Observando observadores. Rodrigo Flores

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Observando observadores - Rodrigo Flores

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la elaboración de teorías parciales sobre las relaciones de causa-efecto o las relaciones funcionales y métodos convencionales para la confirmación de la hipótesis.

      Con una fuerte crítica al enfoque positivista tradicional y a su criterio de verificación de hipótesis, va a emerger en el siglo XX la figura de Karl Popper (1902-1994). Popper criticó con fuerza el principio de verificación, base fundamental del enfoque analítico, al considerar que en él no se cerraba el proceso de conocimiento. Frente al proceso de conocimiento, existen diferencias claramente identificables entre positivismo y pospositivismo. Mientras el primero sostiene que las entidades o cosas pueden ser conocidas por medio de generalizaciones relativamente libres, el pospositivismo sostiene que la realidad nunca podrá ser totalmente aprehendida, pues las normas que gobiernan su comportamiento sólo podrán ser aprehendidas de forma incompleta.

      En cuanto recurso metodológico asociado al acto cognoscente, la verificación debe ser entendida para este intelectual como un proceso inacabado. El proceso de verificación científica no concluye cuando las hipótesis no pueden ser verificadas, sino todo lo contrario, se abren otros espacios y otras posibilidades. A esta forma de entender el acto de conocimiento, Popper la denominó falsación. Si las hipótesis permiten interpretar y solucionar problemas, entonces se puede indicar que las hipótesis son verdaderas. De hipótesis verdaderas sólo se pueden deducir conclusiones de la misma naturaleza. No obstante, la particularidad de las explicaciones científicas es que toman la forma de proposiciones universales, donde la evidencia recogida en la empiria siempre es particular. Esta tensión, por cierto, no garantiza la verdad de la explicación. Para Popper, sólo la refutación de la explicación provisional puede entregar un conocimiento certero y verdadero, por lo cual la aspiración de un científico se encuentra asociada a la falsación de sus hipótesis. Con el criterio de falsación, el enfoque analítico pierde su ingenuidad en cuanto acto de conocimiento. En su argumentación, se entiende que la investigación científica adolece de errores de enunciado que deben ser corregidos, por lo que sólo es posible asegurar un conocimiento cuando se indica que él no es correcto.

      Dentro de la investigación social, deben destacarse los ejemplos elocuentes de los estudios con un enfoque analítico realizados por los cientistas sociales de la Escuela de Chicago, quienes, aunque presentaban metodologías y técnicas diferentes a las cuantitativas, se encontraban orientados por los principios de la existencia de una realidad objetiva, única y verificable.

      Las implicancias de estos enfoques para la metodología cualitativa son evidentes. Es posible constatar una clara diferencia entre lo que habitualmente denominamos como “realidad empírica”, objetiva, con referencia al conocimiento que de ella se puede construir. Para los enfoques positivistas, es posible constatar la existencia de realidades independientes del sujeto que conoce. Aquí encontramos los postulados clásicos de Durkheim (2003), al entender los fenómenos sociales como cosas, poseedoras de una realidad externa al individuo; mientras que para los enfoques pospositivistas, se requiere la presencia de un sujeto cognoscente, el que está influido por una serie de relaciones sociales particulares, que hacen que la realidad dependa de su definición, comprensión y análisis (Morse, 1994). De ello se desprende que resulte necesario que el investigador asuma una posición distante y no interactiva con los fenómenos sociales de estudio, lo cual se convierte en una condición de rigor para realizar un posible conocimiento. Ello le permite la ilusión de librarse de juicios de valor o cualquier otra influencia a la que se vea sometido el investigador en sus análisis e interpretaciones.

      Un cuadro que resume los postulados positivistas y que ayuda a entenderlo de mejor forma, considera tres dimensiones: ontología, epistemología y metodología, tal como lo propone Guba (1990: 20).

