La paz sin engaños. Mario Ramírez-Orozco

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La paz sin engaños - Mario Ramírez-Orozco страница 5

Автор:
Серия:
Издательство:
La paz sin engaños - Mario Ramírez-Orozco

Скачать книгу

principal crítica a este modelo de resolución son las difíciles condiciones posconflicto. Más que una solución del conflicto este modelo es una respuesta evasiva a las causas principales del mismo. Además de la posible reanudación de la lucha armada por grupos o facciones que se sienten marginadas de los beneficios de la paz; la frecuente situación de caos institucional posguerra y la frustración de las bases insurgentes, que sienten que han luchado “por nada”, acrecientan al extremo los indicadores de delincuencia común y el crimen organizado.{8}

      Este modelo de resolución fue impulsado por las Naciones Unidas a través de sus distintas misiones de paz en Centroamérica, Angola, Somalia y Congo, para citar algunos ejemplos.{9} De igual modo las misiones de paz o facilitación de la Unión Europea y países como Noruega se han guiado bajo las mismas premisas del pactar “lo posible” para luego, en el camino de construcción democrática, conquistar los anhelos de paz y justicia que motivaron los levantamientos armados.{10}

      La tendencia contraria es aquella que aboga por un modelo estructural. Su premisa fundamental es la superación de las causas principales que originan los conflictos.{11} Además de los compromisos políticos acordados, que son importantes, considera fundamental el impulso de políticas de desarrollo social que tengan como prioridad la superación gradual de la desigualdad y la pobreza.{12}

      La crítica mayor a este modelo es la dificultad para que grupos o fuerzas interesados en mantener el statu quo realicen con prontitud y eficacia las metas pactadas, lo que afectaría sus privilegios. Si se agrega, además, la lentitud propia de la concreción de reformas profundas en un orden social que prevaleció, como en el caso de África o Asia, por varios siglos bajo un sistema colonial y su caótica descolonización, es normal que se produzca impaciencia e incomprensión de la población por la casi nula visibilidad de los resultados.

      Aunque es cierto que una nueva sociedad amerita un proceso de largo plazo, no se puede ignorar que la paz requiere una promoción inmediata a la que se sumen instancias nacionales e internacionales; por lo menos, mientras se mantiene la euforia de la firma de los acuerdos. Pero la mayor inconsistencia del modelo es, según sus críticos, la de intentar una “revolución por decreto”. Nadie querrá ceder “por las buenas” lo que considera unos bienes o privilegios adquiridos de manera legal o legitimada por herencia o por logros militares.

      Otro cuestionamiento es la insuficiente representatividad de alguna de las partes. En particular, cuando se trata de gobiernos que alcanzaron el poder en elecciones fraudulentas o bajo un sistema político excluyente, casi siempre dentro de una legalidad ilegítima, donde la participación política de amplios sectores sociales fue restringida o reprimida. Respecto a la parte insurgente se critica que asuma, dado su carácter casi siempre de dominio parcial, la representatividad total de los inconformes del país, y sobre población o zonas bajo las que no tienen ningún tipo de control político ni militar.

      Además de académicos como Johan Galtung o John Burton, apoyan esta tendencia los partidos y movimientos socialdemócratas y de la izquierda legal, los grupos insurgentes de izquierda y las ONG comprometidas con los problemas de pobreza y marginación extrema.{13}

      Se puede reconocer también un tercer modelo, al que se podría denominar mixto. Y sería aquél en el que, a pesar de tomar en consideración los problemas estructurales e incluirlos en la agenda negociadora, los deja en un segundo plano. El principal ejemplo práctico de este modelo fueron las negociaciones de paz adelantadas bajo el gobierno de Andrés Pastrana.{14}

      Y, por supuesto, el análisis comparativo, sistemático, y crítico de los últimos procesos de paz entre el gobierno colombiano y los movimientos armados; lo mismo que de su situación económica y social, con especial énfasis en el problema de la tenencia de la tierra, se utilizará para elaborar estrategias estructurales posconflicto que sirvan para la reconstrucción nacional. Los aspectos políticos de desmovilización y reconciliación, reformas institucionales y reparación de destrozos económicos, sociales y educativos, presentados intentan superar de manera realista y concreta las causas originales del conflicto e impedir su reactivación.

