Narradores del caos. Carlos Mario Correa Soto

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Narradores del caos - Carlos Mario Correa Soto

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algo que no podría lograr mirándolo de lejos o entrevistándolo al modo habitual de sus colegas periodistas, en encuentros programados o en ruedas de prensa.

      “Una historia personal”, este es el calificativo que los cronistas Cristina Marcano y Alberto Barrera Tyszka le dieron a la semblanza biográfica de Hugo Rafael Chávez Frías (1954-2013), la cual levantaron en formato de libro tras un excepcional trabajo de indagación, interpretación y confrontación con fuentes de información documentales y testimoniales, para presentarnos, “despojándolo” de su uniforme de militar, al hombre, al político y al presidente de Venezuela, amado y odiado con pasión.

      Hugo Chávez sin uniforme. Una historia personal (2008) tiene entre sus méritos el de ser un acercamiento biográfico a un personaje cuando todavía vivía. Cuando se estaba llenando del aire que lo transformó en el huracán que azotó a Venezuela, dejándola en estado de coma y dividida hasta nuestros días entre chavistas y antichavistas; un huracán de incontinencia verbal, ideario delirante, ambición, cultivo constante de su propia imagen, decisiones y acciones políticas y gubernamentales autocráticas.

      El huracán Chávez llegó al poder como presidente de Venezuela el 2 de febrero de 1999 y años tras año, la enfermedad por cáncer lo fue transformando en tormenta y debilitándolo hasta su muerte, aferrado al poder, el 5 de marzo de 2013.

      ¿Cómo investigar, describir e interpretar el fenómeno Hugo Chávez sin tener que someterse al contagio que lo idolatra o que lo sataniza?

      Para enfrentar esta complejidad –en su caso más acentuada por su condición de venezolanos–, los cronistas resolvieron construir una historia de vida, en clave periodística, a partir de testimonios, de la opinión de personas que habían estado junto a Chávez a lo largo de su existencia; personas que todavía se encontraban cerca de él y otras que se habían distanciado, que en ese momento incluso eran sus adversarios.

      El trabajo –explican los cronistas– también los llevó, por diferentes vías, a abundantes materiales escritos, así como a los propios diarios personales y a una parte de su correspondencia juvenil. Entonces –según aprecian– “más que una narración lineal”, su libro “respira una dinámica coral. Se trata de una construcción colectiva de esa experiencia que es Hugo Chávez Frías (2008: 25-26).

      De manera premonitoria, cuando los cronistas Marcano y Barrera Tyszka decidieron terminar la escritura de su biografía o “historia personal” de Hugo Chávez, consideraron pertinente hacerlo en un epílogo en el que advirtieron que su personaje ya era “otro” y cada vez estaba “más cerca del mito”: su figura se reproducía en afiches, en fotografías que adornan las oficinas públicas, en pequeñas estatuas en altares populares; hasta en un muñeco con baterías que se destacó entre los regalos de Navidad del año 2005 (2008: 307).

      Y, tras su muerte, a uno de sus herederos en el poder –un gobernante inmaduro y autócrata–, Chávez suele aparecérsele en la forma de un pajarito; de “un pajarito chiquitico” y de un “silbido bonito”, como se lo ha contado49 en público a sus partidarios y a los periodistas.

      Pero más excepcional es para los cronistas encontrarse con un poderoso que sea modesto, espontáneo y accesible; modesto, espontáneo y accesible en extremo como el expresidente uruguayo José Pepe Mujica; el “presidente imposible” (2011) como lo retrata Josefina Licitra a través de un recorrido crónico por su forma de ser, de parecer y de aparecer que comienza con una visita a su casa situada en los extramuros de la residencia presidencial.

      “Acá –informa Licitra–. José Mujica, presidente de la República Oriental del Uruguay, vive acá”. En “una chacra de huesos flacos en Rincón del Cerro: un páramo rural –a veinte minutos de Montevideo– donde el campo es más un esfuerzo que un vergel” (2011).

