Dijo el Buda.... Osho
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Basta con que lo comprendas en el hondón de la conciencia. Yo insisto en que hay que convertirse en un vagabundo espiritual. No es necesario convertirse en mendigo; basta con permitir que tu espíritu sea el de un vagabundo, basta con eso. No crees ningún apego en tu espíritu.
Dijo el Buda:
«El shramana sin hogar cercena las pasiones…»
Las pasiones son nuestros sueños. Las pasiones son nuestros sueños acerca del futuro, los deseos del futuro, los deseos acerca de cómo deberían ser las cosas. En lo más íntimo de nosotros mismos siempre nos hallamos descontentos; sea lo que sea, nunca acaba de colmarnos. No dejamos de soñar acerca de poder cambiar las cosas: comprar una casa mejor, tener una esposa mejor, contar con una educación mejor, tener más dinero, tener esto y tener lo otro. Siempre pensamos en términos de cómo mejorar la vida. Vivimos en un futuro que no es.
Vivir en el futuro es un sueño porque no existe. Vivir en el futuro está basado en un profundo descontento con el presente.
Así que es necesario comprender dos cosas acerca de las pasiones. Una es que nos apegamos a lo que tenemos. Fijaos en la paradoja: nos apegamos a todo lo que tenemos pero no acabamos de estar satisfechos con ello. Nos sentimos desdichados, así que deseamos modificarlo, decorarlo, mejorarlo. No dejamos de apegarnos a lo que tenemos y no dejamos también de desear lo que no tenemos. Y ambas fuerza nos aplastan. Y eso es así continuamente. Lo fue ayer, lo es hoy, y lo será mañana… toda tu vida.
Te aferras a lo que sea que tengas para que nadie se lo lleve, y no obstante te sientes desdichado y mantienes la esperanza de que algún día las cosas mejoren. Un hombre que vive en la pasión, en el deseo, vive una vida inútil, siempre desdichado, siempre soñando. Desdichado con la realidad y soñando con cosas irreales.
Así me lo han contado:
–¿Cuántos peces ha pescado? –le preguntó uno que pasaba al anciano mulá Nasrudín, que se hallaba pescando al final del espigón.
–Bueno –empezó a decir el mulá, pensativo–, si acabo pescando a éste que está ahora mordisqueando el cebo y otros dos, entonces tendré tres.
No tenía nada…
Así es como sueña la mente humana. Nuestra vida es corta, muy corta, y nuestros sueños inmensos.
Seamus y Bridget se conocieron en Rockaway Beach. Al tenderse juntos en una manta bajo el paseo marítimo, Seamus susurró con voz ronca:
–Te quiero, Bridget.
–Pero –protestó Bridget–, ¡si acabamos de conocernos!
–Ya lo sé –contestó Seamus–, pero es que sólo estaré aquí este fin de semana.
Pero lo cierto es que todo el mundo sólo estará aquí este fin de semana. La vida es realmente corta. ¿Cómo es posible el amor? ¿Cómo puedes crear un hogar aquí? ¿Cómo puedes poseer algo? Todo desaparece continuamente. Persigues fantasmas.
Dice el Buda:
«El shramana sin hogar cercena las pasiones, se libera de los apegos…»
Al decir “apegos” se está refiriendo a las relaciones que no existen, pero que crees que sí. Eres un marido, y crees que por ello existe una cierta relación entre ti y tu esposa, pero no es más que una creencia. ¿No has observado el hecho de que aunque vivas cuarenta o cincuenta años con una mujer, sigue siendo una extraña, y tú un extraño para ella?
A lo largo de los siglos, el hombre ha intentado entender a la mujer, a su mente, a la mente femenina, pero todavía no ha sido capaz de hacerlo. La mujer ha intentado entender la mente del hombre, pero para ella sigue siendo un misterio. Y eso que hombres y mujeres han vivido juntos desde siempre.
Obsérvalo. ¿Cómo puedes relacionarte con alguien? El otro permanece fuera de tu alcance. El otro es otro… inalcanzable. Puedes tocar la periferia, y el otro incluso puede pretender que sí, que estáis relacionados, pero seguimos estando solos. Las relaciones son imaginarias. Ayudan. En cierto sentido ayudan. Nos permiten sentir que no estamos solos. Hacen que la vida sea un poco más cómoda, pero esa comodidad es ilusoria. El otro no deja de ser otro, y no hay modo de penetrar en el misterio del otro. Estamos solos.
Cuando el Buda dice: «El shramana sin hogar cercena las pasiones, se libera de los apegos», quiere decir que se da cuenta de que no es posible apegarse.
El apego es imposible, la relación es imposible. Toda relación no es más que un esfuerzo absurdo, porque no puedes llegar al otro, no puedes tocar el centro del otro ser. Y a menos que se toque el centro no hay manera de relacionarse. Desconoces el alma del otro, sólo conoces el cuerpo, las acciones, las actitudes, que no son más que la periferia. Nos conocemos en la periferia.
Ése es el misterio de las relaciones. Nos quedamos en la periferia y no dejamos de creer en nuestra esperanza, en nuestro deseo, de que un día la relación sucederá de verdad y que el centro conocerá al centro, que el corazón hallará al corazón… que nos disolveremos. Pero nunca sucede. No puede suceder.
Resulta difícil hacerse consciente de esta perturbadora realidad porque afecta al terreno en que te mueves. Te quedas tan solo que empiezas otra vez a creer en viejos sueños, en viejas relaciones, en esto y en aquello. Empiezas a tender puentes, pero nunca tienes éxito. Nunca lo has tenido. No se trata de que no te esfuerces lo suficiente, ni de que carezcas de la capacidad de hacerlo, sino de que, en la verdadera naturaleza de las cosas, el apego es una imposibilidad. Intentas hacer algo que esa realidad no permite.
Tu soledad es eterna. El Buda dice que comprender esa soledad y ser consecuente con ello significa soltar los apegos. No se trata de que escapes del mundo, sino simplemente de soltar los apegos, de soltar los puentes. Y ésa es la belleza… porque cuando caen todos los apegos, te tornas más comprensivo, y tu vida con los demás es más sosegada… porque ya no esperas, no esperas lo imposible, no albergas expectativas. Pase lo que pase te sientes agradecido, y todo aquello que no pasa sabes que no puede pasar. En un sentido muy profundo, te haces muy aceptador. No fuerzas la realidad según tus deseos. Empiezas a aprender cómo soltar, cómo ser uno en armonía con la propia realidad.
«…Comprende el origen de su propia mente, penetra en la más profunda doctrina del Buda…»
¿Qué es la profunda doctrina del Buda? El mensaje más importante del Buda es el del no-ser, anatta, ésa es su doctrina más profunda. Hay que entenderla. Primero dice que no hay que hacer ningún hogar aquí, luego que no hay que apegarse, y a continuación te dice que te mires a ti mismo, que no eres.
Primero dice que el mundo es ilusorio, que no hay que crear un hogar aquí. Luego dice que los apegos son meros sueños, que hay que soltar los apegos de la mente. Y luego pasa a su doctrina más profunda. Esa doctrina es: ahora mira en tu interior, no eres.
Sólo puedes existir con un hogar, con posesiones y con relaciones. El “yo” no es más que una combinación de todos los sueños, un efecto acumulativo. Los sueños de poseer cosas, de poseer personas –relaciones, apego, amor, pasión, sueños de futuro–, se acumulan y se convierten en el ego. Cuando sueltas todo eso desapareces, y con tu desaparición la ley empieza a funcionar de forma