Dijo el Buda.... Osho

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Dijo el Buda... - Osho Sabiduría Perenne

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lo imposible».

      Escucha este argumento. Está diciendo que cómo puede alguien creer si está dubitativo. ¿Cómo puede creer si la duda ya se ha manifestado? Puede reprimir la duda, puede reforzar la creencia, pero en lo más profundo estará la duda, como un gusano, al acecho y royéndole el corazón. Tarde o temprano la creencia se vendrá abajo, porque es infundada, carece de base. En la base está la duda, y sobre esa base habrás levantado toda la estructura de tu creencia.

      ¿Lo has observado? Siempre que se cree, la duda acecha en lo más profundo. ¿Qué tipo de creencia es ésa?

      El Buda dice que si no hay duda entonces no tiene sentido creer. Porque entonces uno sabe. No es necesario ningún Krishna que diga: «Entrégate y luego creerás». No hace ninguna falta. Si Arjuna tuviese fe, la tendría; si no la tiene, entonces no hay modo de crearla. Como mucho, Arjuna podrá jugar a hacer creer, a pretender que cree. Pero la creencia no puede imponerse.

      Para aquéllos cuya fe es natural, espontánea, no es una cuestión de fe, porque simplemente creen. Ni siquiera saben lo que es creer. Los niños simplemente creen. Pero una vez que la duda penetra, creer se torna imposible. Y la duda ha de entrar, pues es parte del proceso de crecimiento.

      La duda nos hace maduros. Sigues siendo infantil hasta que la duda penetra en tu alma. A menos que el fuego de la duda empiece a quemarte, seguirás siendo inmaduro; no sabrás qué es la vida. Sólo empiezas a saber qué es la vida al dudar, al tornarte escéptico, al tener preguntas.

      El Buda dice que la fe llega, pero no en contra de la duda, y no como una creencia. La fe llega destruyendo la duda con argumentos, destruyendo la duda con más duda, eliminando la duda mediante la propia duda. Un veneno sólo puede ser destruido mediante otro veneno, y ése es el método del Buda. No habla de creer. Dice que hay que profundizar en la duda, llegar hasta el fondo, sin miedo; no hay que reprimirla. Hay que recorrer todo el camino de la duda, hasta el final, y ese mismo periplo te llevará más allá. Porque llega un momento en que la duda empieza a dudar de sí misma. Ésa es la duda esencial, cuando la duda duda de sí misma. Ese momento ha de producirse si se llega hasta el fondo. Primero se duda de la creencia, se duda de eso y de lo otro. Y un día, cuando ya se ha dudado de todo, de repente surge una duda nueva y esencial: empiezas a dudar de la duda.

      Eso es algo totalmente nuevo en el mundo de la religiosidad. La duda mata a la duda, la duda destruye a la duda, y se obtiene la fe. Esta fe no está contra la duda, sino más allá. Esta fe no se opone a la duda, sino que es la ausencia de duda.

      El Buda dice que has de volver a ser niño, pero el camino ha de pasar por el mundo, cruzar muchas junglas de dudas, argumentos, y raciocinios. Y cuando una persona regresa a casa, realiza su duda original, que es del todo distinta. No es que sea un niño, sino un hombre… maduro, experimentado y, no obstante, infantil.

      Este sutra, el Sutra de cuarenta y dos secciones, nunca existió en la India. Nunca existió en sánscrito o en pali, sino sólo en chino.

      Cierto emperador Ming de la dinastía Han, en 67 d.C., invitó a unos cuantos maestros budistas a ir a China para llevar el mensaje del Buda. Nadie sabe los nombres de dichos maestros, pero un grupo de ellos fue a China. El emperador quería que se recopilase una pequeña antología de escritos budistas como primera presentación para el pueblo chino.

      Las escrituras budistas son muy extensas, y la literatura budista es un mundo en sí misma, pues existen miles de escrituras, que estudian detenidamente todos los detalles, porque el Buda cree en el análisis lógico. Llega a la raíz de todas las cosas. Su análisis es profundo y perfecto, y por ello profundiza mucho en los detalles. Así pues, se trataba de una tarea difícil. ¿Qué podría traducirse en un país totalmente nuevo donde nunca había existido nada parecido al Buda? Por ello estos maestros budistas compusieron una pequeña antología de cuarenta y dos secciones. Recopilaron dichos de aquí y allá, de esta escritura y de aquélla, de este sermón y del otro.

