Dijo el Buda.... Osho

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Dijo el Buda... - Osho Sabiduría Perenne

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personificar a Dios es destruir toda su belleza, porque es una actitud antropomórfica, antropocéntrica. El ser humano piensa en Dios como si fuese un hombre, magnificado, millones de veces cuantitativamente más grande, pero no obstante, un ser humano.

      El Buda dice que Dios no es una persona. Por eso nunca utiliza la palabra “Dios”. Dice dhamma, la ley. Dios no es una persona sino una fuerza, una fuerza inmaterial. Su naturaleza se parece más a una ley que a una persona. Por eso en el budismo no existe la oración.

      No le puedes rezar a una ley; sería en vano. No puedes rezarle a la ley de gravitación, ¿a que no? Sería absurdo. La ley no puede escuchar tu oración. Puedes seguir la ley, y te hallarás en feliz armonía con ella. O puedes desobedecer la ley y sufrir. Pero rezarle a la ley no tiene sentido.

      Si vas contra la gravitación puedes romperte unos cuantos huesos, o causarte varias fracturas. Si sigues la ley de gravitación puedes evitarlas, ¿pero qué sentido tiene rezar? Sentado ante un icono y rezarle al Señor –«Voy de viaje, ayúdame»– es absurdo.

      El Buda dice que el universo funciona de acuerdo a una ley, no según una persona. Su actitud es científica. Porque, dice, una persona puede ser arbitraria. Puedes rezarle a Dios y persuadirle, pero resulta peligroso. Alguien que no le rece puede no persuadirle y Dios puede tornarse parcial. Las personas siempre pueden ser parciales.

      Y eso es lo que dicen todas las religiones, que si rezas, él te salvará, que si rezas no te sentirás desdichado, y que si no rezas serás arrojado al infierno.

      Pensar acerca de Dios en esos términos es muy humano, pero muy poco científico. Eso significaría que a Dios le gusta tu adulación, tus oraciones. Así que si eres alguien que reza y acudes regularmente a la iglesia, o al templo, y si lees la Gita o la Biblia, o recitas el Corán, entonces te ayudará. De no hacerlo se sentirá molesto. Si dices: «No creo en Dios», se enfadará mucho contigo.

      El Buda dice que eso es una estupidez. Dios no es una persona. No puedes molestarlo, ni respaldarlo, ni alabarlo. No puedes persuadirle para que te haga caso. No importa si crees o no crees en él. Existe una ley más allá de lo que tú creas. Si la sigues, eres feliz. Si no la sigues, te sientes desdichado.

      Fíjate en la austera belleza del concepto de ley. Entonces toda la cuestión trata de disciplina, no de oración. Comprende la ley y permanece en armonía con ella, no estés en conflicto: eso es todo. No se necesita ningún templo, ni mezquita, ni necesidad de rezar. Sólo debes seguir tu comprensión.

      El Buda dice que siempre que te sientas desdichado será una indicación de que has ido contra la ley, de que la has desobedecido. Siempre que seas desdichado debes comprender una cosa; observa y analiza tu situación, diagnostícala, porque debes estar yendo contra la ley, debes estar en conflicto con la ley. El Buda dice que no es que la ley te esté castigando; no, eso es una tontería, ¿cómo podría castigarte una ley? Eres tú mismo el que se castiga yendo contra ella. Si actúas conforme a la ley, la ley tampoco te recompensa, ¿cómo podría recompensarte una ley? Pero si la sigues, eres tú mismo el que se recompensa. Toda la responsabilidad es tuya: obedece o desobedece.

      Si obedeces, estás en el cielo. Si desobedeces, vives en el infierno. El infierno es un estado de tu propia mente cuando eres contrario a la ley, y el cielo también es un estado de tu propia mente cuando te hallas en armonía con la ley.

      «En su corazón no alberga prejuicios.»

      El Buda habla de quien comprende la ley:

      «En su corazón no alberga prejuicios. No ansía nada. No se ve obstaculizado por pensar en el camino ni se enreda en el karma. Sin prejuicios, compulsión, disciplina, iluminación, y sin ascender escalón alguno, y no obstante en posesión de todos los honores en sí mismo. Eso se llama el camino».

