Nosotros sobre las estrellas. Sarah Mey

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que es para decirle a la hermana de Jessica que no me mire, y tampoco quiero saber lo que le ha susurrado para que esa despampanante chica de ojos claros deje de mirarme. No tengo intención de mirar más a Maisie durante toda la ceremonia, ni mucho menos durante la noche.

      Ahora centro mi mirada en la otra dama de honor, y quiero que Maisie desaparezca, aunque en esta ocasión sea ella quien no pare de mirarme. Siento que me penetra con la mirada de forma descarada, quizás para decirme que deje de mirar a la hermana de Jessica. La ignoro buscando cabrearla aún más. Además, no sé con qué derecho se atreve a hacerme un corte de manga, pero no se lo tolero y mucho menos en la boda de mi hermano. Ojalá que los fotógrafos hayan inmortalizado ese momento. Estoy convencido de que Jessica tardará en volver a hablar con esa chica si la ha visto hacer eso en el día de su boda.

      Me mantengo callado durante al menos unos treinta minutos. A excepción de algún que otro niño pequeño, lo único que se escucha en la estancia es la voz de los novios y del cura, mezclada con los sonidos de la naturaleza que desprende mi jardín. Siempre me ha gustado leer debajo de estos árboles en verano. Y ver el paisaje desde el porche en invierno, con una manta y una taza de café ardiendo. Vuelvo a centrar la mirada en los novios y sin querer vuelvo a observar a Maisie. Ella ya no me mira, está absorta mirando a la novia con ojos emocionados. Mi hermano y mi cuñada acaban de decirse sus votos y, vaya, hasta yo me he quedado alucinado de lo cursi que ha sonado mi hermano.

      —Si alguien tiene algo que decir en contra de esta unión, que hable ahora o calle para siempre.

      Un silencio abrumador inunda el lugar. De nuevo noto las palabras en mi garganta. Quieren contarle a Mike lo que ocurrió entre Jessica y yo. Sin embargo, cojo aire y les quito importancia con intención de dejarlo disfrutar de su boda. Hoy no es el día de contar secretos. Hoy debería mantenerme callado y volverme invisible para no molestar a nadie. Por otro lado, me encantaría hablar y poner colorada a Maisie señalándola de alguna manera, pero es la boda de mi hermano y solo por eso trato de controlarme como llevo haciendo toda la maldita tarde. En poco tiempo anochecerá y toda la fiesta pasará al interior de la gran casa de invitados, al menos durante la cena. Después de eso, tengo pendiente un baño nocturno y sé que no voy a dármelo solo. Miro a los novios y soy consciente de que Jessica está tensa ante las palabras del cura. Creo que todos se han dado cuenta por la forma en la que sus hombros están elevados. Por un mero instante, su mirada se encuentra con la mía. Y me muerdo los labios por la forma en la que me está mirando, algo asustada. Mike parece darse cuenta y también se gira disimuladamente en mi dirección. Ambos estaban mirándose mutuamente por eso cuando mi hermano posa su mirada en mí no llama mucho la atención. Desvío la mirada rápidamente. No voy a decir nada. No ahora. No hoy. Y no así. Quizá no necesite decir nada nunca.

      —Por el poder que me ha sido otorgado, yo os declaro marido y mujer.

      Cierro los ojos durante una fracción de segundo y escucho cómo la mujer que tengo sentada a mi lado, y que es tía de Jessica, contiene el aliento con una exhalación ahogada. Abro los ojos y veo a mi hermano besando a Jessica y a todos los demás aplaudiendo. Ya está. Oficialmente, mi hermano y yo hemos acabado nuestra etapa de locura y encubrimiento fraternal. Se acabó. No sé por qué, pero como un egoísta de mierda que me siento, no puedo estar totalmente contento por la boda de mi hermano y una parte de mí siente pena porque voy a verlo mucho menos, aunque Jessica quiera hacer planes familiares. Tal vez, si las cosas empeoran y ellos dos se siguen dedicando a viajar por el mundo, una vez cada dos o tres meses. Nunca voy a encontrar un mejor amigo como él. Y notar cómo se aleja de mí me pone excesivamente triste y de mal humor. Mike busca mi mirada y me levanto sonriente. Por mucha pena que me dé, mi hermano se merece una sonrisa de oreja a oreja y eso es lo que le sirvo en mi rostro mientras me acerco a él y lo abrazo.

