La niñez del Perú en la mira: qué podemos aprender de los programas sociales. Enrique Vásquez H.

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que desarrollan los niños de 0 a 5 años son los cimientos que les permitirán obtener buenos resultados académicos, asegurar beneficios económicos, tener una buena vida adulta y gozar de salud por el resto de sus días (Shonkoff, 2017, p. 8). Los hallazgos científicos que respaldan esto revelan que los primeros años son el período de más rápido crecimiento del cerebro. Cada segundo se forman más de un millón de conexiones neuronales (Center on the Developing Child, 2007), y a los tres años se han formado alrededor de 1.000 billones de conexiones (Brotherson, 2009, p. 4). Entonces, el aprendizaje es más eficiente entre los primeros tres años de vida y alrededor de los 12 años, ya que luego no todas estas conexiones se usarán, y el organismo puede descartarlas. La capacidad de aprender depende también de un componente complementario clave: una buena alimentación y nutrición desde el nacimiento y una correcta provisión de salud (Berlinski et al., 2015, p. 59). Junto a estos tres elementos, se ha comprobado que el contexto familiar y social en el que se desarrollan los niños tiene un papel importante para su presente y futuro.

      Por estas razones, las atenciones que se hagan de manera sincronizada en educación, salud y nutrición en la primera infancia tendrán un impacto en la reducción o eliminación de brechas sociales y educativas que presenten los niños a una mayor edad (Guerrero & Demarini, 2016, p. 163). En consecuencia, una buena sociedad germinará, con ciudadanos que ejercen sus derechos y cumplen sus deberes con y para la sociedad, en la medida en que hoy, y siempre, se invierta de manera primordial en la primera infancia. Pero ¿qué significa esto exactamente? Centrar los esfuerzos interinstitucionales públicos y privados para crear condiciones propicias para desarrollar no solo habilidades cognitivas sino también socioemocionales, o el estado de salud y nutrición de los niños menores de 5 años.

      Investigaciones de diversos campos llaman la atención sobre la importancia del entorno social y cultural al que se enfrentan los niños desde edad temprana. Un punto de partida es que se los debe proteger de situaciones adversas con emociones fuertes o estresantes (Shonkoff, 2017, pp. 10-11; Leseman, 2002, p. 8) y promover la estimulación sensorial para que desarrollen habilidades cognitivas, emocionales y sociales (National Scientific Council on the Developing Child, 2007, p. 8). Un buen entorno familiar y las interacciones con los padres cumplen un papel trascendental en el desarrollo de los cinco sentidos (Brotherson, 2009, p. 2; Berlinski et al., 2015, p. 79). En esta línea de preocupación, la interacción de los padres y madres en el desarrollo de los niños menores resulta determinante. En la medida en que ellos cuenten con las herramientas y la destreza en su uso requerida para poder brindar un nivel adecuado de salud, nutrición y estimulación, sentarán las bases, de manera directa e indirecta, para el desarrollo físico y mental que los niños tendrán en su adultez (Rosenberg & Bradford, 2006, p. 11). Por ello, es de vital importancia evaluar quiénes participan y cómo lo hacen en esta etapa formativa para los infantes.

      Al respecto, el estudio internacional de Oxford sobre pobreza infantil Young lives se encargó de medir para varios países, durante 15 años, entre otros indicadores, las habilidades cognitivas. En el Perú, se evaluó a niños de 12 años utilizando la prueba Peabody Picture Vocabulary Test (PPVT), la cual evalúa el vocabulario receptivo de los niños y solo debe ser utilizada de manera comparativa (Escobal, Saavedra, & Vakis, 2012, p. 137). Los resultados del año 2013 mostraron que el principal problema eran los niños que cursaban grados a una edad mayor que la que les correspondía. Aunque las calificaciones fueron mejores que las de la prueba anterior en 2006, las brechas eran grandes cuando se comparaban colegios privados con públicos, el sector urbano con el rural, o el quintil más rico con el más pobre (Cueto & Miranda, 2015), como se ve en la figura siguiente.

      Figura 1.1 Resultados del PPVT en niños de 12 años, 2013

      Fuente: Cueto & Miranda (2015); elaboración del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico.

      ¿Qué indicaban estas mediciones? Como señala López-Boo (2014), estos resultados denotaban las disparidades y desigualdades entre los niños peruanos, incluso en el nivel de desarrollo cognitivo, que existían entre los estratos de ingresos más altos y bajos (2014, pp. 25-26).

