que debían entregar una carta de Liniers al general Beresford y que tenían que transmitirle una orden verbal impartida por Liniers y por el Cabildo de Buenos Aires que decía “que debía entregar bajo su custodia al general inglés y a otro oficial prisionero”, con la finalidad de trasladarlos a Buenos Aires, que así lo exigían “razones del servicio, el bien del monarca español y los intereses de la Patria”. Cuando el general Beresford y el coronel Dennis Pack y sus cómplices en la fuga llegaron a Buenos Aires se escondieron en la casa del celador del Cabildo, Francisco González, quien dejó la casa vacía, para lo cual llevó a su familia a la quinta de Mercedes Bayo, prima de su señora, próxima a la ciudad, donde también se encontraba –no por simple casualidad– el doctor Mariano Moreno, que era el abogado representante de los hacendados ingleses instalados en el Plata. El 20 de febrero cruzaron la ciudad de noche, pero en la desembocadura del Riachuelo ninguna tripulación quiso llevarlos y tuvieron que regresar a la casa de González. Al día siguiente, el 21 de febrero, hicieron el mismo camino, pero esta vez los esperaba un lanchón de la balandra portuguesa Flor del Cabo, cuyo patrón era Antonio Luis de Lima. Pagaron por anticipado al doble de lo estipulado y los marineros los llevaron hasta Ensenada. A las ocho de la mañana atracaron contra la corbeta de la marina de guerra inglesa Charwell, que se hizo a la vela de inmediato. Llegaron a Colonia del Sacramento y por tierra se dirigieron a Montevideo, donde arribaron el 25 de febrero. Al enterarse de la “fuga y traición”, las clases media y baja, que fueron el núcleo de las fuerzas que reconquistaron Buenos Aires, se irritaron con los dos oficiales ingleses que se fugaron de Buenos Aires. Importa destacar, por su relevancia política, que en el memorial elevado a Arthur Wellesley (primer ministro inglés) el 8 de abril de 1808 por el criollo Manuel Aniceto Padilla, desde Londres, donde se había instalado, mencionaba como partícipes en la fuga del general Beresford a Nicolás Rodríguez Peña, hermano menor de Saturnino, Juan José Castelli, Hipólito Vieytes y Antonio Luis Beruti, y decía que habían prestado su consentimiento miembros de las clases altas de Buenos Aires. Posteriormente, el general inglés Beresford, en señal de agradecimiento, obsequió un “juego de mesa de loza del Cabo” a Juan J. Castelli. Los tres principales americanos artífices de la fuga del general Beresford fueron embarcados el 8 de septiembre de 1807 desde Montevideo hacia Río de Janeiro en un navío de guerra inglés enviado por el almirante británico Murray a tal fin. El gobierno inglés, en premio por la organización y fuga de Beresford y Pack, y por su actitud a favor de Gran Bretaña, gratificaría generosamente con una pensión vitalicia a Saturnino José Rodríguez Peña, Manuel Aniceto Padilla y Antonio Luis de Lima, patrón de la balandra portuguesa Flor del Cabo.[20]
Digamos al pasar que Beresford volvería a las tierras del Río de la Plata en 1820, al mando de tropas lusobrasileñas, para combatir contra de José Gervasio Artigas. En 1816, fue contratado por el reino de Portugal como asesor del jefe del Estado Mayor del ejército portugués para que organizara la invasión y destrucción de los pueblos jesuitas de Corrientes y Misiones, la invasión y ocupación permanente de los pueblos jesuitas orientales del río Uruguay hasta el océano Atlántico (los actuales estados de Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul). En 1820, tropas lusobrasileñas al mando del general Carlos Federico Lecor, asistido por Beresford, invaden la Banda Oriental, y el 22 de enero de ese mismo año derrotan a Artigas en la batalla de Tacuarembó.
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