Dijo el Buda.... Osho
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–Allí, a lo lejos, hay tierra, ¿verdad?
–No, señor –replicó el sobrecargo–. Es el horizonte.
–Es igual –suspiró el pasajero–. Eso es mejor que nada.
Pero el horizonte es nada. ¿Cómo puede ser mejor que nada? Sólo parece existir, pero en realidad no está ahí. El horizonte es puramente ilusorio. Pero a un pasajero mareado eso le parece bien. Al menos es algo… mejor que nada.
Para el Buda, creer es como el horizonte. Tus dioses son como horizontes, espejismos. Crees en ellos porque te sientes solo. No sabes si existen o no; los has creado porque los necesitas. Pero tu necesidad no garantiza su verdad. Tu necesidad no garantiza su realidad.
Te hallas en una noche oscura atravesando un bosque. Estás solo, y necesitas compañía. Puedes imaginarte un compañero, puedes empezar a hablarle, incluso puedes empezar a responder como si tú fueses el compañero. Eso te proporcionará la ilusión de que hay alguien ahí. Puedes creer en el compañero, y puedes estar totalmente hipnotizado por esa creencia, pero eso no significa que en realidad puedas crear al compañero.
La gente empieza a silbar cuando están solos. Al atravesar una noche oscura empiezan a silbar. Ayuda, es mejor que nada. Uno escucha su propio sonido y le da la impresión de que hay alguien más. La gente empieza a cantar; «quien canta, su mal espanta». Como siempre has escuchado hablar a los demás, el sonido que escuchas te da la impresión de que debe haber alguien más ahí.
Pero el Buda dice que por el hecho de sentir una necesidad, la realidad no tiene por qué satisfacerla. La realidad no cambia según tus necesidades. Tu necesidad es cierta, estás solo y te gustaría contar con una figura paterna en el cielo, con un Dios. Por eso los cristianos llaman “Padre” a Dios; es una figura paterna.
Los psicólogos estarían de acuerdo con el Buda, pues dicen que la idea de Dios no hace sino reflejar la necesidad de una figura paterna. Todo niño tiene un padre protector, que le proporciona sensación de seguridad. Uno se siente fenomenal porque el padre está ahí. Luego se crece, y se alcanza la madurez. Y tu padre deja de ser una protección. Sabes que tu padre es tan débil y limitado como tú. Y más tarde ves que tu padre se torna más débil con el paso de los días, se hace viejo. Pierdes la confianza, pero la necesidad sigue estando ahí; necesitas una figura paterna. Quieres ir a algún sitio y hablarle a tu padre, que ya no está. Al sentirte perdido creas un dios, una diosa; creas una figura paterna o materna. Se trata de tu necesidad, sí –de una necesidad psicológica–, pero esa necesidad te mantiene inmaduro.
El Buda es madurez. Dice que hay que dejar de lado a todas esas figuras, que no existen, y que, de existir, ésa no es la manera de hallarlas. La manera es tornarse tranquilo y sosegado. El camino es estar muy solo y, por tanto, aceptar la soledad de tal modo que no haya necesidad de la gracia de nadie. Tornarse tan silencioso y solitario que estés colmado en tu propio ser, que tengas suficiente contigo mismo. Entonces estarás tranquilo. Entonces empezará a sucederte una gracia, pero no se tratará de la gracia proveniente de Dios. Se trata de una gracia que se expande a partir de tu propio centro. Estarás lleno de gracia.
El Buda, tanto sentado como de pie o caminando, es la gracia personificada. Pero esta gracia no proviene de ningún sitio; se manifiesta a partir de su interior más profundo, burbujea ascendiendo de su propio centro. Es como una flor floreciendo en un árbol… sale del árbol. No es un don de nadie más, es un desarrollo.
Ésa es la diferencia entre el camino del brahmán y el del shramana. En el camino del brahmán la verdad es un don, un don de Dios. En el camino del shramana la verdad es un desarrollo que te sucede a partir de tu propio ser. Es tuya. La verdad no es algo externo que haya que descubrir, sino algo interno que hay que realizar.
