El evangelio. Jordi Sapés de Lema
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No es suficiente con estar de acuerdo con las ideas del Trabajo, con pensar en ellas y desear aplicarlas, tenemos que vivir conforme a las mismas. Y esto no se hace soñando despiertos, se lleva a cabo transformando la manera que tenemos de atender lo cotidiano y reorganizando nuestra jerarquía de valores, de manera que la espiritualidad quede por encima, no aparte. Lo Superior se nos aparece en las dificultades, no para ayudarnos a superarlas, sino para que aprendamos a evitarlas con una mayor conciencia de la realidad. Seguro que no estamos llevando una existencia acorde con el espíritu, porque si lo hiciéramos, estaríamos en otras condiciones, no andaríamos errando por los caminos.
Así que, no podemos considerar la invitación como una lotería que nos ha tocado en suerte. Podemos recorrer algunas etapas del camino espiritual sin haber desenmascarado al personaje, buscando alcanzar sus objetivos, atraídos por la esperanza de conseguir cosas extraordinarias por vías presuntamente mágicas. Pero esta presunción desvirtúa por completo el Trabajo espiritual y lo aboca al fracaso. Y después de este fracaso no queda nada, solo incomprensión, soledad y miedo, porque cuando el Yo Esencial intenta contactar con una conciencia que se considera defraudada, la comunicación deviene imposible.
La expulsión del que va impropiamente vestido simboliza la pérdida total de expectativas del que ha decidido poner la espiritualidad al servicio del personaje.
CURACIÓN DE DOS ENDEMONIADOS
(Mateo 8, 28-34)
«Llegado a la otra orilla, a la región de los gadarenos, le vinieron al encuentro, saliendo de los sepulcros, dos endemoniados, tan furiosos, que nadie podía pasar por aquel camino. Y le gritaron, diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí antes de tiempo para atormentarnos? Había lejos de ellos una numerosa piara de puercos paciendo, y los demonios le rogaban, diciendo: Si has de echarnos, échanos a la piara de puercos, y toda la piara se lanzó por un precipicio al mar, muriendo en las aguas. Los porqueros huyeron, y yendo a la ciudad, contaron lo que había pasado con los endemoniados. Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús, y viéndole, le rogaron que se retirase de sus términos».
Recuerdos escolares:
El demonio siempre daba un poco de miedo, aunque no tanto como nuestros maestros pretendían; sin embargo, esto de vivir en un sepulcro era algo que no apetecía a nadie. De todas maneras, el comportamiento de todos los presentes en la escena era paradójico: los demonios reconocían a Jesucristo y le acusaban de atormentarlos cuando, en realidad, Jesucristo es bueno y los que siempre atormentan a las personas son ellos. Claro que, quizás, Jesucristo se pasó de bueno autorizándolos a que entraran en los cerdos; total, para ahogarse en el mar con ellos. Lo único que veíamos claro y lógico era que los propietarios de los cerdos rogaran a Jesús que se marchara, porque los estaba arruinando; pero, claro, eso también tenía que estar mal porque tener a Jesús con ellos debería haberles compensado. Total, un lío difícil de comprender.
Claves simbólicas:
Las claves que nos pueden ayudar a profundizar en este episodio son las siguientes: los gadarenos, la orilla opuesta, la barca, los endemoniados, el camino; los gritos, el tiempo, el tormento; los cerdos, el mar, la pendiente, el ahogo; los porqueros y la ciudad. Tenemos aquí una profusión de símbolos, acorde con la dificultad de traducir la escena.
Los gadarenos son gente pagana, ajena a las preocupaciones religiosas de la población judía; la orilla opuesta es la que permite observar las emociones propias de esta clase de gente; la barca es un instrumento que permite navegar por estas emociones sin caer en el peligro de perecer ahogados por las mismas; los endemoniados son los que están dominados por el personaje; sus gritos son los lamentos de la personalidad aprisionada en sus manos; el tiempo es la idea de que un día nos libraremos de él y el tormento es la angustia de no conseguirlo; los cerdos son las necesidades elementales del cuerpo y del psiquismo; el mar es las emociones que produce su insatisfacción; la pendiente es la entrega de la personalidad a estas emociones, y el ahogo la pérdida definitiva de la conciencia que tal entrega provoca; finalmente, los porqueros son los que viven de atender los deseos del personaje, y la ciudad es la organización social estructurada en torno a estos deseos.
Interpretación según la línea de Antonio Blay:
Si bien analizamos fragmentos concretos, conviene siempre inscribirlos en un marco más amplio. El capítulo octavo del Evangelio de Mateo empieza en Cafarnaúm con las curaciones de un leproso, del criado del centurión, de la suegra de Pedro y de muchos endemoniados y enfermos que la gente lleva a presencia de Jesús.
Cafarnaúm se encuentra situado en la ribera del mar de Galilea y Jesús, viéndose rodeado de mucha gente, decide desplazarse a la orilla opuesta. Antes de embarcar, se produce la petición y el desistimiento de uno que le quiere seguir y, en el transcurso de la travesía, una tempestad pone en peligro la embarcación. Jesús la detiene, ordenando al viento que amaine. Así llegan a la orilla opuesta, habitada por paganos, gente ajena por completo a las preocupaciones religiosas de los judíos y que, por lo que cuenta el fragmento, no tiene interés alguno en modificar su posición al respecto.
En esta orilla no hay muchedumbres ansiosas por escuchar a Jesús ni nadie que lleve a los endemoniados ante él; son los propios endemoniados los que acuden a su encuentro. De entrada, parece que atacan a cualquier persona que pase por allí, porque el fragmento advierte que son muy peligrosos, pero el hecho es que reconocen a Jesús como Hijo de Dios; o sea, que está claro que acuden a Él sabiendo mejor que nadie a quién se están dirigiendo. Son dos y viven en los sepulcros.
Lo primero que tenemos que hacer es detenernos en esta figura que aparece con tanta frecuencia en el Evangelio: los endemoniados o posesos. El diablo aparece en el Evangelio bajo dos aspectos distintos; uno, como un interlocutor brillante y poderoso, capaz de seducir a personas de un nivel de conciencia elevado, deslumbrándolas con la tentación del prestigio, el éxito o el poder personal para que se endiosen a sí mismos y se olviden de su naturaleza esencial; otro, habiéndose apoderado por completo de la mente y el cuerpo de gente débil e indefensa, impidiendo que ejerciten sus capacidades de una forma normal e induciéndoles a comportarse de manera histérica.
Este es el caso de estos endemoniados, aunque el hecho de que sean dos puede simbolizar que esta histeria es mental; y puede que sean peligrosos, porque denuncian la realidad social en la que viven.
Para nosotros está claro que esta figura se refiere al personaje, este modelo social que transmite las frustraciones y las expectativas de padres a hijos, que vive en los sepulcros, en la materia muerta, y se apodera por completo de nuestras mentes y de nuestra personalidad, hasta el punto de impedirnos ejercitar el libre albedrío y el uso consciente de nuestras capacidades. Esta posesión viene acompañada de la promesa de un reconocimiento y una identidad que se nos otorgará en el futuro y que nunca se llega a producir. La existencia se convierte así en una constante desilusión que conduce al sinsentido y a la desesperación, amén de transformar a los demás en competidores que pueden optar entre ser súbditos o enemigos de nuestros intereses personales.
A veces, este sinsentido, sufrimiento y sensación de impotencia adquiere tales dimensiones, que nos hace cuestionar este modelo que ha sido introducido artificialmente en nuestra mente a través de la educación. Y uno de los factores que puede contribuir a este cuestionamiento es el hecho de captar un mensaje