Placer y negocios. Diana Whitney

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Placer y negocios - Diana Whitney Julia

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verla salir.

      —Su nombre. Quiero saber su nombre.

      —¿Por qué?

      —Porque resulta de muy mala educación llamar a los empleados con un «eh, tú».

      —Oh —Frank lo miró con extrañeza y aclarándose la garganta añadió—. Volviendo al contrato, creo que deberíamos negociar una clausula más favorable en…

      —Sí, sí, tienes toda la razón —masculló Rick en el momento en el que la preciosa señorita Jordan volvía a aparecer por la puerta.

      Ella dudó por un instante, notando su presencia, y después se dirigió rápidamente a su escritorio, donde se sentó dándole premeditadamente la espalda.

      —Rick, ¿tienes un momento?

      Una familiar voz de mujer atrajo su atención.

      —Buenas tardes, Sandra. Me he enterado de que el equipo de fútbol de tu hijo ha ganado la liga. Enhorabuena.

      —Gracias. Ha conseguido una beca deportiva en la Universidad de California en Los Ángeles.

      —¿De verdad? Ese es un gran logro. Debes de estar muy orgullosa.

      —Oh, sí, lo estoy.

      —Te has hecho algo en el pelo.

      —Oh, sí —tocándose el pelo le dedicó una sonrisa de agradecimiento—. Ni siquiera mi esposo se ha dado cuenta. ¿Te gusta?

      —Muy atractivo. Resalta la belleza de tus ojos y destaca tu encantadora sonrisa.

      —Adulador.

      —Yo no tengo la culpa de que la verdad sea aduladora.

      Sandra se sonrojó, después se aclaró la garganta, y echando hacia atrás los hombros agregó:

      —Cuando por fin te cases vas a romper millones de corazones

      —Bueno, pero no puedo casarme cuando la mujer más maravillosa del mundo ya está casada —dijo, levantando la mano de ella hasta sus labios—. Espero que tu marido sepa lo afortunado que es.

      —Le diré lo que piensas.

      —Hazlo.

      Rick no dejó de mirar a la mujer hasta que esta se dio la vuelta para marcharse.

      —Casi se me olvida. El personal de mi departamento me ha elegido como portavoz para que te agradezca la bonificación que nos has concedido esta semana. Has sido muy generoso.

      —Yo soy el que está agradecido. Por favor, transmite mi gratitud a tus colegas por el trabajo bien hecho. Gracias a sus esfuerzos, la compañía ha podido renovar un contrato muy lucrativo que nos beneficia a todos.

      Sandra estaba resplandeciente de placer:

      —Se lo diré.

      —Por favor, hazlo —Rick se quedó mirando a la mujer hasta que esta giró en una esquina y desapareció de su vista. Entonces, su mirada se volvió de inmediato hacia la fascinante señorita Jordan, justo a tiempo para comprobar cómo ella volvía a darle la espalda.

      —Parece que por alguna razón no le he caído bien a nuestra nueva empleada —dijo a media voz sin dirigirse a nadie en particular.

      —¿Hum? —Frank, a su lado, dirigió la vista hacia donde él miraba y comentó—. Probablemente está tan solo preocupada por adaptarse a su nuevo trabajo. El departamento financiero es uno de los más complejos e importantes de la firma.

      Sin hacer mucho caso del comentario de Frank, Rick se dirigió hacia el escritorio de la señorita Jordan.

      —Me he dado cuenta de que hemos sido interrumpidos antes de poder hacer las presentaciones de rigor —dijo jovialmente—. Soy Rick Blaine.

      —Ya me he dado cuenta —dijo mirando la pantalla del ordenador como si estuviera hipnotizada por ella. Sus dedos se desplazaban por el teclado con increíble rapidez—. Encantada de conocerlo, señor Blaine —le dijo sin mirarlo.

      Rick se sintió algo incómodo:

      —¿Y tú eres…?

      —Catrina Jordan.

      —Catrina. Un nombre muy bonito. Mira, me gustaría disculparme por lo que pasó antes. No quería avergonzarte. Quiero decir, que si te sentiste avergonzada, no tenías por qué. Esta es una empresa en la que todos los empleados mantienen una relación muy cordial, nos tuteamos. No debes sentirte intimidada solo porque mi nombre aparezca en lo alto de la lista.

      De pronto los dedos dejaron de teclear, y respirando hondo, ella se volvió para mirarlo.

      —No estaba intimidada, señor Blaine, ni tampoco estoy interesada en flirtear en la oficina, ni con el jefe, ni con nadie. Me tomo el trabajo muy en serio, y lo hago bien. Necesito este trabajo y seré una valiosa empleada para su compañía, pero eso es todo lo que seré.

      El impacto no habría sido mayor si ella le hubiese hecho tragar el teclado del ordenador.

      —Exactamente, ¿cuál es la fama que tengo entre mis empleados?

      —Tiene muy buena reputación —confesó ella—. Todos aquellos con los que he hablado piensan muy bien de usted.

      —¿O sea, que no se me conoce como un mujeriego?

      —Al contrario, todo el mundo le considera generoso y amable.

      —¿Y a ti, por definición, te cae mal la gente generosa y amable?

      Aquella pregunta dibujó en los labios de Catrina un amago de sonrisa que reprimió rápidamente mordiéndose el labio.

      —Pido perdón por mi descortesía. La verdad es que tiene razón, me sentí avergonzada porque no sabía quién era usted y por haberme comportado como una estúpida en su presencia. Pensé que se estaba riendo de mí a propósito. Tal vez me equivoqué.

      —¿Tal vez? —él movió la cabeza con un gesto deliberadamente infantil—. Volvamos a empezar de nuevo, ¿vale? —extendió la mano—. Mi nombre es Blaine, Rick Blaine. Trabajo aquí.

      Ella dudó, y finalmente le estrechó la mano:

      —Catrina Jordan. También trabajo aquí.

      —Espero que podamos llegar a ser amigos, Catrina.

      —Estoy segura de que lo seremos, señor Blaine.

      —Rick.

      —Está bien, Rick —y dicho esto, giró la silla y volvió a enfrentarse al ordenador.

      Rick se quedó plantado junto a ella. Sabía que debía irse, pero como acostumbraba, no hizo lo que debía hacer, sino que optó por dejarse llevar por su instinto, y aprovechó la oportunidad para estudiar a aquella original mujer. La firme curva de su mandíbula, la determinación que mostraba su barbilla. Había visto el miedo

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