      Se trata de una declaración muy revolucionaria. No se halla ese tipo de declaraciones en las afirmaciones de Krishna, o de Jesús, o de Mahoma. Es muy revolucionario.

      El Buda dice que un ser humano que realmente comprende ni siquiera ansía la iluminación. Porque incluso el deseo de iluminación no deja de ser deseo, y el deseo es desdicha. Tanto si deseas riquezas como si deseas el satori, tanto si deseas a otra persona como si deseas la iluminación, tanto si deseas prestigio, poder, respetabilidad, o si deseas dhyana, samadhi, meditación, iluminación, el deseo no deja de ser deseo; la naturaleza del deseo es la misma. Deseo significa deseo, y el deseo trae desdicha. No importa qué se desee. Basta con desear para ser desdichado.

      Desear significa que uno se aleja de la realidad, que se ha apartado de lo que es.

      Desear significa que se ha caído en la trampa de un sueño.

      Desear significa que no se está aquí y ahora, que se ha ido a algún lugar del futuro.

      La ausencia de deseo es iluminación, así que ¿cómo se puede desear la iluminación? Si deseas la iluminación, ese mismo deseo evita que tenga lugar. No puedes desear la iluminación. Sólo puedes entender la naturaleza del deseo, y a la luz de esa comprensión desaparecerá, como cuando entras con una lámpara en una habitación oscura y la oscuridad desaparece.

      El deseo es oscuridad. Cuando prendes una vela de entendimiento, el deseo desaparece. Y cuando no hay deseo tenemos iluminación. Eso es la iluminación.

      Trata de comprenderlo; es una de las cosas que más falta te hará. Es muy fácil cambiar el objeto de tu deseo, hacerlo pasar de cosas mundanas a cosas espirituales.

      Fue en cierto lugar. Había salido para dar un paseo al anochecer. Justo cuando me acercaba a un jardín apareció una mujer y me dio un cuadernillo. En la portada se veía un hermoso jardín, con una bonita casa de campo junto a un riachuelo. Había también unos árboles y en la distancia se veían algunos picachos nevados. Miré en el interior. Me sorprendió ver que era un folleto de propaganda de una comunidad cristiana. En el folleto se leía: «Si quieres tener una hermosa casa en el jardín de Dios, entonces sigue a Jesús. Si en el otro mundo quieres una casa así de hermosa, sigue a Jesús».

      Ahora bien, este tipo de actitud parece muy mundana, pero así ha sido siempre. Excepto la actitud del Buda, el resto de religiones te piden de una u otra manera que no sueltes el deseo, sino que cambies el objeto de ese deseo. Ésa es la diferencia. Te dicen: «No desees objetos mundanos, sino celestiales. No desees dinero, desea a Dios».

      Ahora puedes ver la diferencia, el cambio revolucionario que eso supone. El Buda dice simplemente que no desees. No es cuestión de qué se desea. Si deseas seguirás siendo desdichado. No desees, eso es todo. Sé sin deseo, eso es todo. Y cuando eres sin deseo estás sosegado, tranquilo y recogido. Cuando eres sin deseo el ego desaparece, desaparece la desdicha y sintonizas con la ley.

      Tu deseo siempre entra en conflicto con la ley. Tu deseo simplemente dice que no estás satisfecho con lo que te ha sido dado. Pides más o pides otra cosa. Una persona sin deseo dice: «Cualquier cosa está bien. Cualquier cosa que suceda, sucede. Lo acepto y lo tomo. No tengo otro pensamiento. Si eso es lo que pasa, me deleito en ello, sea lo que fuere. Lo disfruto. Soy con ello».

      Eso es lo que denomino entrega. Entregarse significa no desear.

      «No se ve obstaculizado por pensar en el camino.»

      Si deseas a Dios, el paraíso… De hecho, la palabra “paraíso” significa jardín vallado… Si deseas bellos palacios en el otro mundo, entonces incluso el camino, el sendero, la religión, la Biblia, el Corán, la Gita, serán un obstáculo para ti, serán una gran carga, porque una mente de deseo siempre se halla desasosegada, siempre vacila, siempre piensa en

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