      Este libro fue recopilado al estilo de las Analectas confucianas porque debía presentarse a un país confuciano, a gentes que estaban muy familiarizadas con la forma de expresarse de Confucio, con el modo en que se recopilaron las escrituras confucianas. La gente estaba familiarizada con Confucio, así que los maestros budistas compusieron este sutra siguiendo ese modelo. Las Analectas de Confucio empiezan cada frase, cada párrafo, con la frase: «Dijo el maestro…». Este sutra empieza de modo parecido, y cada dicho empieza con: «Dijo el Buda…».

      A principios del siglo xx los eruditos solían creer que el original debía haber existido en sánscrito o pali, y que debió desaparecer o perderse, y que este sutra en chino era una traducción. Pero estaban equivocados. Este sutra nunca existió en la India. Y de hecho, nunca existió. Sí, desde luego, todos los dichos que aparecen son del Buda, pero la obra en sí es nueva, se trata de una antología nueva. Es algo que hay que tener en cuenta y no olvidarlo.

      Y eso es lo que lo convierte en una introducción básica tan buena al mundo del Buda. Es muy simple; lo contiene todo de un modo muy simple. Es muy directo. Es, en esencia, todo el mensaje del Buda, pero muy conciso y, a diferencia de otras escrituras budistas, no es muy largo ni verboso.

      Dijo el Buda:

      «Estar libre de pasiones y tranquilo es el mejor de los caminos».

      Siempre habla sobre el camino, pero nunca del objetivo. Porque dice: «¿Qué puede decirse del objetivo? Hablar de ello es trivial. Si sabes, sabes. Si no sabes, no hay manera de imaginárselo antes de alcanzarlo». Sólo habla del camino. Ni una palabra acerca del objetivo: Dios, Brahma, la verdad, el absoluto, el Reino de Dios. No, ni una palabra acerca del objetivo; sólo habla del camino.

      «Estar libre de pasiones y tranquilo es el mejor de los caminos».

      En esta sencilla frase se halla condensada toda la enseñanza del Buda. Estar libre de pasiones y tranquilo… Son dos aspectos de un único fenómeno, dos caras de una moneda: estar libre de pasiones y tranquilo. No se puede estar tranquilo si no se está libre de pasiones, y no se puede estar libre de pasiones si no se está tranquilo. Van juntos, y hay que trabajar en ambos aspectos a la vez.

      ¿Por qué el ser humano está tan tenso? ¿Por qué existe tanta ansiedad y angustia? ¿Por qué el ser humano no está tranquilo, recogido y centrado? Son muchas las pasiones que tiran de vosotros de aquí y de allá. Tiran de vosotros en muchas direcciones, y por eso os fragmentáis, os dividís, os quebráis. Perdéis el centro. Os olvidáis por completo de quiénes sois.

      Fijaos en lo siguiente: ¿quiénes sois cuando ansiáis dinero? Sólo sois una avaricia de dinero, y nada más. ¿Quiénes sois cuando estáis enfadados y tenéis el ego herido? No sois más que cólera, un ego herido y nada más. ¿Quiénes sois cuando estáis llenos de pasión sexual? Sois sólo sexualidad, libido y nada más. ¿Quiénes sois cuando sois ambiciosos y ansiáis poder, prestigio y respetabilidad? Sois simplemente ambición y nada más.

      Observad, observad y descubriréis muchas pasiones en vosotros, pero no descubriréis quiénes sois. Todas esas pasiones os destrozan, y cada pasión va a la suya. Si queréis dinero entonces debéis sacrificar las otras pasiones. Una persona que está loca por el dinero puede llegar a olvidarse del sexo; es muy fácil que un mísero sea célibe. De hecho, el celibato puede ser una especie de tacañería. No se quiere compartir la energía, no se quiere compartir la energía sexual con nadie; se es miserable.

      Una persona con ambiciones políticas puede tornarse célibe con mucha facilidad porque toda su pasión le empuja en un sentido. Un científico muy metido en sus investigaciones puede olvidarse de todo lo referente al sexo contrario. Es fácil; si una pasión os posee por completo, entonces os olvidáis de todo el resto.

      Es

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