La niñez del Perú en la mira: qué podemos aprender de los programas sociales. Enrique Vásquez H.

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de la intervención deben manejar los mismos conceptos, variables, indicadores, productos, procesos y resultados, a fin de lograr una sintonía en la operatividad (Grade, 2006). Para ello, es de valiosa importancia el desarrollo de contenidos y sesiones de capacitación técnica, sobre todo cuando todos aportan con la experiencia propia de la gestión en campo (Vásquez, 2006). Asimismo, resulta clave capacitar también a personas cercanas a los beneficiarios para que puedan cumplir un rol de soporte y apoyo de manera eficiente; es decir, a los padres y familiares de los niños, niñas y adolescentes beneficiarios (MIMP, 2017d).

      3.4 Protocolos IEC. El quehacer de acceder a información y usarla, y de brindar educación y capacitación a todos los agentes involucrados, debe estar regido por estrictos protocolos que garanticen la existencia de un valor agregado en el servicio público provisto (Fernández, 2000). De esta manera, la inversión en esta dimensión puede tener un proceso ordenado de implementación, supervisión y actualización que se ajuste a los productos, procedimientos y resultados esperados (Midis, 2019).

      4. Monitoreo y evaluación de impacto. La mejora continua de un programa debe basarse en las lecciones aprendidas de la gestión (Gertler et al., 2017). Para ello, la institución requiere monitorear y realizar evaluaciones de impacto, de carácter cuantitativo o cualitativo. La única forma en que esto puede realizarse es mediante el diseño de un sistema de información que permita sustentar los análisis pertinentes de la intervención (Bernal & Peña, 2011). De esta manera, los indicadores de insumo, proceso y resultados del programa mostrarán evidencia para sustentar acciones de corrección y/o mejora (Gertler et al., 2017; Bernal & Peña, 2011; Khandker, Koolval, & Samad, 2010). Hay cuatro elementos importantes:

      Figura 5 Elementos de la dimensión del monitoreo y evaluación de impacto de un programa social

      4.1 Recolección de información. Un buen monitoreo y evaluación de impacto debe basarse en evidencia correctamente construida (Khandker et al., 2010). Para ello, resulta fundamental que la información sea de buena calidad y en la cantidad y oportunidad adecuadas (Naser & Concha, 2014). Ciertamente, el punto de partida de un programa social es contar con un sistema de captura de información de campo, basado fundamentalmente en los más estrictos estándares técnicos y académicos, que permita acopiar los datos de manera adecuada (Gertler et al., 2017; Bernal & Peña, 2011).

      4.2 Procesamiento de información. Dados los productos, procesos y resultados esperados del programa social, este requiere que se construya todo un sistema apropiado basado en las más recientes e incuestionables técnicas estadísticas y de evaluación (Irarrázaval, 2004). La construcción de cualquier métrica deberá ser muy rigurosa en su concepción y aplicación para que los resultados muestren sustento incuestionable frente a todo diagnóstico para la mejora del programa social (Gertler et al., 2017; Bernal & Peña, 2011; Khandker et al., 2010).

      4.3 Análisis de información. La realidad multidimensional exige que los programas sociales desarrollen equipos multidisciplinarios para que puedan abordar los problemas y soluciones de la mejor manera posible (Banco Mundial, 2012b). Así, mediante el uso de enfoques cuantitativos y/o cualitativos, los equipos técnicos podrán crear la mejor argumentación para que el monitoreo y la evaluación de impacto sean efectivos (Khandker et al., 2010).

      4.4 Difusión de información. Todos los agentes involucrados tienen el deber y el derecho de contar con los resultados del monitoreo y evaluación de impacto (Banco Mundial, 2012b). Dependiendo del público, se deben traducir los informes de la mejor manera posible para la presentación de evidencia de los resultados (Navarro, 2005). Solo así, cada agente podrá comprender cuánto se ha avanzado o se requiere mejorar en el accionar del programa social (Naser & Concha, 2014). Cada uno, desde su perspectiva, podrá contribuir a entender las fortalezas y debilidades del programa social tiene, pero también podrá identificar, a la luz del análisis, el potencial de mejora permanente y cómo puede y debe contribuir (Bernal & Peña, 2011).

