz, estás borracha.
–Lo estoy, ¿verdad? –contestó con una carcajada.
–Vas a tener una resaca horrible mañana.
–Me preocuparé de eso por la mañana. Mientras tanto seguiré divirtiéndome.
El hombre arqueó una de sus oscuras cejas.
–Ya me he dado cuenta. No habrás olvidado la fama que Phil Baldwin tiene con las mujeres, ¿verdad?
–No.
–Por el amor de Dios, Olivia, si quieres vengarte de Nicholas elige a alguien un poco más discreto. No me agradaría escuchar que Phil anda presumiendo por ahí de que se ha acostado con mi secretaria en la fiesta de navidad, ¿de acuerdo?
–¿Crees que yo se lo permitiría?
–No sé qué pensar –los ojos de él tenían una expresión confusa mientras observaba la sombra entre sus senos–. Cuando te has soltado el pelo, Olivia, realmente lo has hecho de verdad.
El aire entre los dos pareció espesarse. Espesarse y llenarse de electricidad. La tormenta que había ido formándose en el interior de Olivia durante todo aquel día, ganó en intensidad y encendió sus venas. Su corazón empezó a palpitar con fuerza. Sus ojos brillaron.
–Por lo menos te diste cuenta de que era una mujer –contestó con voz ronca.
–Era difícil no hacerlo.
–¿Te gustaría acostarte conmigo, Lewis?
El hombre se quedó confuso. Pero junto con la confusión había una poderosa fascinación. No podía apartar los ojos de ella. Y Olivia se aprovechó de su momentánea inmovilidad para acercarse a él y apretarse contra su cuerpo. Los orificios nasales de Lewis se ensancharon por la sorpresa.
Olivia estaba más allá de la sorpresa, más allá de todo y sólo quería que Lewis la mirase del mismo modo en que lo había hecho cuando ella estaba en la pista de baile. Era un deseo imperioso que encendía sus sentidos y nublaba su conciencia. Lo único que quería era que su jefe admitiera que la deseaba, tenerlo a su merced.
Nicholas la había llamado aburrida. Si la pudiera ver en ese momento… Lewis no la miraba como si se estuviera aburriendo, desde luego. Poniéndose de puntillas, rozó sus labios con los suyos.
Su jefe se quedó helado, pero sólo por un segundo. Cuando ella lo besó por segunda vez, más firmemente, los labios de él se hicieron suaves, se separaron a la vez que los de ella. Cuando la lengua de Olivia fue al encuentro de la de él, Lewis soltó un gemido de abandono.
Una oscura sensación de triunfo llenó su alma. Sonriendo, se separó un poco para observar el rostro sonrojado de él.
–Vuelvo en seguida –dijo, con una sonrisa maliciosa.
Se bebió el resto de su copa de camino a la puerta. Luego, se dio la vuelta e hizo un gesto travieso.
–No queremos que nos molesten, ¿verdad?
En el fondo, algo le decía que su comportamiento estaba siendo escandaloso, pero nada iba a detenerla. Sus razones, cualquier escrúpulo, estaba enterrado bajo la excitación del momento.
Los ojos de él no dejaron de observarla mientras ella cruzaba de nuevo la sala. Y le brillaban, delatando lo excitado que estaba.
Ella depositó su copa sobre la mesa, pero no hizo ademán de agarrar la suya. Simplemente tomó la mano libre de él y le condujo hacia el sillón negro de piel.
Lewis se sentó donde ella le indicó. Los ojos azules de él ardieron al verla quitarse los zapatos y acurrucarse a su lado.
–Ahora terminaremos esto los dos juntos, ¿verdad? –dijo ella, agarrando ya la copa de él.
Cuando ella se la puso en los labios, él bebió obedientemente, quedándose en silencio cuando le tocó terminar a Olivia. Decidida a no ponerse nerviosa por su silencio, se terminó el vaso y luego lo arrojó suavemente sobre la alfombra. Después, agarró el rostro de él entre las manos y lo besó. Primero suavemente y luego con más intensidad, consiguiendo que gimiera.
Con las manos sorprendentemente ágiles, Olivia consiguió desabrochar la camisa y besarlo. Finalmente, apartó los bordes de la camisa a ambos lados para poner las manos sobre su pecho desnudo.
Él era firme y musculoso, con el vello suficiente para emanar una virilidad que comenzaba a