Escritoras ilustradas. Herminia Luque

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Escritoras ilustradas - Herminia Luque

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esta, más que como abierta sublevación, como resistencia ante la situación de las mujeres en la sociedad de su tiempo, un orden social que saben injusto. Pues no es sino fruto de unas estructuras de poder que llevan a las mujeres a ser la parte sojuzgada y a estar en franca desventaja en relación con el otro sexo. Actitud presente en María Rosa de Gálvez, creadora de potentes personajes femeninos como la poderosa reina africana Zinda, o la consciente Florinda, potentes desestabilizadores, en su acción dramática, de toda una serie de valores y prejuicios instituidos.

      No es tan perceptible, a primera vista, esta actitud en María Rita de Barrenechea. Y, sin embargo, sí hay una crítica hacia ciertos convencionalismos que afectan a las dinámicas emocionales (el amor, en primer lugar; también el cariño materno-filial), así como a determinados usos y costumbres (el duelo, el papanatismo ante lo francés, el falso sentido de la amistad). En todo caso, hay un protagonismo femenino y una dignidad en personajes femeninos, como la Matilde de La aya, que nos hablan de mujeres con criterios propios y acciones coherentes con su modo de pensar.

      No hay, pues, una abierta rebelión ante las dinámicas de poder de su tiempo, ni siquiera contra el orden jerárquico de los sexos. Sí hay una crítica más o menos clara, una censura más o menos explícita. En otras escritoras coetáneas podemos ver dicha crítica con un gradiente que va desde el desacuerdo explícito de Inés Joyes, hasta la ironía de La Pensadora gaditana, pasando por los reparos a una tradición poética y unos usos sociales de Hore a la rebeldía lectora de Frasquita Larrea o la amable reprensión de la de la marquesa de Fuerte-Híjar. La imaginación adquiere tintes reivindicativos en María Rosa de Gálvez, en cuyo teatro hay personajes femeninos de fuerte personalidad.

      La literatura, en sus variados géneros y formatos (periodístico, ensayístico, oratorio, poético, dramático, incluso desde la traducción), servirá a las escritoras para dar rienda suelta a las críticas y a propuestas ilustradas de mejora. María Rita de Barrenechea y María Rosa de Gálvez cultivarán el género teatral, con un amplio espectro en esta última, desde la comedia de figurón, la comedia lacrimógena, la tragedia o la traducción de textos ajenos. Las obras más importantes de Rita podemos adscribirlas al género de la comedia. Una comedia neoclásica que se va abriendo paso entre los vaivenes del gusto popular y el aplauso de la elite ilustrada.

      Las literatas de esta época crearán, como hemos dicho, modelos literarios femeninos en los que encarnarán los conflictos de las mujeres de su época, y crearán, asimismo, sujetos autoriales. O lo que es lo mismo: incluso desde técnicas en apariencia menores como la traducción se erigirán en autoras, en creadoras por derecho propio.

      A la par, la literatura de estas autoras nos muestra los límites de esa rebeldía crítica. Unos límites que nacen tanto de las características de las obras de estas escritoras (una obra escasa, insuficiente en número de obras y en cantidad de ediciones) como del impacto real que tiene en público y crítica en su tiempo.

      Las biografías de nuestras escritoras son extraordinariamente ilustrativas. Tanto por los datos que nos aportan como por los vacíos que dejan. Los silencios biográficos, esa ausencia de datos, de registros escritos sobre las vidas de estas mujeres, son harto elocuentes.

      Los vacíos iconográficos son también significativos: no conocemos ningún retrato fidedigno de María Rosa de Gálvez. Sí lo hay (y magnífico), un retrato de María Rita de Barrenechea, pintado por Goya y hoy en el Museo del Louvre. Realizado poco antes de la muerte de la marquesa, acaecida en 1795, es, a la vez, de una extraordinaria sobriedad y una sutil delicadeza. María Rita aparece ataviada con la típica basquiña o falda negra, mantilla blanca y unas flores menudas y un vistoso lazo en el pelo negrísimo; su rostro, no obstante, deja advertir cierto desmejoramiento, con los ojos algo hundidos. El fondo de la pintura (quizá el Arenal de Bilbao, se ha especulado) es de una modernidad asombrosa, un rothko de tonos azules, verdosos y grisáceos no homogéneos; el contraste del fondo casi abstracto con la figura femenina, (plantada con típica pose rococó, perceptible en el ángulo de sus pies, pero también con una tranquila determinación, fruto de su propia personalidad), da como resultado uno de los mejores retratos del pintor aragonés.

      No olvidemos que María Rita es una aristócrata (marquesa de la Solana y condesa del Carpio) y puede permitirse ser retratada por el pintor de moda en la corte. Con todo, pese a su posición social relevante, los datos biográficos disponible son relativamente escasos. Y esa ausencia de datos actúa en un sentido negativo para el conocimiento que tengamos de las vidas de las escritoras, sobre todo en lo referente a su intimidad (lo que sentían y pensaban), más allá de la voluntaria o involuntaria situación en un segundo plano, propia de las vidas de las mujeres de esta época.

      Un segundo plano que es una realidad palpable en el mundo literario, siendo muy difícil el acceso al reconocimiento como escritoras, toda vez que se les niega la pertinencia de su inserción en la res publica de las letras. Pues se considera su ámbito propio el doméstico, el de una privacidad entendida cada vez en un sentido más restringido, si bien esa ideología de la domesticidad no se ha implantado en ambientes cortesanos, donde prevalece una mentalidad típica del Antiguo Régimen en la que, por paradójico que parezca, las mujeres conservan cierto margen de libertad. Al menos en la clase aristocrática. No obstante, se considera impropio para las mujeres tanto el acceso al saber como a la plena autoridad como escritoras. Del rechazo que suscitaba el afán de saber de muchas mujeres dan cuenta las descalificaciones de que eran objeto, denominándoselas «bachilleras» o «marisabidillas».

      Aun así, el acceso a la autoría se realiza muchas veces a partir de estrategias que podríamos considerar secundarias, no estrictamente creativas (al menos en la concepción actual), estrategias como la traducción y la refundición de textos de otros autores, con las que se prueba, no obstante, su competencia en al menos una parcela del campo de las letras.

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