Observando observadores. Rodrigo Flores

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de los actores sociales. Debe prestarse atención especial a la característica distintiva de esta orientación, pues vista desde la distancia que dan los más de treinta años de existencia, puede ser caracterizada como una posición radicalizada, sustentada en la objetividad. La intencionalidad de aprehender los fenómenos sociales como ellos son, no es más que un reforzamiento del empirismo tradicional de la ciencia.

      En una apretada síntesis, deberíamos indicar que los presupuestos en los cuales se fundamenta el análisis fenomenológico incluye la preponderancia que otorga a la idea de experiencia subjetiva, entendida como base de conocimiento; estudiar los fenómenos sociales desde la perspectiva de los actores; y el interés que da a la experiencia e interpretación que hacen los actores sobre el mundo social. Al interior de la propuesta fenomenológica en ciencias sociales, es posible distinguir por lo menos dos corrientes de pensamiento. La primera de ellas es el interaccionismo simbólico y la segunda corriente es la etnometodología.

      El interaccionismo simbólico fue acuñado por Herbert Blumer, siguiendo la obra de George Mead, con el objeto de identificar un conjunto de investigaciones microsociológicas inspiradas en la fenomenología, la filosofía y la psicología sociales. Bajo su postulado se destaca la idea que el ser humano no se encuentra inserto en un medio natural, sino que vive en un mundo configurado simbólicamente. Ello tiene una importancia radical, pues los símbolos que se encuentran en relación con determinados significados (letras, palabras, etcétera) son compartidos por personas que viven dentro de una determinada cultura. Tal conjunto de símbolos y significados compartidos, permiten la definición o redefinición de situaciones sociales y de las acciones que se influyen mutuamente. De dichos procesos de definición, surgen las posiciones sociales y las conductas de rol (padre, madre, hijo). Las interacciones transmitidas simbólicamente pueden repercutir en el sistema simbólico y de roles, produciendo su transformación y cambio a largo plazo.

      La forma en que esta postura epistémica entiende el conocimiento, queda conformada por un continuo de procesos de interacción, por medio de los cuales se produce la realidad social y donde ella es dotada de significado. De esta manera, es la dinámica de producción de significado por parte del actor social el eje conceptual y metodológico que se desea relevar. Herbert Blumer (1969), principal representante del interaccionismo simbólico, consideró que la comprensión de los fenómenos sociales debe centrarse en el entendimiento de tres premisas básicas:

      • Las personas actúan respecto de las cosas y de otras personas, sobre la base de los significados que estas cosas y personas tienen para ellas. Por tanto, los actores sociales no responden sólo a estímulos o exteriorizan guiones culturales. El significado lo determina la acción; es decir, no hay patrones determinantes que rijan la conducta de las personas.

      • Los significados son productos sociales que surgen durante la interacción: el significado que tiene una cosa para una persona se desarrolla a partir de los modos en que otras personas actúan con respecto a ella en lo que concierne a la cosa que se trata. Una persona aprende de las otras a ver el mundo.

      • Los actores sociales asignan significado a las situaciones, a otras personas, a las cosas y a sí mismos a través de un proceso de interpretación. Las personas están constantemente interpretando y definiendo de acuerdo a las cosas que les ha tocado vivir.

      Escribe Blumer (1969: 5): “Este proceso tiene dos pasos distintos. Primero, el actor se indica a sí mismo las cosas respecto de las cuales está actuando; tiene que señalarse a sí mismo las cosas que tienen significado. En segundo lugar, en virtud de este proceso de comunicación consigo mismo, la interpretación se convierte en una cuestión de manipular significados. El actor selecciona, controla, suspende, reagrupa y transforma los significados a la luz de la situación en la que está ubicado y de la dirección de su acción”. Con ello Blumer desea señalar justamente el proceso de interpretación y definición que deben realizar los actores sociales, cada vez que transitan por situaciones diferentes.

