El bebé prematuro y sus padres. Ana Lía Ruiz
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Otro síntoma sería el embotamiento de la percepción que puede llegar a la negación del embarazo, confundiéndolo con una amenorrea. Soifer (1971) señala también que otra manifestación psíquica es la queja por las molestias que generan las supuestas “patadas del bebé”, porque el mecanismo inconsciente de proyección puede dar lugar a que los movimientos naturales del feto sean vividos como agresivos y hasta sádicos.
Tales distorsiones de la percepción, por negación o proyección, son producto de un estado de intensa ansiedad que se relaciona con los sentimientos maternos de responsabilidad al crear una vida. Luego, como consecuencia de ese sentimiento, aparecen mecanismos maníacos tanto en relación al bebé en gestación como por lograr tener un bebé hermoso, o como un despliegue de intensa actividad por parte de la embarazada, incluyendo aumento de peso, los “antojos”, y trastornos somáticos que se manifiestan en esta etapa. Esta línea de pensamiento es importante al analizar la historia de algunos bebes nacidos prematuros.
Posteriormente, aparecen otros sentimientos que expresan el temor de tener un niño deforme y la ansiedad casi incontrolable de verlo. Estas angustias se pueden analizar de acuerdo con las observaciones realizadas por Missonnier (1998), en las prácticas ecográficas, con relación a los interrogantes de los padres sobre “el sexo del bebé”.
En este punto juega un papel importante la paternidad, y al respecto es interesante mencionar lo planteado por Soifer (1971) acerca de las fantasías inconscientes que pueden emerger en esta etapa del embarazo ligadas a la propia conflictiva edípica, que pueden dar lugar a sensaciones de exclusión y la envidia por lo que la mujer tiene y él no.
C) Ansiedades debidas a la instalación franca de los movimientos del bebé en gestación (desde los 5 meses en adelante): estas experiencias corporales de movimientos del bebé van acompañadas de una mayor percepción de contracciones uterinas fisiológicas, lo que provoca mayor ansiedad en la madre.
D) Ansiedades por versión interna: se pueden producir desde la mitad del 7º mes debido a que el niño se va ubicando con la cabeza para abajo y queda en la entrada del canal del parto. La percepción de estos movimientos uterinos y fetales provocan una intensa crisis de ansiedad que es totalmente inconsciente, y que se traduce en manifestaciones psíquicas y somáticas como las mencionadas anteriormente.
De acuerdo con los trabajos clínicos de la citada especialista, se plantea que ciertas contracciones uterinas producen patologías como presentación de nalgas, porque en ciertas madres el aumento de ansiedad asusta y desconcierta por la incertidumbre de las manifestaciones sobre fantasías de vaciamiento. En este punto se debe tomar lo aportado por las investigaciones de Fava Vizziello, García y Antonioli (1993) en relación a un aumento de la ansiedad alrededor del 7º mes o cuando se produce la rotación del feto.
Según Soifer (1971), estas sensaciones en algunos casos no existen, y pueden ser producto de la eficacia psíquica de mecanismos de negación o, en el caso opuesto, pueden dar lugar a procesos somáticos de hipertensión y/o aumento de peso. En ciertos partos prematuros puede aparecer el mecanismo defensivo de evacuación, ante el incremento de ansiedad. Por eso surgen en esta etapa ansiedades que son producto de otras problemáticas, entre otras, la relación de la pareja, la familia de origen, la situación económica, y la duda de no poder criar adecuadamente a su hijo.
E) Ansiedades del comienzo del 9º mes: las modificaciones fisiológicas que se producen en este mes acentúan la ansiedad del parto y la incertidumbre implica un ataque al narcisismo infantil, dando lugar a la emergencia de mecanismos defensivos como el pensamiento mágico y la omnipotencia de las ideas.
