Nosotros sobre las estrellas. Sarah Mey
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Aquello me hace reír al mismo tiempo que vuelve a exasperarme. Tengo demasiados pensamientos contradictorios respecto a James y eso me hace dudar. Bueno, al menos si Dakota consigue que él se fije en ella para algo más que sexo sé que no lo veré mucho. En alguna que otra celebración una vez al año o cada pocos años. Puedo soportarlo.
Capítulo 11
JAMES
Maisie es una completa estúpida. Miro a mi hermano para preguntarle si conoce a esa chica que hoy me trae de cabeza y lo veo mirándome preocupado.
—Hagas lo que hagas esta noche, ten cuidado —me advierte con un tono mitad serio, mitad preocupado.
Lo miro elevando ambas cejas.
—¿A qué te refieres exactamente?
Él me observa y eleva la comisura de sus labios hacia la derecha.
—Ya sabes… si ligas con más de una tía procura que no te monte una escena. No quiero que Jessica me mate antes de tiempo.
Joder. Todo, absolutamente todo, gira en torno a Jessica. Y no me refiero solo al día de su boda.
—Descuida —digo con una punzada en el corazón—. No voy a arruinar el día de Jessica.
Tras decir eso, le lanzo una última mirada a mi hermano antes de que mis primos lo secuestren y me separo de él. No me apetece que me sermonee. ¡Ni que yo jugase con las mujeres! Me la cortaría antes de prometerle algo a alguna chica que no piense cumplir.
Me entretengo en pasear por el jardín y en saludar a todos los presentes que no he visto antes por falta de tiempo. Tenemos las conversaciones típicas de gente que lleva tiempo sin verse y, en el octavo grupo que me paro, por fin distingo a Elle en la distancia.
Me acerco a ella cuando la chica aún no me ha visto y no puedo evitar abrir los ojos como platos cuando veo que ella, sí, ella, le come los morros a mi primo Craig delante de todos. Los observo y no puedo evitar sentir algo de envidia. No porque Elle me guste para algo más que para una amiga con derecho a roce, sino porque ella iba a ser algo así como mi distracción esta noche y creo que se ha buscado un pasatiempo mejor que yo. No me gustan en absoluto mis pensamientos de esta noche ni la forma en la que me siento. Es como si la situación de que mi hermano se casase me superase, así que hago lo único que se me ocurre y cojo una copa de champán que una camarera tiene en una bandeja plateada. La veo que se va a alejar y la detengo con un gesto de mano.
La mujer me observa curiosa. Me entiende cuando me ve vaciar la bebida de un solo sorbo y volver a colocar la copa vacía en la bandeja. Noto las burbujas del líquido bajarme por la garganta y soy consciente de que mi estómago se queja ante la burrada que acabo de hacer, pero lo que no se espera la camarera, ni mucho menos yo, es que mi mano agarra ella sola otra copa de champán. Hoy parezco funcionar en automático.
La camarera, una mujer de unos treinta, me mira con algo de desaprobación y yo me doy la vuelta buscando alguna distracción. Desde luego es la boda más aburrida del siglo. Mi hermano no me ha dejado invitar a ningún amigo, ni mucho menos los ha invitado él. No quería que hiciesen cualquier estupidez y que estropeasen la boda. En su defensa diré que nuestros amigos, bueno, mis amigos, él los ha dejado de lado por Jessica, son unos cafres.
El hecho de que no haya ninguna chica que me parezca atractiva en esta fiesta, a excepción de la dama de honor que Maisie ha alejado de mí, y el no tener a ningún amigo a mi alrededor, sino a primos con los que en realidad tan solo me reúno en ocasiones familiares, me hace sentirme un poco solo.
Tras escuchar a una tía lejana hablar sobre algo que me parece una gilipollez y escuchar a otros tíos e incluso tíos abuelos contarme cosas de hace algo así como cincuenta años, por fin logro quedarme solo en una mesa del jardín, cerca de la piscina. No veo el momento de darme un baño. Supongo que he de esperar a que acabe el banquete que aún ni tan siquiera ha empezado para poder hacerlo.
Me limito a ser un mero espectador de todo lo que está pasando a mi alrededor, y casi puedo decir que soy feliz. No soy ese típico chico al que le guste estar siempre en medio de todo. Hay veces que me gusta evadirme y quedarme solo. Y simplemente pensar o dejar la mente en blanco.
Distingo a Maisie hablando con uno de mis primos y veo cómo ella le sonríe, radiante. Tengo que admitir que me descoloca. Sobre todo, por la extraña presión que siento en el pecho al verla. Seguro que solo es porque lleva todo el día sacándome de quicio. Me la quedo mirando. A mí no me ha sonreído nunca así. Bueno, hoy, en todo el día que llevo conociéndola. Estoy tan cansado de ella que parece que la conozco desde hace más tiempo.
Observo la escena inclinándome un poco hacia delante. Creo que mi primo le gusta y, vaya, chica, has escogido fatal. Mi primo Daniel es un rompecorazones, pero de los malos. De esa clase de tío que tiene novia y le da igual ir por ahí tratando de tirarse a media ciudad sin mencionar su existencia. Desde mi punto de vista está enfermo. No sé cómo lo hace para que las chicas sigan enamorándose de él. De hecho, su anterior novia, con la que estuvo tres años, rompió con él al enterarse de sus infidelidades continuas. Me llevo una mano a la cabeza al recordar cómo a pesar de eso, semanas más tarde quiso volver con él y se llevó un año buscando una reconciliación. Periodo de tiempo en el que Daniel aprovechó para tirarse a la novia de uno de sus mejores amigos y empezar a salir con ella. A quien, por cierto, engañó con su exnovia. Vamos, ajustando cuentas, que el tío es un cabrón, y… No me jodas… Acaba de colocar una mano en la parte baja de la espalda de Maisie y se ha acercado mucho a ella.
Me tenso involuntariamente. Ella lo observa con ojitos de cordero y la sonrisa pícara de sus labios me indica que le gusta la situación. ¡No me jodas, no me jodas! Debería quedarme en el sitio y no hacer nada. Dejar que Daniel la engatuse, le prometa cosas, la bese, se pase toda la noche detrás de ella y se la tire, bien sea esta noche o estando semanas o meses quedando con ella y siendo el chico perfecto hasta que consigue lo que quiere. No entiendo por qué me molesta tanto, pero no puedo evitar levantarme y acercarme a ellos.
Le agarro la frente a Daniel justo cuando está a punto de besar a Maisie, y ambos me miran con cara de pocos amigos y sorprendidos al mismo tiempo. Quizás mi ceño fruncido le indique a Daniel que no me diga ni una palabra, pero no es él quien habla.
—¿Qué demonios te crees que estás haciendo?
La fulmino con la mirada. Un gruñido de advertencia sale de mi garganta.
—Acabo de hacerte un favor, niñata.
Ella abre la boca y vuelve a desafiarme con la mirada. Así vas muy mal conmigo, Maisie.
—¡Eh, tío! ¡¿De qué vas?! —me pregunta Daniel.
No me lo pienso dos veces y lo agarro por el cuello de la camisa.
—Aléjate de ella. No me hagas repetírtelo dos veces.
Daniel pone ambas manos arriba de la cabeza enseñando las palmas en señal de paz. Sabe que no le conviene enfadarme porque puedo ganarle con facilidad en una pelea. Lo que no sabe es que bajo ningún concepto quiero montarle ninguna escena a mi hermano en el día de su boda. No sé para qué diablos me he levantado de la mesa. Ahora que había conseguido estar solo y que nadie me rindiese cuentas. Joder. Maisie. Sí, lo he hecho por ella.