      Desde este enfoque, los grupos, organizaciones y comunidades se encuentran constituidos por actores sociales que se encuentran insertos en procesos permanentes de significación e interpretación del entorno circundante. Se destaca así, que una explicación verdadera es el resultado de un acuerdo social e históricamente condicionado, donde la forma de definir la realidad social queda expresada por lo que es posible aprehender de ella. Este proceso de conocimiento es efectuado por medio de los sentidos y se elabora a través de la mente de los actores.

      Ello pone un punto de inflexión con el enfoque analítico, pues la realidad, para el interaccionismo simbólico, nunca será reflejada en su verdadera naturaleza. Con ello, se pone énfasis en la idea de que se puede adoptar el papel del otro para comprender conductas por medio de la definición de la “situación” desde el punto de vista de los participantes. Dicha postura tiene enormes implicancias para el criterio de validez del conocimiento, pues él ahora pasa a depender del consenso que es necesario desarrollar entre aquellos que interpretan esa realidad. Sus datos son los discursos sociales y el contexto de justificación es el significado cultural.

      Haciendo este brevísimo repaso de consideraciones epistémicas, es necesario indicar los aportes y contribuciones de la etnometodología en las técnicas cualitativas. La etnometodología puede ser entendida como un tipo de investigación particular cuyo foco de atención se encuentra en las formas que adquieren las acciones cotidianas, sean ellas conversaciones, formas de saludo, despedida, preguntas y cuestionamientos. Para ello, se excluye de su programa el estudio de las causas o formas de existencia de determinadas formas de conducta. La etnometodología centra su enfoque en el conocimiento cotidiano que disponen los individuos sobre su propia sociedad y el uso en que dicho conocimiento es puesto en juego en sus acciones cotidianas de interacción con otros. La complejidad de su análisis consiste en poder determinar la forma en que los actores sociales aplican reglas abstractas y percepciones de sentido común a situaciones concretas.

      De aquí, las realidades humanas, las de la vida cotidiana, se manifiestan de muchas maneras: a través del comportamiento e interacción con otros miembros de su grupo, de mímica, de gestos, del habla y conversación, etcétera. Ello requiere ser estudiado a fondo, con el objeto de llegar a una adecuada interpretación. De este modo, todo investigador cualitativo se enfrenta a un conjunto de impresiones, documentos y notas que lo desafían a buscar el sentido o los sentidos que puedan tener. Sin embargo, no se pretende abordar la realidad social desde cero; se usa, con prudencia, los recursos que la propia sociedad le ofrece. La interpretación estará influida por instrumentos locales, como categorías reconocidas, vocabulario familiar, tareas organizativas, orientaciones profesionales, cultura grupal y otros marcos conceptuales que les asignan significado a los asuntos en consideración.

      Por ejemplo, Harold Garfinkel (1917), fundador de la etnometodología, tuvo por interés de estudio el dar cuenta cómo las personas interaccionan en el marco de las estructuras sociales de la vida cotidiana, dando valor a preguntas fundamentales sobre los fenómenos que se dan por sabidos en la vida y en la acción, cómo se hacen las cosas y cómo se han hecho desde siempre (Garfinkel, 1984). Para este autor, las actividades, las circunstancias y el razonamiento sociológico prácticos poseen un lugar equivalente a lo banal ordinario y a lo trascendental extraordinario. En este sentido, lo social se encuentra en constante construcción, por lo que los hechos sociales sólo pueden ser entendidos en cuanto son concebidos como realizaciones que tienen cabida en una sociedad determinada.

      La forma que poseen los etnometodólogos de comprender la realidad social los vincula estrechamente con el análisis institucional y el de la pragmática, al poner el acento en los procesos que los miembros de una conformación social utilizan para reconocer el mundo y hacerlo familiar. La tarea del investigador es dar cuenta de los medios utilizados por los miembros de la sociedad para ordenar su vida común. Para ello requiere indicar una estrategia que le permita descubrir lo que hacen los miembros de un determinado colectivo o comunidad, para posteriormente desentrañar el significado íntimo del mundo social al que pertenecen. Esto implica realizar un muestreo cualitativo que permita

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