      Allá –cuenta Licitra– Mujica ha recibido periodistas “recién bajado del tractor, sin la dentadura puesta, con el pantalón arremangado hasta las rodillas y con una gota de sudor colgando de la nariz” (2011).

      En la entrada del rancho –describe Licitra–:

      […] hay una cuerda donde cuelgan las ropas de un niño –pobre–; una casucha de ladrillo gris a medio hacer –pobre–; un desmadre de plantas –juncos, pastos crecidos, yuyos–; una hectárea de tierra recién surcada; y perros, muchos perros. Chuchos que circulan con el paso lerdo de los animales viejos y que cada tanto buscan esquinas de sombra allá en el fondo, pasando unos arbustos, en la casa de José Mujica. Allá. José Mujica, presidente de la República Oriental del Uruguay, descansa allá: en cuatro ambientes de paredes desconchadas donde hay una cocina, un sillón rojo, una perra de tres patas –la mascota de Mujica es tullida– y una estufa a leña. Desde ese bajo fondo austero, casi marcial, este hombre emergió infinitas veces –primero como legislador nacional, luego como candidato presidencial– a recibir a la prensa (2011).

      Un presidente que sale a recibir a la prensa despojado de las máscaras del poder; unas veces “con alpargatas pero sin dientes”; otras veces “en pijama, con la barba crecida y jugando con su perra manca”. Así de desparpajado ante la mirada de un cronista…

      Son casos excepcionales, en todo caso, en la crónica latinoamericana.

      Entre los reportajes y crónicas excepcionales que desentrañan las maniobras y los intereses de poderosos de distintas calañas, hay casos memorables como los de María Teresa Ronderos y Juan Diego Restrepo quienes con un coraje inusitado metieron las manos en la hoguera de dos de los frentes más caracterizados del crimen organizado, pudridor y asesino en Colombia: el paramilitarismo y las estructuras mafiosas de cobros y ajustes de cuentas del narcotráfico.

      Ronderos en su libro Guerras recicladas. Una historia periodística del paramilitarismo en Colombia (2014), hace un recuento sobre cómo se formó y perduró durante tres décadas, entre finales de los años setenta y el 2006, este fenómeno criminal, que nació bajo el rótulo de autodefensas campesinas y luego con el de Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) expandió su terror a todas las regiones del país. El trabajo que la autora define como “narrativo-no analítico” se apoya en una “carga documental” y en la unión de reportaje, crónica y perfil, para conformar un relato que busca “una mirada no judicial del paramilitarismo”, sino “más bien una mirada política que intenta entender cómo pasaron las cosas, por qué pasaron y, sobre todo, aportar a la discusión de por qué Colombia ha reciclado las guerras” (Ronderos, 2014: 28).

      Los descubrimientos de María Teresa –directora del Programa de Periodismo Independiente de la Open Society Foundations y ganadora de varios premios internacionales de periodismo como el Rey de España y el María Moors Cabot– tienen el respaldo de las investigaciones que a partir de 2008 hizo junto al equipo del portal Verdadabierta.com, el cual se especializa en escarbar las crudezas del conflicto armado en Colombia y, de manera puntual, en la cobertura del proceso de justicia transicional, conocido como Justicia y Paz, al cual se acogieron varios integrantes de los grupos paramilitares con el compromiso de confesar sus crímenes y entregar bienes para la reparación de las víctimas, a cambio de que la justicia les impusiera penas de máximo ocho años de cárcel.

      A pesar de ser un vívido y desgarrador retrato del auge de una clase de asesinos y mafiosos rurales culpables de actos de violencia y crueldad a gran escala –escribe James A. Robinson a modo de presentación–, este libro de María Teresa Ronderos, es también un libro sobre héroes, [porque considera sorprendente] que en medio del caos, la violencia y la hipocresía de la Colombia periférica muchas personas demuestran una valentía y una fuerza extraordinarias al defender sus principios y los de los oprimidos y expropiados, y luchan por una Colombia nueva (2014: 21).

      Juan Diego Restrepo –discípulo aventajado de Ronderos, primero como reportero

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