Dijo el Buda.... Osho
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El problema radica en quienes no han entrado en la corriente. Permanecen en la orilla. Son los seres mundanos, de pie en la orilla. El sannyasin, el bhikkhu, es el que ha entrado en el río, y sabe muy bien que el mar está lejos, pero ahora ha cubierto la mitad del viaje, sólo con entrar.
«Después está el srotapanna. El srotapanna muere siete veces y renace también siete veces, para luego realizar finalmente la arhatidad.»
Son cosas simbólicas, no hay que tomárselas literalmente… son sólo simbólicas. “Siete” no quiere decir exactamente siete. Significa que morirá muchas veces, y que también renacerá otras tantas, pero su rostro mira hacia el mar. Ha entrado en el Ganges y el viaje ha empezado.
«Cercenar las pasiones significa que, al igual que ocurre con los miembros cercenados, éstas nunca vuelven a utilizarse.»
Y cuando el Buda habla de suprimir las pasiones, quiere decir que es como si alguien te cortase la mano; ya no podrías utilizarla. O como si alguien te sacase los ojos; ya no podrías ver con ellos. El que está dispuesto a entrar en la corriente es alguien que, por sí mismo, suprime voluntariamente las pasiones, que dice: «No las volveré a utilizar».
Recuerda, no se trata de represión en la acepción freudiana del término. No se reprimen, sino que uno les retira la energía. El sexo sigue ahí, y no se reprime, sino que se deja de cooperar con él. La diferencia es enorme. Cuando el sexo está presente y se reprime, se lucha contra él, no se supera… se sigue con él. Si se lucha contra él, se sigue estando aferrado. Y si se lucha contra él se sigue asustado por su causa.
El Buda dice que uno simplemente no coopera con él. Surge un deseo, un deseo sexual… ¿Y qué haces? El Buda dice que sólo lo observes. Déjalo estar ahí. Llegará y se irá. Parpadeará en la mente, intentará atraerte; permanece vigilante, no permitas ninguna inconsciencia, si no acabará penetrándote. Simplemente permaneces alerta.
Dice el Buda: «Uno ha de permanecer simplemente atento. Entonces se es como una casa en la que arden lámparas, y donde hay lámparas encendidas los ladrones temen entrar. Cuando no hay lámparas y la casa está a oscuras, entonces los ladrones entran con facilidad. Quien está realmente atento es como una casa en la que hay un vigilante en la puerta, totalmente despierto, y donde hay lámparas encendidas. Los ladrones lo tienen difícil para entrar, no pueden reunir el valor suficiente».
Lo mismo sucede cuando se permanece consciente, que es como contar con un guardia. Cuando se es consciente, la casa está iluminada. Las pasiones no pueden penetrar. Pueden acercarse, pueden merodear por los alrededores, intentarán persuadirte. Pero si sólo observas, desaparecerán por sí mismas, porque viven gracias a tu cooperación. No luches contra ellas y no te abandones a ellas; limítate a permanecer consciente. Con el tiempo caerán como miembros cercenados.
Si empiezas a luchar estarás creando otro problema. En lugar de abandonarte a ellas te convertirás en alguien represor. El problema no se habrá solucionado, sólo habrá cambiado de nombre.
Así me lo han contado:
Un médico trataba a un hombre que le trajeron muy borracho. «Si el paciente vuelve a ver serpientes verdes, déle algo de esta medicina», le dijo a la enfermera.
Regresó más tarde y vio al hombre delirando, pero no le habían administrado la medicina.
–¿No le dije que le diese esta medicina si volvía a ver serpientes verdes? –preguntó el médico.
–Pero es que no las veía –contestó la enfermera.
–¿Ah, no?
–No, estaba viendo sapos morados.
No hay diferencia entre ver serpientes verdes o sapos morados… estás borracho.
Hay gente que coopera con sus pasiones y otra que lucha contra ellas, pero ambos tipos siguen con las pasiones. Una actitud es amistosa, y la otra antagónica, pero ambas siguen con las pasiones y son maneras de cooperar de forma sutil. Una ha abandonado la relación. Y la otra se ha convertido en espectadora.
Una vez que se empieza a observar, uno se hace consciente de capas y más capas de pasiones. Existen muchas capas. Cuando desaparecen las pasiones groseras, se manifiestan otras capas más sutiles.
Toda nuestra vida es como una cebolla. La pelas y la pelas, una capa tras otra, y hallas otra más fresca, más nueva, más viva. Pero si sigues pelando, llega un momento en que te quedas con las manos vacías. Eso es lo que el Buda denominó nirvana… vacío. Todas las capas han desaparecido.
Así me lo han contado:
El guitarrista de un conjunto pop se vio involucrado en un accidente de coche y sufrió heridas en la cabeza. Al llegar al hospital el médico ordenó que le cortasen la larga y espesa cabellera para poder averiguar la gravedad de las heridas. La labor recayó en una enfermera, que se puso manos a la obra armada de unas enormes tijeras.
Al cabo de diez minutos, le preguntó al joven:
–¿Ibas a la North Lancaster Comprehensive School de pequeño?
–Sí, así es –dijo el joven– Soy de Londres. Pero vaya, ¿cómo has sabido a que colegio fui?
–Porque te he llegado hasta la gorra –contestó la enfermera mientras seguía cortando.
Capa tras capa… Y cuanto más cortes, más encontrarás… Por ejemplo, muchas cosas desaparecidas durante años; ¡te encontrarás la gorra! Cuanto más profundices en tu mente, más llegarás a tu infancia. Hallarás muchas cosas olvidadas y perdidas. Nada se pierde, todo se va acumulando. Cuando llegas a un punto en el que no puedes encontrar nada más, entonces es que has llegado a tu ser. El ser no es una capa; el ser es simplemente espacio, espacio puro. El ser es simplemente vacío.
El Buda llama “no ser” al ser, lo llama anatta. El Buda dice que si te encuentras a ti mismo, entonces debe haber alguna otra capa. Cuando de repente alcanzas un punto en el que no puedes encontrarte –eres, pero no puedes encontrarte– entonces es que has llegado a casa. Y eso sólo puede realizarse mediante esfuerzo.
Éste es el marco referencial. A continuación pasaremos a su metodología: las formas de meditación, de disciplina interna; los medios para trascender el ego, para trascenderlo todo. Por eso he llamado a esta serie de charlas “La disciplina de la trascendencia”. Pero éste es el marco referencial del Buda.
Por lo general te hallas de pie en la orilla. No puedes albergar esperanza, te hallas en un estado de desesperanza. Si te haces srotapanna, si entras en la corriente, entonces es lo que yo denomino sannyas. A través de sannyas te conviertes en srotapanna, entras en la corriente, reúnes valor y das el salto. Entre la orilla y la corriente media un salto cuántico. Están muy cerca, pero son totalmente distintas.
La orilla nunca va a ninguna parte. Carece de crecimiento, nunca se mueve. Es estática, está estancada, anquilosada, muerta. Y justo al lado pasa un río, que va a alguna parte.
Si tu vida no va a ninguna parte, entonces estás en la orilla. Entra en la corriente e inicia un viaje. Tu vida empieza a cambiar, a transformarse.