El bebé prematuro y sus padres. Ana Lía Ruiz

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El bebé prematuro y sus padres - Ana Lía Ruiz Retardo Mental y Educación Especial

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en la prematurez.

      El pensamiento de Winnicott coincide con las ideas desarrolladas por Brazelton y Cramer (1990, p. 41), quienes plantean que las etapas físicas del embarazo estarían ligadas a la preparación psicológica de ambos padres. De tal manera que a los 9 meses, tanto la madre como el padre, tienen la sensación de estar completos y listos para recibir a su hijo. Por el contrario, si el nacimiento ocurriera antes de lo previsto, dicen estos autores, encontraría a ambos padres no preparados para el mismo, y esta situación se daría con mayor intensidad en los partos prematuros y en aquellos embarazos que presentaran complicaciones físicas que alterarían, a su vez, la preparación psicológica adecuada para los padres. Plantean, además, tres etapas preparatorias, cada una de las cuales estarían ligadas al desarrollo físico del feto y pueden contemplarse fenomenológicamente como tres tareas separadas y diferentes.

      Las etapas son:

      1. Aceptación de la noticia

      La falta del período menstrual determina desde lo corporal para la mujer y para el hombre futuro padre la entrada a una nueva fase de sus vidas que moviliza ciertos aspectos psicológicos ligados a sus historias. La tarea más inmediata que tiene la mujer es la de integrar “ese cuerpo extraño” dentro de sí, iniciando un período de repliegue sobre sí misma, de sentimientos ambivalentes y de dependencia.

      Por otra parte, el futuro padre vive esta nueva situación como una retrospección hacia su propia infancia e ideales. Si bien las dimensiones de la maternidad y paternidad son diferentes, las experiencias recibidas pasivamente por ambos (madre y padre) de sus propios padres o sustitutos, permiten, en este caso al hombre, obtener un modelo de aprendizaje de la función, identificandose con los cuidados maternos recibidos. Frente al niño por venir, opera la reorganización de lugares y de roles en la dinámica intergeneracional e intrafamiliar.

      2. Los primeros indicios de un ser separado

      Después de la confirmación del embarazo, el momento de percepción de los primeros movimientos fetales es el siguiente acontecimiento decisivo para los futuros padres. Desde un punto de vista psicológico, el bebé ha empezado a adquirir autonomía. Se puede decir que aquí es donde comienza el vínculo más temprano, puesto que ahora hay un ser separado y, por lo tanto, una posibilidad de relación. La percepción de los movimientos fetales es la primera aportación del futuro hijo a la relación.

      El nuevo carácter concreto del bebé, complementado por las ecografías y los cambios corporales visibles para ambos, sobre todo para la madre, aportan una nueva realidad como fantasías en relación al futuro hijo. Surge un estado de identificación con el bebé en gestación que hará sentirse a la madre más dependiente, más regresiva, más simbiótica en este retorno al “útero fantaseado” (Brazelton y Cramer, 1990: 48). Esto le permite una elaboración de sus propias necesidades de dependencia y de deseos de simbiosis insatisfechos. El bebé en gestación permite a la madre reparar de alguna forma su primitiva historia. El reconocer el rol del padre ayuda a la futura madre en la tarea de separase del futuro bebé y diferenciarlo de sus fantasías

      3. El aprendizaje sobre el futuro bebé

      Los padres comienzan a personificar al bebé en gestación. Durante este período, el bebé intraútero da señales de presencia a través de la adopción de ciclos y patrones de movimiento y actividad que pueden ser reconocidos y previstos. Su respuesta puede considerarse cómo una forma de interacción temprana. Los padres personifican al bebé en gestación a través de la búsqueda de nombres, lugar dentro del hogar, ropa, etc., en un intento para que éste no sea un desconocido en el momento de nacer; es habitual encontrar en los relatos de los padres, anécdotas acerca de las preferencias del bebé no sólo sobre posturas de la madre, sino también con relación a la música que prefiere. La actitud del padre se vuelve activa y manifiesta, expresando deseos de una fuerte comunicación con su hijo en gestación. Cuando llega el momento del parto, éste provoca una crisis organizadora, porque se estuvo preparando para el acontecimiento. Según Cramer y Brazelton (1990), al nacer el niño la madre gana afuera lo que ha perdido adentro, cambia su gravidez por su hijo.

      Tras el nacimiento de un bebé, y especialmente cuando se trata del primer hijo, la madre entra en una nueva y única organización psíquica que Stern (1995) denomina “constelación maternal”. Esta determinará un nuevo conjunto de tendencias, acciones, sensibilidades, fantasías, temores y deseos. La nueva organización comienza a gestarse a lo largo del embarazo, y aún antes. Su duración es variable ya que puede oscilar de meses a años, transformándose en el eje de la vida psíquica de la madre. No es universal ni obligatoria, y surge a la luz de diferentes factores socioculturales que desempeñan un papel dominante para que se produzca en las sociedades occidentales desarrolladas y postindustriales (Stern, 1995: 212). La constelación maternal hace referencia a tres preocupaciones y discursos diferentes:

      1. el discurso de la madre con su propia madre, especialmente como madre cuando ella era niña.

      2. el discurso consigo misma, especialmente consigo misma como madre.

      3. el discurso con su bebé.

      Esta trilogía o tríada psíquica: madre de la madre-madre-bebé (Stern, 1995: 210) se convierte en su principal preocupación, ya que requiere la mayor parte de su elaboración y de su re-elaboración mental.

      En nuestra cultura, de acuerdo al autor mencionado (Stern, 1995), cuando la mujer se convierte en madre surgen cuatro temas asociados:

      1- ¿Puede mantener en vida al bebé y hacerle crecer?: tema de la vida y del crecimiento.

      Este tema se refiere a la supervivencia del niño. La madre se interroga acerca de si podrá mantener a su hijo en vida, y si podrá hacerle crecer y desarrollarse físicamente.

      Esto genera una serie de temores en la madre como los que se refieren a la posibilidad de que el bebé muera o enferme, o preocu­paciones menores como que no coma, o que ella no lo cuide adecuadamente. Los temores giran alrededor del miedo al fracaso de la vitalidad y la creatividad animal, la supervivencia de la especie (Stern, 1995: 214).

      2- ¿Puede relacionarse afectivamente con el bebé de forma natural y garantizar su desarrollo psíquico para que sea tal como ella lo desea?: tema de la relación primaria.

      Este tema se refiere a la relación socio-afectiva de la madre con el bebé. Así la madre se interrogará sobre si podrá amar al bebé y si éste la querrá. Si podrá reconocer y creer que ese es su hijo. Para Stern este tema se enlaza con la preocupación primaria descripta por Winnicott, y con las funciones maternas como la de sostén, a través de las cuales se establecería esta primera relación entre madre e hijo.

      Los temores ligados a este tema se enlazan con el miedo a fracasar que puede sentir la madre en su función, llevándola a no poder sentirse capaz, a sentirse inapropiada, o a ser demasiado exigente consigo misma. Estos temores estarán enlazados con lo que la cultura espera que debe desempeñar ella en su función de madre.

      3- ¿Sabrá la madre cómo crear y permitir los sistemas de apoyo necesarios para cumplir estas funciones?: tema de la matriz de sostén.

      Este tema se refiere a la necesidad de la madre “de crear, permitir, aceptar y regular una red de apoyo benefactora y protectora” que la lleve a contar con una matriz de apoyo. Esta matriz de apoyo cumple con dos funciones:

      • que la madre pueda mantener con vida al bebé y fomentar su

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