El evangelio. Jordi Sapés de Lema

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El evangelio - Jordi Sapés de Lema

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ideales que ha disfrazado de espiritualidad y solo puede exhibirlos criticando y rechazando a quienes no los cumplen.

      Solo la acción nos redime; el pensamiento y las buenas intenciones son algo inútil. La lección que nos da aquí el Trabajo es que, a menudo, los ideales constituyen el obstáculo más grande para nuestra evolución; sobre todo, cuando los utilizamos para condenarnos a nosotros mismos por habernos equivocado y no estar a la altura.

      (Mateo 22, 2-14)

       «El reino de los cielos es semejante a un rey que preparó el banquete de bodas a su hijo. Envió a sus criados a llamar a los invitados a las bodas, pero estos no quisieron venir. De nuevo envió a otros siervos, ordenándoles: Decid a los invitados: Mi comida está preparada; los becerros y cebones, muertos; todo está pronto, venid a las bodas. Pero ellos, desdeñosos, se fueron, quién a su campo, quién a su negocio. Otros, agarrando a los siervos, los ultrajaron y les dieron muerte. El rey, montando en cólera, envió sus ejércitos, hizo matar a aquellos asesinos y dio su ciudad a las llamas. Después dijo a sus siervos: El banquete está dispuesto, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a las salidas de los caminos, y a cuantos encontréis llamadlos a las bodas. Salieron a los caminos los siervos y reunieron a cuantos encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas quedó llena de convidados. Entrando el rey para ver a los que estaban a la mesa, vio allí a un hombre que no llevaba traje de boda, y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda? Él enmudeció. Entonces el rey dijo a sus ministros: Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos».

       Recuerdos escolares:

      Desde luego, nosotros habíamos sido educados para no rechazar una posible invitación de las autoridades. Nos sorprendía que pudiera haber quien hiciera algo así; pero, como los ricos supuestamente son malos y los pobres buenos, nos cuadraba que pudiera suceder. Sin embargo, nos parecía que el castigo del rey a los invitados descorteses era un poco exagerado, porque ordenaba que los mataran. Sin duda, de haber imaginado que el rey se enfadaría tanto, hubieran actuado de otra manera. Por eso, nos extrañaba también tamaña ignorancia de la situación por parte de los convidados en primer lugar.

      Ya nos parecía bien que en sustitución se invitara a los pobres, pero tampoco terminábamos de comprender que el rey no discriminara entre buenos y malos. Y, aunque no nos atrevíamos a decirlo, pensábamos que era una arbitrariedad exigirle a un pobre que se presentara vestido de ceremonia; sobre todo, después de haberlo recogido estando de camino. Exigir esto a los ricos era comprensible, pero ¿a un pobre? Lógico que se quedara callado, ¿qué podía contestar? Seguramente, se sentiría muy cortado. Y el rey lo mandaba nada menos que al infierno, porque esto del crujir de dientes sabíamos por otras parábolas que era el infierno.

       La lectura literal:

      Tradicionalmente, se interpreta esta parábola como evidencia de que la gente desatiende lo Superior porque está preocupada por lo material. Sin embargo, cuando leemos la parábola con mayor atención, nos sorprende la saña del rey contra los que no quieren asistir a la boda y sus exigencias a los que asisten. Se nos ha dicho que el hombre goza de la posibilidad de optar entre lo de arriba y lo de abajo, pero aquí parece que, si no estás todo el tiempo pendiente de los mandatos de Dios, lo tienes mal, seas rico o pobre.

       Claves simbólicas:

      Esto nos indica que aquí se plantea algo que va más allá de nuestra posibilidad de decidir. Parece que se nos está llamando la atención para que consideremos hasta qué punto es grave desatender esta eventualidad. Vamos a investigar este mensaje con el auxilio de las siguientes claves: la boda, los siervos, los convidados, el exterminio, las calles, los comensales y el traje de ceremonia.