«A quienes dejan a sus padres, abandonan el hogar, entienden la mente, alcanzan la fuente y comprenden lo inmaterial, se les llama shramanas.»
A continuación, la definición de shramana. ¿A quién se llama shramana? ¿Quién es realmente un buscador de la verdad? ¿Quién realiza un esfuerzo de verdad, auténtico, para descubrir qué es la verdad? Lo primero es que dejan a sus padres.
Es algo simbólico, no lo toméis de forma literal. Es muy simbólico y muy psicológico. Un hijo vive nueve meses en el vientre materno… totalmente protegido, en una atmósfera cálida y hermosa; nunca más volverá a hallar esas condiciones. Sin preocupaciones ni responsabilidades, ni siquiera para respirar. No necesita preocuparse de respirar, ya que la madre lo hace por él. No debe preocuparse de pasar hambre, pues la madre le alimenta. Está muy protegido, muy seguro.
Los psicólogos dicen que, en la búsqueda religiosa, las personas están buscando el mismo vientre. Todos sus conceptos acerca del paraíso no son más que vientres magnificados, totalmente confortables. En la mitología hinduista se dice que en el cielo existe un árbol, llamado kalpavriksha, que concede los deseos. Te sientas debajo y en el momento en que surge un deseo, incluso antes de que te dés cuenta de que ha surgido, el deseo será colmado. Piensas en comida y ahí aparece la comida, instantáneamente. Piensas en una cama porque tienes sueño, y ahí aparece la cama.
Eso es precisamente lo que es el vientre. El vientre es un kalpataru, un árbol de los deseos. El feto nunca es consciente de ninguna necesidad. Antes de que sea consciente de ellas, éstas se ven satisfechas; es del todo automático. Pero el niño debe abandonar el vientre; es necesario a fin de crecer. Las comodidades en sí mismas no te ayudan a crecer, porque no hay desafíos. El niño debe abandonar el vientre, y lo primero que ha de hacer tras dejar el vientre es la base de toda supervivencia: debe respirar por sí mismo. Debe realizar un esfuerzo por su parte. Se convierte en shramana.
En el vientre de la madre era un brahmán. Todo sucedía a través de la gracia. Todo sucedía, él no tenía que hacer nada. Pero todo el mundo debe salir del vientre. Todo brahmán ha de convertirse en shramana. El Buda dice que siendo shramana es posible crecer.
Con el tiempo, el niño crece distanciándose cada vez más de la madre; luego llega un momento en el que ya ni siquiera depende del pecho. Pero sigue dependiendo de la madre para alimentarse. Más tarde irá al colegio, alejándose todavía más de la madre, haciéndose cada vez más independiente, más individual. Entonces, un día, se enamora de otra mujer y se aparta totalmente de la madre.
Por eso ninguna madre puede nunca perdonar a la mujer que se ha llevado a su hijo. Nunca. Es imposible que la madre perdone a la mujer que se ha llevado a su hijo… Se trata de un conflicto muy profundo. Pero un hombre madura de verdad cuando se enamora de una mujer, porque es cuando le da la espalda a su madre. Da un giro de 180 grados.
El Buda dice que en el mundo psicológico todavía hay más raíces que cortar. Hay que hacerse cada vez más consciente de que, aunque puede que nos hayamos alejado de nuestra madre, hemos ido creando madres psicológicas. Podemos habernos alejado del padre, pero hemos creado una figura paterna en el cielo: un Dios que gobierna el mundo, el soberano supremo, al que llamamos “Padre”. Con eso sólo lográis volver a ser dependientes, como si vuestra independencia os asustase. Todas ésas son raíces, y hay que cortarlas todas.
Jesús dice en algún sitio… y sospecho que debe haber sacado esas ideas de alguna fuente budista, porque Jesús vivió quinientos años después del Buda y por esa época, por todo el Oriente Medio se habían diseminado actitudes budistas. Penetraron en toda Asia, y mucho en Egipto.
Jesús creció en Egipto. Ahí es donde debe haberlo aprendido. Y además existen muchas posibilidades de que visitase la India antes de regresar a