Dijo el Buda.... Osho

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Dijo el Buda... - Osho Sabiduría Perenne

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tu hogar, tu coche, tu cuenta bancaria. La segunda, los apegos: tus relaciones, tus asuntos, tus hijos, tu esposa, marido, amigos, enemigos. Y la capa más profunda: tú. Y todas ellas se hallan imbricadas, juntas. Si realmente quieres deshacerte del ego, deberás hacerlo de manera muy científica. Eso es lo que hace el Buda.

      Primero, nada de hogar; segundo, ninguna relación; tercero, no-ser. Si consigues las dos primeras cosas, las preliminares, la tercera sucede de manera automática. Miras en tu interior y no estás. Y cuando te das cuenta de que no estás –de que no existe ninguna entidad interior, ninguna entidad substancial, que no puedes decirte “yo” a ti mismo– entonces estás liberado. Ésa es la liberación del camino budista. Eso es el nirvana.

      La palabra nirvana significa el cese del yo, la manifestación de un no-yo, vacío… la experiencia cero. Nada es, sólo nada es.

      ¿Cómo puedes entonces sentirte perturbado si ahora no hay nadie que pueda ser perturbado?… ¿Cómo puedes morir si ahora no hay nadie que muera? ¿Cómo puedes nacer si ahora no hay nadie para nacer? Esta “nadiedad” es hermosísima. Es apertura y apertura, espacio y espacio, sin límites.

      Ése es el concepto de realidad del Buda. Es de muy difícil comprensión. Podemos entender que pueda soltarse el ego, pero ¿y el alma? Así es como continuamos, de manera sutil, siendo egoístas. Luego lo llamamos el alma, el atman. El Buda es muy coherente. Dice que cualquier idea que puedas tener acerca de ti mismo, de que puedas ser, es egoísta.

      Permite que te lo explique a través de la física moderna, porque también la física moderna ha llegado al mismo punto. Pregunta a cualquier científico y te dirá que la materia sólo aparece, que no es. Si profundizas en la materia sólo hallas vacío. No es más que vacío. Si analizas la materia, si divides el átomo, entonces desaparece. Al final, tras el núcleo sólo hay vacío… sólo espacio, puro espacio.

      El Buda realizó el mismo análisis con el ser. Lo que los científicos han hecho con la materia, el Buda lo hizo con la mente. Y ambos están de acuerdo en que si el análisis profundiza lo suficiente, no hay ninguna substancia, que toda substancia desaparece. Sólo queda la inexistencia.

      El Buda no podía sobrevivir en la India. La India es el país más antiguo del mundo que ha creído en el ser, en el yo, en el atman. Las Upanishads, los Vedas, de Patañjali a Mahavira… todo el mundo ha creído en el ser. Todos estuvieron en contra del ego, pero nunca dijeron que el ser no es más que un truco del ego. El Buda se atrevió a sostener la verdad esencial.

      La gente le toleró mientras estuvo vivo. Su presencia era tan poderosa, y tan convincente, que no podían negar, que no podían decir que lo que afirmaba iba contra la mente humana, totalmente en contra. Tal vez discutía de ello por aquí y por allá, e incluso en ocasiones algunos fueron a discutir con él: «¿Qué es lo que dices? ¿Entonces qué sentido tiene liberarse si no queda nada? Nosotros esperamos la liberación para así estar liberados».

      El énfasis que hace él es que nunca te liberarás, porque hasta y a menos que mueras, no habrá liberación. La liberación es respecto del ser, no es el ser el que se libera. La liberación es respecto del propio ser.

      Pero su presencia resultaba tan convincente que lo que dijese debía ser verdad. Su existencia era la prueba. Su donaire, la armonía que le rodeaba, la luminosidad que le seguía allí donde iba… el fulgor. La gente estaba desconcertada porque este hombre decía que no hay ser, sólo una tremenda vaciedad interior. No podían negarlo.

      Pero cuando el Buda desapareció, empezaron a criticarle, a ponerle en causa; empezaron a negarle. Al cabo de sólo cinco siglos de que el Buda hubiera abandonado su cuerpo, el budismo se había desenraizado de la India. La gente no creía en una actitud tan drástica. Nada es, el mundo es ilusorio, los apegos son estúpidos, y a fin de cuentas tú no eres. ¿Entonces, qué sentido tiene todo?