      A partir de esa revisión crítica quiero demostrar la insuficiencia del logro político de los acuerdos de paz, por lo que es necesario formular estrategias de paz que modifiquen las causas estructurales que dieron origen y alimentan hasta hoy el conflicto armado. En ese orden, es necesario un plan estratégico de índole social y económica, con prioridad en las zonas rurales; con la participación activa de una comunidad internacional respetuosa de los intereses de las partes y de la idiosincrasia del país y, como es tradicional, sin fórmulas impuestas desde los centros de poder; así como es obligatorio que el posconflicto obligue a un cambio sustancial de la doctrina imperante por décadas en las Fuerzas Armadas y de una reducción sustancial de sus efectivos.

      Además, una pregunta que el lector se hará a través de las páginas de este libro es si el presidente Juan Manuel Santos, al sancionar la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras (junio 2011), responde a los principales cambios estructurales aquí propuestos. Hay que decir que no. En primer lugar, porque todo indica que salvo el estilo altanero y peleador de su predecesor y los necesarios ajustes a su nefasta política internacional, el presidente Santos ha reiterado la continuidad del modelo económico y político de Álvaro Uribe; lo mismo que de su plan de Seguridad Democrática, por supuesto que con un nuevo nombre: “Seguridad para la prosperidad”.{15} Y, en segundo lugar, porque aunque siendo un gran avance, la llamada Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras es insuficiente para resolver el grave problema estructural de Colombia. Pues, hay que señalarlo, la sanción de la ley no es la panacea para resolver el conflicto social y político que sufre Colombia por décadas, a pesar de la euforia gubernamental de que con ella: “hoy estamos dando pasos audaces para superar este conflicto y llegar a una etapa de reconciliación y paz”.{16} Además, hay que tener en cuenta que durante el marco temporal de su realización 2011-2020 y, presumiendo que tuviera un éxito completo, algo difícil, retornaría al estado de cosas vigente al 1 de enero de 1985, en el caso de las víctimas y sus familiares, y al 1 de enero de 1991, respecto a la restitución de tierras; momentos en los que la situación social y política era de por sí muy grave en materia de conflicto armado y violencia social. Sin olvidar que en la mayoría de regiones de desplazamiento forzado el conflicto armado continua latente.

      En definitiva, Colombia, que ha probado muchos tipos de paz a medias y con engaños, como se detalla en el capítulo 2 de este estudio, enfocadas en su totalidad resolver de manera coyuntural la gobernabilidad en crisis; lo que necesita son modelos estructurales como los sugeridos en el capítulo 4 y en las consideraciones finales. En palabras claras, una paz sin trampas, con metas posibles, que cambien de una vez por todas las estructuras del violento y desigual statu quo de la realidad social colombiana.

      Frente a este panorama, el presidente Santos se enfrenta ante dos únicas opciones: una cargada de retórica y buenas intenciones, con cambios aparentes y para que todo siga igual. Y otra más exigente y comprometida con las mayorías empobrecidas, que lo coloca frente a un choque de intereses con las estructuras del poder tradicional, de las que él es uno de su más altos representantes por razones económicas, ideológicas y familiares. En consecuencia, inclusive al considerar el recalcitrante presidencialismo colombiano, las soluciones no están determinadas por la sola “buena voluntad” presidencial. Es importante, tanto para presionar como para impulsar nuevas políticas, el necesario concurso de otros poderes del Estado y de organizaciones políticas, gremiales y sociales.

      La tarea es compleja porque enfrenta un problema difícil, no hacerlo volvería a una frustración que se expresará como lo ha hecho siempre: con violencia. Solo que esta vez será una violencia todavía más cruda, pues frente a ella no quedará ni la más pequeña esperanza de que algo pueda cambiar. El abismo sin fin.

      Capítulo 1

      Historia y delimitación del término paz estructural

Скачать книгу