      Si bien estos resultados presentados hacían notar las disparidades de desarrollo cognitivo entre los niños en el Perú, el Ministerio de Educación, a su vez, documentó que el 11,32% y el 9,65% de los niños y niñas, respectivamente, tenían un nivel vulnerable de desarrollo cognitivo (Minedu, 2015a, p. 32). De la misma manera, el 22,31% de la población cuya lengua materna no era el castellano tenía un nivel vulnerable de desarrollo cognitivo y del lenguaje, frente al 9,78% de aquellos que hablaban castellano como lengua materna (Minedu, 2015, p. 32). Entre las instituciones educativas, mientras que el 31,58% de los niños evaluados en instituciones públicas contaban con niveles no adecuados de desarrollo cognitivo y del lenguaje, el 17,36% de los niños de instituciones privadas sí los tenían (Minedu, 2015, p. 32). Esto hace resaltar aún más la disparidad de desarrollo de habilidades cognitivas entre los niños que provienen de hogares de altos ingresos frente a los de bajos ingresos. Entonces, resulta relevante estudiar de manera más específica cuáles son los determinantes de las habilidades cognitivas en las personas.

      No solo el Perú sino también América Latina y el Caribe presentaban condiciones similares respecto a la educación preescolar al inicio del presente milenio. Una de las principales dificultades recurrentes era garantizar servicios de calidad en la educación inicial, específicamente en lo que respecta a las actividades realizadas en los centros educativos (Cordero, 2004, p. 44). En lo que respecta a cifras en la región, la tasa bruta de escolarización de niños de entre 3 y 5 años fue del 56% para el año 1999; sin embargo, logró incrementarse en 9 puntos porcentuales para el año 2007 (Campos, s. f., p. 4). Campos sostiene al respecto que, a pesar de los notorios esfuerzos en la expansión de este tipo de servicios educativos, no se ha logrado beneficiar adecuadamente a los niños de 0 a 3 años, quienes terminaban siendo dirigidos a programas asistencialistas de baja calidad (Campos, s. f., pp. 6-7). Estos factores, acompañados de otras dificultades que puedan presentarse dentro de un país (geográficas, por ejemplo), no han permitido que las personas progresen de una mejor manera y, peor aún, han hecho que los problemas se vuelvan persistentes y se mantengan a través de distintas generaciones en las familias.

      El entorno familiar es de gran importancia, pues, como ya fue mencionado, las habilidades cognitivas y no cognitivas se producen por efecto de la interacción con la familia y las acciones personales, donde el rol de la madre es especialmente importante. Precisamente, las habilidades de la madre y otros indicadores del hogar son determinantes significativos de los resultados en pruebas de habilidades cognitivas de los niños (Todd & Wolpin, 2007, p. 127). De la misma manera, tanto los genes como el ambiente en el que se desenvuelven los niños son vitales para desarrollar estas habilidades, y la forma en que estas son creadas influye con fuerza en la creación de la desigualdad (Cunha & Heckman, 2006, pp. 24-26). Esto vuelve a resaltar el impacto que tienen las habilidades adquiridas en edad temprana en las brechas.

      En esta misma línea, Ruhm señala que la inversión que realizan los padres al inicio de la vida de sus hijos es importante para su futuro desarrollo cognitivo. El empleo materno durante el primer año del niño se asocia con el desarrollo de una habilidad verbal reducida entre los 3 y 4 años. Por ello, se daba un incremento en las habilidades cognitivas en niños cuyas madres permanecían en casa por lo menos dos o tres años luego del alumbramiento. Sin embargo, el autor señala que estos efectos pueden variar dependiendo de otras tecnologías y arreglos institucionales, como el subsidio al cuidado infantil que se ofrecía en varios países europeos (Ruhm, 2004, pp. 184, 185).

      ¿En qué medida esta preocupación ha estado presente en el Perú? Según Díaz, Arias y Vera Tudela (2016), tanto estas habilidades cognitivas como las socioemocionales han sido valoradas en el mercado laboral peruano. De acuerdo con sus hallazgos, los autores sostienen que, para el año 2016, las habilidades cognitivas han tenido un retorno del 9% en los ingresos laborales de los trabajadores peruanos (Díaz et al., 2016,

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