Estados homogéneos y estados diversos. Arturo Seminario Dapello

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tiempo para saber lo que ocurre en otros lugares o para trasladarse de uno a otro lugar. Por eso se ha tenido la ilusión de que el mundo era cada vez más homogéneo. Pero no es tanto así. Esa misma proximidad ha hecho que haya más conciencia de las diferencias que aún dividen y separan al mundo y a sus habitantes. La población del mundo se podría distinguir en tres grandes bloques: la Occidental y Cristiana, la Musulmana y la Oriental.

      De esos tan grandes bloques han salido civilizaciones distintas, aunque en muchos aspectos están imbricadas unas con otras. Y dentro de ellas hay manifestaciones culturales varias, que se distinguen unas de otras. Lo más visible es que cada uno de estos bloques de civilización ocupa determinados ámbitos territoriales, organizándose alrededor de convicciones éticas distintas. Así, grosso modo, la población Occidental y Cristiana ocupa Europa, América, Australia y, en proceso de asimilación, el África Subsahariana. La población Musulmana ocupa el Norte de África, el Medio Oriente y parte de la Meseta Euroasiática. Y la población Oriental ocupa todo el resto. Así, también, las distintas convicciones éticas de estas poblaciones inspiran distintas manifestaciones jurídicas, económicas, políticas y sociales. Se podría decir que, en principio, las ciencias sociales en cada uno de esos ámbitos territoriales se han construido sobre bases distintas. Es decir, los cimientos éticos de las ciencias sociales no han sido los mismos.

      El Mundo Occidental y Cristiano se sustenta en Grecia, Roma y el Medio Oriente. Por Medio Oriente se debe entender los territorios que ahora ocupan los estados de Siria, Líbano, Israel y Palestina. De Grecia el Mundo Occidental y Cristiano ha recogido la estructura de pensamiento y, por ende, la división de las ciencias. Salvo la pintura, que en general no logró sobrevivir, Grecia sentó las bases de la filosofía, de la literatura y el teatro, de la escultura, en gran parte de la música, y de las ciencias físicas. Antes de los griegos no había elaboración científica como tal. Los otros pueblos se concentraron en la solución de problemas concretos. Sólo les preocupaba la solución práctica del problema. En cambio los griegos buscaron llegar al concepto, y procuraron los principios aplicables no sólo al problema en cuestión sino a los problemas semejantes futuros. Ello significó la búsqueda consciente de la verdad y el desarrollo lógico en base a ella. Por eso en Grecia se dieron los primeros principios matemáticos, físicos, químicos, médicos, y hasta astronómicos. Pero los griegos, quizá por su geografía, vivieron en ciudades-Estado que sólo para enfrentar peligros comunes lograban unirse.

      Los romanos siguieron el desarrollo de las artes y ciencias griegas. Pero además concibieron los conceptos básicos del Derecho. A través del Derecho desarrollaron un Estado que devino Imperio. En tanto los griegos pusieron el énfasis en las ideas, los romanos pusieron el énfasis en su aplicación a la práctica. Los romanos fueron herederos y sucesores de la cultura griega. La mezcla generó un imperio que gobernó todo lo conocido del mundo de ese entonces. Pero la mezcla grecorromana no había desarrollado a cabalidad un aspecto fundamental y consustancial a la evolución y desarrollo del hombre, esto es, la ética. Por lo demás, la ética usualmente va asociada y es producto de una religión.

      Los griegos como los romanos tenían una religión abundante en dioses especializados en determinadas materias. Los dioses tenían muchas de las virtudes y defectos de los seres humanos. Eran muy próximos al hombre. Ostensiblemente tenían muchas de sus fragilidades, debilidades, pasiones y demás. Con semejantes dioses era muy difícil que se desarrollara una verdadera ética. Muchas de las personas carecían de ética. Además, para el éxito era ventajoso no tener ni restricciones ni escrúpulos. Por eso muchos de los personajes exitosos de los estamentos sociales más altos lograban sus fines sin ninguna consideración moral. Quizá en Roma la única gran consideración moral era ser fiel al Estado. Hombres como Sócrates, Platón, Aristóteles, Cicerón, Séneca, etc., no eran la regla sino más bien la excepción.