Ontología Realista, la realidad existe “allá afuera” y es conducida por leyes naturales inmutables. El conocimiento de estas leyes y sus mecanismos es convencionalmente analizado en el eje temporal, adoptando la forma de causa-efecto.
Epistemología Dualista/objetivista, los que son esenciales en la adopción de una postura distante e inactiva. Los valores y otros juicios emitidos por el observador son excluidos de forma automática por considerarlos nocivos para la investigación.
Metodología Experimental/manipulativa. Las preguntas y las hipótesis son presentadas como un avance en la proposición de pruebas empíricas bajo ciertas condiciones que permanecen controladas.

      Las perspectivas positivistas y pospositivistas han dejado una impronta en la metodología cualitativa que debe ser reconocida. En primer lugar, bajo su influjo fueron desarrollados disposiciones y métodos característicos. Por ejemplo, el interés por desarrollar un trabajo de campo intensivo y sistemático se ancla en esta perspectiva. La realización de diseños de investigación acotados y entendidos como “científicos”, desplegados por medio de criterios de confiabilidad y validez, hoy son objeto de debate en la literatura sociológica (Morse, 1994).

      La misma Escuela de Chicago desarrolló profusamente la utilización de métodos cualitativos en forma metódica y estandarizada. Técnicas tradicionales de levantamiento de información, como la observación en su dimensión más estructurada, por medio de las listas de registro y de distribución, son claros ejemplos de cómo una vez conocidas las variables, pueden realizarse observaciones sistemáticas y controladas aun en ambientes naturales y de no laboratorio. Asimismo, las observaciones desplegadas en ambientes no naturales o con fines clínicos, son un claro ejemplo de la utilización de técnicas cualitativas desde este enfoque.

      Lo mismo sucede con la técnica de la entrevista. Entrevistas extensas, relatos orales e historias de vida, fueron y son realizados en forma sistemática y metódica. En su dimensión biográfica, técnicas como la historia de vida y relatos orales, fueron desplegados bajo este influjo; por ejemplo, el estudio desarrollado por Thomas y Znaniecki, sobre el campesino polaco en Norteamérica. Algunos de ellos, en cambio, lograron elaborar categorías de análisis que permitieron crear constructos de un elevado poder explicativo. Este es el caso de Oscar Lewis (1969), sobre la cultura de la pobreza y la migración puertorriqueña a Estados Unidos.

      En términos de análisis de información, técnicas como el análisis de contenido (Kripperndorff, 1990), pueden ser mejor implementadas desde esta perspectiva, en cuanto su conformación analítica y necesidad de codificar el contenido de diversos registros de información llevan asociado distribuciones porcentuales.

      1.2.2. Fenomenología, interaccionismo simbólico y etnometodología

      En el transcurso de la década de los sesenta del siglo pasado, surgió un conjunto de diferentes críticas a la metodología empleada en investigación social (Garfinkel, 1967), las que apuntaban justamente a los presupuestos analíticos descritos anteriormente. Bajo su influjo se entendió que la realidad social era algo construido, producido y vivido por sus miembros.

      Entendemos que los enfoques como la etnometodología, la fenomenología y el interaccionismo simbólico, no son ni deben ser comprendidos como sinónimos; sin embargo, ellos pueden ser reagrupados de acuerdo a la crítica, más aparente que real, que realiza al enfoque analítico. Para la fenomenología, la conducta humana, lo que el actor social dice y hace, es producto del modo en que define su mundo. La tarea de las explicaciones sociales consiste justamente en aprehender este proceso de interpretación. En este sentido, describe las estructuras de la experiencia como se presentan en la conciencia, sin recurrir a teoría, deducción o suposiciones.

      La fenomenología basa sus explicaciones en la idea de “intencionalidad de la conciencia”, la que indica que no es posible conocer un objeto (algo) si no damos por hecho la existencia de quien conoce (sujeto). Desde este punto de vista, el objeto de conocimiento no existe con independencia de la conciencia del sujeto, sino que se descubre y recrea como resultado de la intuición dirigida hacia él. Estos postulados tienen una enorme implicancia para la idea tradicional

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