Reclamada por el multimillonario. Pippa Roscoe

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Reclamada por el multimillonario - Pippa Roscoe Miniserie Bianca

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no Steele.

      Se hizo el silencio y Antonio temió, durante un instante, que se hubiese cortado la comunicación.

      –Antonio, ten cuidado –le advirtió Dimitri–. La desesperación hace que un hombre sea peligroso y yo lo sé mejor que nadie.

      –Puedo lidiar con él –gruñó Antonio.

      –No me refería a él.

      Llamaron a la puerta y Emma apareció con un café espresso que necesitaba muchísimo en ese momento. Les pidió a Danyl y Dimitri que esperaran un momento mientras Emma le dejaba el café en las mesa… y él ganaba tiempo. La advertencia de Dimitri no había caído en saco roto, pero él llevaba mucho tiempo esperando la ocasión. Sabía que ese empeño en vengarse entristecería a su madre. Ella le había pedido infinidad de veces a lo largo de los años que pasara página, que dejara atrás el dolor, que todos lo dejaran atrás, pero él no podía.

      Mientras Emma volvía a su mesa, detrás de la puerta que daba a su despacho, él se preguntó si ella lo entendería. Algunas veces, su secretaria, de aspecto conservador y de mirada fría, había mostrado un brillo desafiante, algo parecido al conflicto que sentía él en ese momento. Sin embargo, ella cerró la puerta y él dejó esa idea a un lado antes de retomar la llamada.

      –Antonio, ese podría no ser el único problema con el que te encuentres –siguió Danyl.

      –Puedo afrontarlo sea el que sea.

      –No estoy tan seguro. Bartlett es muy… tradicional y tu reciente relación con una modelo sueca, ampliamente divulgada, podría disuadirlo.

      Él, inmediatamente, volvió a ver en la cabeza la imagen de la rubia que honró su cama durante meses. Todo había transcurrido sin alteraciones durante casi todo el tiempo. Habían sido encuentros muy gratificantes cuando sus respectivas agendas se lo habían permitido, hasta que ella empezó a pedirle más, a pedirle cosas que ya le había dicho que no entraban en la relación.

      Cuando él dio por terminado todo, ella dejó de ser una acompañante equilibrada, fría y sofisticada para convertirse en una amante despechada, furiosa e increíblemente dada a airearlo todo en público.

      –Yo no tengo la culpa de que acudiera a la prensa. No le prometí nada ni mentí. Sabía las condiciones y debería haber encajado el final de nuestro… trato con más… elegancia.

      –El caso es que no lo hizo y a Bartlett no va a gustarle lo más mínimo. Impone una cláusula de comportamiento muy estricta a todos los integrantes de su consejo de administración. Según he oído, él último que la incumplió, hacer dos años, sigue buscando trabajo.

      –¿Qué quieres decir exactamente, Danyl?

      –Bueno… Es posible que tengas que… retirarte del mercado, por decirlo de alguna manera.

      Antonio, perplejo, apretó tanto los dientes que no pudo emitir sonido.

      –Danyl, lo has dejado mudo y vas a tener que explicárselo con más claridad –intervino Dimitri entre risas.

      –Una boda –le aclaró Danyl.

      –Que tú estés buscando una esposa no quiere decir que esté buscándola yo.

      Antonio solo oía un «no» rotundo y estruendoso por dentro. Todas las mujeres con las que había estado sabían cuál era el trato, hasta la modelo sueca, aunque se hubiese olvidado.

      El placer físico, a corto plazo, era importante para él, era un hombre que no quería renunciar a la satisfacción sexual, pero nada más. No quería ni necesitaba que algo más permanente le trastocara la vida.

      Dio un sorbo de café para quitarse el regusto amargo por haber pensado en el matrimonio. Rebuscó en la cabeza para encontrar algún ejemplo de parejas duraderas y no encontró ninguna. Dimitri y Danyl tampoco eran muy partidarios del matrimonio, aunque Danyl, como heredero del trono de Ter’harn, ya sentía una presión considerable.

      La prensa, cuando se ocupaba del éxito de El Círculo de los Ganadores en el mundo de las carreras de caballos, se había aferrado más de una vez a su vocación de solteros, lo que hacía que un montón de mujeres hermosas llamaran a sus puertas. ¿Estaba él dispuesto a cerrar esa puerta a lo único que se tomaba muy en serio, aparte de su empresa?

      –¿Qué hizo de malo? –preguntó él a sus amigos.

      –¿El consejero del que he hablado? Ni siquiera tuvo una… aventura. A Bartlett le bastó un rumor.

      –A lo mejor no hace falta que… ¿Cómo se dice? ¿Qué te tomes todo el marrón?

      –Que te comas, Dimitri, Que te comas todo el marrón –le explicó Danyl.

      –Por favor, estamos hablando de una esposa. ¿No podríamos olvidarnos de los marrones y de comer?

      –A eso me refería. A lo mejor no hace falta que sea una esposa.

      Emma había terminado de archivar los informes trimestrales, había tranquilizado a infinidad de empleados y les había dicho que no creía que la repentina aparición de Antonio significara que iba a recortar la plantilla, y también había sonreído para consolar a toda una serie de empleadas que no habían podido ver a Antonio antes de que se encerrara en su despacho. Además, había recopilado toda la información que había podido sobre Benjamin Bartlett… y por fin se había sentado para comerse el almuerzo que no se había comido hacía tres horas.

      Naturalmente, tenía la boca llena con el sándwich de aguacate y beicon cuando Antonio Arcuri decidió presentarse delante de su mesa y pedirle algo tan disparatado que tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no atragantarse.

      –Emma, necesito que me busques una novia… formal.

      La cabeza de Emma, que solía estar muy despierta y concentrada, se paró en seco. Su jefe era complicado y le había pedido de todo, pero nada como eso.

      –¿Ha pensado en alguna persona concreta o puede ser cualquiera?

      Había conseguido tragar el sándwich a pesar de que el pasmo le había atenazado la garganta y esperó que no se le hubiese notado todo el sarcasmo que sentía, que solo hubiese transmitido esa eficiencia inalterable que tanto apreciaba Antonio.

      Le encantaba ser una secretaria personal. Sabía que había personas que lo consideraban un puesto de poca categoría, pero para ella era muy importante que el día a día de su jefe, su vida, transcurriera sin sobresaltos. Le gustaba sentirse indispensable, le gustaba formar parte de algo que estaba muy por encima de lo que habría podido conseguir ella sola y le gustaba solucionar cosas.

      Si era sincera, le gustaba porque sabía lo espantoso que era no poder solucionar algo para sí misma, lo aterrador y desesperante que podía llegar a ser. Le había devastado la impotencia absoluta que había sentido por su cáncer de pecho y por la posterior ruptura del matrimonio de sus padres. Si bien no había podido solucionar el matrimonio de sus padres, si podía encontrarle una novia formal a Antonio.

      Él le clavó una mirada que habría apagado la testosterona de muchos de sus empleados y despertado las feromonas de sus empleadas.

      –¿He captado cierto sarcasmo?

      –No

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