      Si todo es un sueño, y si incluso el ser es un sueño, ¿para qué preocuparnos? Dejemos que siga siendo un sueño, así al menos habrá algo. ¿Para qué esforzarnos tanto sólo para realizar la nada?

      Pero hay que entenderlo bien. Lo que el Buda denomina “nada” es nada de tu lado. Dice que no queda nada, nada de tu mundo, nada de tus relaciones, nada de ti, pero no está diciendo que quede la nada. Dice que no queda nada de tu lado, y que lo que queda no puede ser expresado. Lo que queda no hay manera de expresártelo, no hay modo de comunicarlo. Porque, se comunique como se comunique, será mal interpretado.

      Si el Buda dijese: «Sí, el atman, el ser, existe, pero el ser es un estado sin ego», podrías asentir y decir que sí, que comprendemos. Pero no es así, porque la propia idea del ser conlleva algo de ego: «Yo soy». Por muy puro que sea, el “yo” sigue ahí. La idea del atman, del ser, del supremo ser, del Yo con mayúsculas, no es nada más que un ego transfigurado.

      Así me lo han contado:

      El mulá Nasrudín y el sacerdote local no hacían más que pelear y discutir, hasta que acabaron en el juzgado. Tras escuchar a ambas partes, el magistrado dijo:

      –Estoy seguro de que esto puede resolverse de manera amistosa. Dense las manos y digan algo de buena fe.

      El sacerdote le estrechó la mano a Nasrudín y dijo:

      –Te deseo lo mismo que tú me deseas a mí.

      –¿Lo ve, su señoría? –dijo el mulá–. ¡Ya está empezando otra vez!

      No dijo nada, sólo dijo: «Te deseo lo mismo que tú me deseas a mí». Pero el mulá sabe muy bien lo que le desea. Y por eso dice: «¿Lo ve, su señoría? ¡Ya está empezando otra vez!». Todo lo que se te diga lo recibirás teñido de ti.

      El Buda permaneció muy puro; no permitiría que le corrompieses. Ni siquiera te daría una pista. Sólo negó total y absolutamente. Dijo que todo lo que conocemos desaparece: tu mundo, tu amor, tu apego, tus cosas, tus relaciones, tú… Tú eres el centro, y tu mundo es la periferia. Todo desaparece a la vez. No es posible que te salves cuando tu mundo desaparece. Cuando se pierde la periferia, la circunferencia, también se pierde el centro. Van juntos. Cuando el elefante se mueve, la cola del elefante se mueve con él. Cuando desaparece todo tu mundo, tú también lo haces, porque formas parte de él, eres parte de él, una parte orgánica de ese sueño.

      Pero permite que te recuerde que no interpretes equivocadamente al Buda. Fue muy lógico al no decir nada sobre lo que queda. Dijo: «Ven y experiméntalo». Dijo: «No me obligues a relatártelo de palabra. Permite que sea una experiencia existencial».

      Desapareces pero en cierto modo apareces por primera vez. Pero esta aparición es algo tan distinta de todo el resto de tus experiencias que no hay manera de relatarlo. Todo lo que pudiera decirse sería erróneo, porque lo interpretarías a tu manera.

      «El shramana sin hogar cercena las pasiones, se libera de los apegos, comprende el origen de su propia mente, penetra en la más profunda doctrina del Buda y comprende el dhamma, que es inmaterial.»

      Eso es lo máximo que se permite, que hay un dhamma, una ley natural, que es inmaterial. No dice que sea espiritual, sino simplemente inmaterial. ¿Qué es este dhamma? ¿Qué es esta ley?

      Es muy fácil saberlo si comprendes el concepto de tao de Lao Tzu, o si comprendes el concepto védico de vaidya. Debe existir algo parecido a una ley que lo mantiene todo junto. El paso de las estaciones, las estrellas… todo el universo funciona con suavidad, así que debe existir algún tipo de ley.

      Hay que comprender

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