      5. Graduación y elegibilidad. Se entiende por «graduación» cuando un beneficiario egresa del programa y deja ser atendido por este debido a que ha superado su condición de vulnerabilidad (Banco Mundial, 2012b), mientras que «elegibilidad» se refiriere al hecho de que el niño, niña o adolescente atendido debe poseer las características que el programa establece como necesarias para su recepción (Madueño et al., 2004). Cuatro elementos constituyen este componente de la gestión:

      Figura 6 Elementos de la dimensión de la graduación de beneficiarios de un programa social

      5.1 Derechos y deberes del programa social en relación con el beneficiario. La institución debe contar con reglas de juego claras y simples (Grey, Campana, & Monge, 2018). El directivo, el colaborador, el operador y el subcontratista, así como el beneficiario, deben saber con precisión qué responsabilidades y qué derechos asisten al programa en su vínculo con el beneficiario (Banco Mundial, 2012b).

      5.2 Derechos y deberes del beneficiario. El «contrato social» del Estado con el beneficiario debe ser accesible y entendible para el este. De esta manera, el ciudadano tendrá un horizonte preciso de lo que el programa espera que cumpla, y a lo que el propio beneficiario debe o puede acceder como ayuda social. Las precisiones ayudarán a ambas partes a construir una sana y transparente relación de corresponsabilidad entre el Estado y la ciudadanía (Banco Mundial, 2012b).

      5.3 Consideraciones de excepcionalidad. Si bien el programa puede hacer su máximo esfuerzo para aliviar o reducir la vulnerabilidad del beneficiario, ello no necesariamente se logra en la dimensión u oportunidad esperada (Romero, Riva, & Benites, 2016). Por ello, es conveniente contar con cláusulas de excepcionalidad que permitan al operador intervenir en casos muy excepcionales, a fin de que el beneficiario no quede en una situación de riesgo e incertidumbre (Grey et al., 2018).

      5.4 Protocolo de gestión del cambio de condición del beneficiario. El egreso de un programa social o la pérdida de la condición de beneficiario de este siempre genera incertidumbre al ciudadano, pues este cuenta con la ayuda (Zárate et al., 2012). Por ello, el programa requiere de un protocolo para que, con la anticipación necesaria y prudente, el beneficiario tome conciencia de la situación, y se elabore un plan de salida acorde con su situación ex ante y ex post (Trivelli & Clausen, 2015). De esta manera, el cambio será más prudente y gradual para la institución, ys fundamentalmente para el ciudadano que deja de ser beneficiario (Grey et al., 2018). En el caso de los beneficiarios que logran egresar exitosamente de un programa, es necesario que se les haga seguimiento de manera que los logros obtenidos gracias a la intervención no se pierdan en el tiempo (MIMP, 2017d).

      6. Articulación interinstitucional. El último componente de análisis no es el menos importante: por el contrario. La literatura cada vez reta más a los gestores a buscar intervenciones coordinadas, pues así la sinergia ayuda a incrementar la rentabilidad de la inversión social (Trivelli & Clausen, 2015). Es posible crear dos tipos de articulación: la articulación horizontal, que vincula diversos sectores o ministerios dentro del ámbito público; y la articulación vertical, que relaciona a los diferentes niveles de gobierno. En ambos casos, se pueden considerar complementariamente las intervenciones privadas de fundaciones, empresas, ONG, iglesias y organizaciones sociales de base como elementos de colaboración en el ejercicio de la articulación (Schwarzer, Tessier, & Gammage, 2014).

      Figura 7 Elementos de la dimensión de articulación interinstitucional de un programa social

      6.1 Formulación de políticas e intervenciones. El punto de partida de la sinergia de los programas sociales es crear y mantener un espacio de construcción y actualización de políticas

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