El origen de estas ansiedades se encuentra en el temor al parto y a la muerte del bebé. Estos temores se pueden expresar en la sensación de dejar de percibir los movimientos fetales, o también “falsas alarmas” por dar a luz, que son expresiones, sin lugar a dudas, de la incertidumbre ante lo nuevo.
Otra autora, Videla (1973), en su libro “Maternidad, Mito y Realidad”, plantea que cuando la mujer busca embarazarse, consciente o inconscientemente, posee dos grupos psicológicos de referencia:
A) La relación con su madre y su padre, que incluye procesos de identificación y de diferenciación con relación a los contenidos psíquicos, fantasías y ansiedades que se manifiestan.
B) Los elementos que la sociedad y la cultura le señalan, que pueden determinar los modelos de maternidad o de identidad femenina que estos tratan de imponer a sus miembros.
Por otra parte, la autora habla también de la influencia de la sociedad de consumo, que a través de mensajes publicitarios transmite una imagen idealizada y distorsionada de la maternidad, donde no sólo las mujeres gestantes son “hermosas y estilizadas”, rodeadas de confort y de su familia, sino que sus hijos son hermosos y con determinadas características físicas. Esta imagen social es diferente a la realidad del bebé prematuro y su madre.
La misma autora, de acuerdo a su experiencia, relata una serie de temores que pueden expresar las mujeres embarazadas. Se analizarán a continuación aquellos que puedan tener alguna influencia en el nacimiento prematuro:
• Temor a perder atractivo físico durante el embarazo: la mujer debe enfrentarse a una serie de cambios corporales para los que no suele estar preparada. Estos cambios corporales representan la pérdida del cuerpo infantil, y una modificación de su esquema corporal que muchas veces no concuerda con su representación corporal. La elaboración de ambas imágenes, cambios corporales y representación del cuerpo, se producirá a lo largo del embarazo. De ahí que surjan problemáticas ligadas al duelo por el cuerpo infantil, tal como ocurre en el proceso adolescente.
•Temor a tener un hijo anormal; temor a la muerte del hijo cuyos motivos ya fueron analizados por Langer, Aberastury y Soifer, relacionados con el complejo de castración, siguiendo el pensamiento de Klein; temor a sufrir mucho dolor en el parto que, de acuerdo a Videla (1973), reflejaría el dolor por el desprendimiento del hijo y estaría relacionado con otro temor ligado a no poder separarse del bebé luego del parto, y que fue significado por Deutsch como el temor de separase de la madre.
2.4 El embarazo como preparación para la paternidad
Videla se refiere a la intensa comunicación existente entre la madre y el bebé en gestación (Videla, 1973), fenómeno que ayudará a comprender los dolores psíquicos de la madre ante la separación abrupta de su hijo prematuro.
Dice sobre el tema: “Un embarazo que transcurre normalmente significa que madre e hijo tienen un profundo conocimiento mutuo. La implantación del embrión en el endometrio implica un mutuo acuerdo psicosomático” (Videla, 1973: 97). Esta observación se puede relacionar con los conceptos de Winnicott (1956) acerca de la “preocupación maternal primaria”.
Este último la define como “un estado muy especial de la madre, una condición psicológica” (Winnicott, 1956: 407), y explica cómo se daría esta condición, que es mencionada alternativamente con los términos psiquiátrica y psicológica: “Gradualmente se desarrolla y se convierte en un estado de sensibilidad exaltada durante el embarazo, y especialmente hacia el final del mismo. Dura unas cuantas semanas después del nacimiento del pequeño. No es fácilmente recordado por la madre una vez que se ha recobrado del mismo. Iría aún más lejos y diría que el recuerdo que de este estado que conservan las madres tiende a ser reprimido” (Winnicott, 1956: 407).
Se destaca el concepto de Winnicott sobre el proceso de desarrollo de la “preocupación materna primaria”, que requiere tiempo: tiempo de gestación psíquica para poder constituirse; tiempo dado por el tiempo biológico de gestación