      Así, por ejemplo, la dinastía Claudia, todos descendientes de Livia, la segunda mujer del emperador Augusto, tuvo como gobernantes, además de su hijo Tiberio y de su nieto Claudio, a su bisnieto Calígula y su tataranieto Nerón. Luego, entre los emperadores de origen español, hubo gobernantes como Cómodo, hijo de Marco Aurelio, el filósofo estoico emperador. Salvo los casos de Stalin, Hitler y Mao, ahora solo en países muy remotos se toleran gobernantes de la calaña de Calígula, Nerón o Cómodo, y cuando los hay son combatidos por la comunidad internacional. Pero al mismo tiempo que en Roma reinaba la Dinastía Claudia, en el Medio Oriente había un monoteísmo que estaba generando una moral superior. Esa moral superior no se subordinaba a premiar siempre el éxito. Se distinguía entre el bien y el mal. Se exaltaban las buenas virtudes del ser humano. En esa época el pueblo de Israel tenía tres grandes tendencias religiosas: los saduceos, que controlaban el Sanedrín, los fariseos y los esenios. Los nazarenos eran de menor importancia. Los fariseos y los esenios creían en un Mesías.

      El Cristianismo en su inicio nació asociado a los judíos, salvo a los saduceos. La mayoría de los apóstoles, caso de Santiago y de Pedro, consideraban que no se podía ser cristiano sin convertirse al judaísmo. Pero prevaleció Pablo, que abrió el Cristianismo para cualquier no judío. Desde Damasco y Antioquia, gracias a su prédica, muchos no judíos, así como muchos judíos, pasaron a ser cristianos. Para ello dejó de lado, entre otras, la exigencia de la circuncisión y de las restricciones alimenticias. Las diferencias teológicas entre el judaísmo y el cristianismo se fueron acentuando, amén de la circuncisión y las restricciones alimentarias, sobre todo por el concepto, luego dogma, sobre Cristo. Pero en lo que concierne a la ética, el naciente Cristianismo recogió el Antiguo Testamento al cual añadió el Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento se conformó con los evangelios sinópticos, de corte objetivo-histórico, de Mateo, Marcos y Lucas. A ello se añadió el evangelio de Juan, con las epístolas de Pablo, y el Apocalipsis. No se recogieron una serie de escritos de corte más bien subjetivo. Por su naturaleza estaban expuestos a muchas y diversas interpretaciones, complicadas de hacer extensivas en esa época.

      Fueron esos escritos más bien subjetivos los que luego dieron lugar a las tendencias heréticas contra las cuales luchó el Cristianismo durante los primeros siglos de su existencia. Ello llevó al emperador Constantino a reunir el Concilio de Nicea. Ahí se impuso entre otros el dogma de la Santísima Trinidad. Prevaleció el pensamiento de Atanasio y sus seguidores sobre el de Arrio y sus seguidores, no obstante que habían sido los arrianos los que habían catequizado a la mayoría de los pueblos bárbaros. Se consideró el contenido de la Biblia. Todo lo demás quedó fuera, configurando herejías. El Cristianismo se desarrolló en base a la organización existente del Imperio Romano. Con él, con el Cristianismo, se fue imponiendo la moral judeo-cristiana en todo el Mundo Occidental. La moral judeo-cristiana llenó un vacío, como era la notoria ausencia de ética, tanto entre los griegos como sobre todo entre los romanos. En lo teológico y lo religioso, los judíos fueron quedando como minoría dentro del Mundo Occidental y Cristiano. Las diferencias entre el obispo de Roma y el obispo de Constantinopla llevaron luego al cisma del cual nació la Iglesia Ortodoxa. El obispo de Roma, al no haber Imperio Romano de Occidente, y al no haber Estados-naciones, sino territorios ocupados por pueblos bárbaros, siempre tuvo más autonomía. En cambio, el obispo de Constantinopla dependía más bien del emperador del Imperio Romano de Oriente. Luego, con la caída de Constantinopla, que pasó a ser el Estambul Otomano, la Iglesia Ortodoxa entró bajo la influencia del Imperio Ruso.

      El Cristianismo también enfrentó una nueva lucha con quienes querían que quedara más libre y flexible la interpretación de sus creencias. De inicio fueron los albigenses o cátaros, radicados en el sur de Francia, en la Aquitania, y en parte del norte de Cataluña. Ello fue concomitante con la creación de la Santa Inquisición por Santo Domingo de Guzmán. También hubo la confrontación con los Caballeros Templarios y su eventual desaparición. Luego vino el movimiento protestante, con su exitosa carga nacionalista en el norte de Europa. Vía la religión se libraban de dos gobiernos con vocación universal: el Papa en Roma y el emperador del Sacro Imperio Romano Carlos V en Madrid. A él después se sumó, también por razones políticas, Inglaterra. Los españoles Carlos V, más contemporizador, y Felipe II, menos contemporizador, emprendieron muchas guerras para detenerlos en el norte de Europa. También emprendieron muchas

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