      La boda, en el Evangelio, simboliza siempre la unión entre el espíritu y la materia; los siervos o criados representan a la personalidad que está al servicio del yo esencial; el exterminio es la muerte de la personalidad cuando olvida su función; las calles son las diferentes situaciones de la existencia; los comensales son los que practican las ideas del Trabajo, utilizando esta existencia para actualizar el potencial, y el traje de ceremonia es el nivel de conciencia que esta práctica conlleva.

       Interpretación según la línea de Antonio Blay:

      Prácticamente, todos escuchamos la demanda del fondo en un momento u otro de nuestra existencia: aparece como una invitación a encontrar el sentido de esta existencia en algo más esencial que los objetivos que intentamos alcanzar; pero estamos tan preocupados por el buen fin de nuestros asuntos personales que, tras unos momentos de duda, acabamos por silenciar nuestra conciencia e ignorar esta demanda.

      En algún momento de nuestra juventud, nos preguntamos qué estábamos haciendo aquí e, incluso, tuvimos un amago de rebeldía ante el proyecto de vida que la sociedad nos presentaba; pero, poco a poco, la dinámica social se nos impuso y acabamos identificados con ella. A lo mejor, sospechábamos que habíamos caído en una trampa, pero no nos atrevimos a romper el guion de vida que llevamos tantos años interpretando. Cuando la conciencia nos presiona, siempre buscamos la manera de acallarla.

      Total, que el espíritu desaparece y nuestra existencia camina de forma imparable hacia la nada, porque la forma por sí sola carece de realidad. Todas las cosas importantes para el personaje, lo que creemos que nos da prestigio, fama y seguridad, acabará destruido por la muerte física, que no es otra cosa que la retirada de la vida de los vehículos que utilizamos. Y esta muerte se puede producir sin que hayamos establecido relación alguna entre nuestra naturaleza esencial y estas actividades que monopolizan nuestra existencia. La parábola puede parecer muy dura, cuando leemos que el rey castiga con la muerte a aquellos que no se dignan responder a su invitación a la boda, pero refleja exactamente lo que sucede, visto desde la perspectiva del espíritu.

      Sin embargo, la misericordia divina, al constatar hasta qué punto estamos identificados y absorbidos por estas cosas, supuestamente importantes, recurre a la estrategia de llamar a las otras partes de nuestra personalidad que hemos desatendido y están sufriendo. Porque el éxito en una dimensión de la personalidad conlleva siempre el descuido de otras partes; y la falta de desarrollo de cualquier parte se traduce en sufrimiento. La dedicación a lo que consideramos importante nos distrae de lo esencial, pero no consigue satisfacernos: no impide que nos sintamos desamparados, desorientados y solos, porque no podemos aposentarnos en algo verdaderamente sólido y real. Este desamparo es lo que, en último término, nos conduce a prestar atención al espíritu.

      Los que responden a la invitación del Ser Esencial son, a la postre, los desorientados que andan perdidos por los caminos. La parábola resalta que el Ser no discrimina a nadie por criterios morales; sin embargo, el error debe admitirse y resolverse para volver a conectar con la esencia. Si alguien piensa que, por el solo hecho de ser pobre, lo Superior lo va a auxiliar, es que no ha entendido nada.

       Indicaciones para el Trabajo espiritual:

      Hay que resaltar que no somos nosotros los que decidimos acudir a la boda, sino que el espíritu nos llama en momentos de vacío existencial o de desorientación. Nos llama cuando nos preguntamos hacia dónde vamos y con qué propósito, cuando nos encontramos en una encrucijada de caminos sin saber cuál de ellos elegir. Por eso, no nos podemos atribuir el mérito de haber sido llamados; sucede simplemente que, en ciertos momentos de la existencia, lo Superior toma cuerpo en nuestra conciencia para recordarnos que somos algo por nosotros mismos, algo independiente de este personaje social con el que nos hemos identificado y que estamos representando.

      Pero,

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