      —Enhorabuena, Mike, me alegro mucho por…

      No soy capaz de acabar la frase ni de darle el abrazo que quiero darle porque Jessica se mete en medio y le da un beso que me hace pararme en el sitio y quedarme muy quieto. Cuando se separan, mi hermano trata de acercarse a mí, pero de nuevo Jessica le agarra la mano y se lo lleva dándole prisa a saludar a unos invitados. Yo desisto y miro al suelo, furioso. Esto mismo me ha pasado ya miles de veces desde que comenzaron a salir. El querer acercarme a mi hermano y que ella, indiferentemente de que no se dé cuenta o de que lo haga aposta, —opto por lo segundo—, se lo lleve sin dejar que me acerque a él. Creo que llevábamos como unos cinco meses sin hablar tan de seguido como cuando lo saludé antes de que se celebrase la ceremonia. Cojo aire y me dispongo a buscar a Elle y a algún que otro primo con el que charlar y echar unas risas. Necesito relajarme y quitarme esa sensación de abandono de encima. Me dirijo hacia un grupo de mi familia que está riéndose a carcajadas cuando alguien se me coloca justo en frente con el ceño fruncido y malhumorado. ¡Oh, no, por favor! Lo último que necesito en este preciso momento es a ella.

      Capítulo 10

      MAISIE

      Por fin lo he encontrado. Lo tengo justo en frente de mí y su rostro es mitad sorpresa, mitad molestia. ¿Le molesta mi presencia? Pues bien, vamos a darle motivos para ello.

      —¿Qué demonios haces tú aquí?

      Él suelta un bufido y me mira como si estuviese loca.

      —La pregunta más bien sería la de qué haces tú aquí. No yo.

      Arrastra las palabras de tal forma que siento que me invade la rabia. Ha hablado con suficiencia y ha elevado el mentón mientras lo hacía. ¿Acaso se cree superior a mí? Me pongo todo lo recta que el dolor que tengo en las piernas por el entrenamiento me lo permite y gano unos milímetros de altura con intención de resultarle lo más imponente que pueda.

      —Soy la dama de honor. ¿Acaso no es obvio?

      Él eleva una ceja y me mira con diversión. Venga ya. ¿Qué demonios le pasa a este hombre? ¿Le divierto?

      —¿Qué es tan divertido?

      Él niega con la cabeza, tratando de quitarle importancia.

      —Lo siento, pero… ¿te conozco?

      Sus palabras hacen que mi boca caiga en picado al suelo. Me ha desarmado haciéndome sentir como si yo no fuese nadie y ha hecho que mi cerebro colapse demasiado pronto. Ni tan siquiera he bebido el primer cubata. O champán. Hoy pienso beber mucho champán y mucho vino. Vino rojo. Como aventuro que han de estar mis mejillas ahora mismo. Maldito seas, James. Sé que has buscado hacerme sentir en evidencia y en ridículo. Lo observo detenidamente y entrecierro los ojos. Está buscando enfadarme y lo ha conseguido.

      —Lo siento —le digo con una sonrisa maliciosa que pretende tener el mismo efecto que tendría en él una patada en el estómago—. Te he confundido con un imbécil que conocí esta tarde en el gimnasio.

      Tras decirle eso y ver la cara de estúpido que se le queda, sonrió de verdad y me doy media vuelta. De pronto ya no me interesa averiguar qué hace aquí. Tan solo quiero que me trague la tierra y desaparecer de su vista. Si él ha hecho como que no me conoce, no pasa nada, yo haré lo mismo y lo ignoraré todo lo que pueda para no volver a verlo más.

      —Tal vez deberías de haberme confundido con un chico encantador que te escoltó a casa sana y salva.

      En esta ocasión la que resopla soy yo. Me giro hacia él rompiendo mi plan de ignorarlo y lo encaro. Hay reto en su mirada y eso me hace quedarme mirando esos ojos verdes unos instantes como una tonta. Tiene una sonrisa burlona en los labios y unos dientes blancos que en otro momento me habrían hecho suspirar. De verdad, hoy no tengo neuronas.

      —No

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